PARTE III

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Parte III

— ¿Qué es este lugar? — pregunté para después darle un trago a mi cuba

— Un lugar donde nadie molesta

Seguimos en el antro, pero en un lugar al fondo. Después de los baños, eran los vestidores. Había un sillón rojo de vinilo y un espejo enorme que abarcaba parte de la pared. Había cubículos, donde — supongo yo — la gente se cambiaba: — ¿Que no es ilegal tener este tipo de espacios? — pregunté mientras lo veía ponerse cómodo en el sillón

— No si los llamas vestidores, ahora, ven acá — señaló el sillón y yo obedecí, sentándome a su lado viendo como se terminaba su vaso de cuba

Las yemas de sus dedos buscaron rápidamente mis muslos para acariciarlos lentamente, subiendo y bajando de mi rodilla a poco antes de mi intimidad, mi cara y mi expresión declaraba mi excitación, y cuando él se dio cuenta de eso, sonrió maliciosamente. Gustándole que me guste, buscando que realmente esté disfrutando de sus caricias, lentamente, dejó el vaso de vidrio en el suelo, para después acercarse y tomar el mío para dejarlo nuevamente ahí junto al suyo: — Veo que eres como yo

— ¿Y cómo eres tú? — pregunté con una voz neutra, haciendo como si no me importaran sus caricias

— Que te gusta disfrutar del sexo

— Solo cuando me complacen — respondí sonriendo pícaramente

Detuvo sus caricias: — Bien. Recuéstate en mis piernas boca abajo

— ¿Qué?

— Que te recuestes en mis putas piernas — alzó la voz, pero al ver que hice caso omiso, me tomó del cuello aventándome hacia sus piernas, dejando que mi intimidad se encontrara con la suya, y que mi trasero estuviera a su disposición. Con una de sus manos, subió mi vestido negro que estaba pegado a mi cuerpo, dejando a la luz mi ropa interior de encaje — Oh... veo que venías preparada — no puedo verle la cara, pero, puedo sentir su mirada comiéndome entera, pero no lo hace. Con una mano acaricia mis muslos, mientras la otra se encarga de tocar todo mi trasero — ¿Te gusta que te acaricien?

— Me encanta — respondí y esta vez mi extasiada voz no me dejo mentirle

Dos de sus dedos se posaron sobre mi vagina, aún con la ropa interior puesta, comenzó a hacer movimientos suaves en ella

— Estas tan mojada, y ni siquiera he hecho algo más que acariciarte — dijo mientras sus dedos seguían acariciando mi vagina, hasta llegar a mi clitoris, donde se detuvo. Rápidamente, son sus dos manos, me volteo boca arriba — Hoy te vas a sentir en el cielo — con mi espalda recargada de sus piernas, me levanto más el vestido hasta quitármelo y quedar totalmente en ropa interior. Era un vestido que no necesitaba usar bra, así que mis pechos quedaron al descubierto y el parecía disfrutarlo tanto, pero no los tocaba — ¿Sabias que dejar a una persona adicta al sexo, sin sexo, es más excitante que penetrarla?

— No... no sabía eso

— Por su puesto que no. Apuesto que todos te dejan bien cogida, pero no sientes placer, o tal vez si pero no es suficiente y por eso buscas más, y más — sus palabras chocaban como balas en mi cabeza, su voz profunda y excitada hace que me moje más y por alguna razón, la idea de que se levante de repente y me deje aquí, me excita demasiado

Uno de sus dedos empezó a acariciar lentamente mi abdomen, su otra mano se ocupaba de acariciar por encima mi clitoris, en esta posición tiene mucha más facilidad de hacer lo que se le dé la gana. De repente, paro, tomo uno de los hielos semi derretidos del vaso, y se lo metió a la boca

— Te enseñare un truco — dijo mientras hacía movimientos con su boca con el hielo en ella

Una de sus manos bajo abruptamente mi ropa interior de encaje, y la dejo a un lado. Me abrió las piernas haciendo que estuviera toda para él. Saco el pequeño pedazo de hielo, y lentamente lo introdujo en mi vagina, así mismo con dos dedos comenzó a masturbarme. Al principio fue raro, nunca me habían metido un hielo, pero, entre más sus dedos se movían dentro de mi de adentro hacia afuera, mas podía sentir como mi cuerpo se calentaba y su pene se levantaba. Mis pezones estaban igual de duros que él, con su mano libre comenzó a acariciarlos lentamente. Me sorprende como es que puede ser rápido con una mano, y con la otra, lento. Pero sabía como y cuando hacerlo

— Gracias a que estas muy caliente... — dijo con una voz excitada — ... El hielo se está derritiendo dentro de ti, preciosa

Mis jadeos y gemidos comenzaron a inundar toda la habitación, que si no fuera por la música de a fuera, estoy segura que se escucharían en todo el antro. Nunca me habían hecho sentir tan... tan bien. En mi mente, llegan imágenes de Marco gimiendo y su cara de placer es dueña de mi mente, mis ojos están cerrados para poder imaginarlo mejor, pero un ardor invade mi mejilla

— Quiero que me mires y dejes de imaginar pendejadas — dijo el chico, como si me leyera la mente — Esta noche eres solo mía — siguió masturbandome, pero justo antes de llegar al climax, se detuvo — Ponte en cuatro pero con tus manos sobre el suelo — ordenó y rápidamente obedecí, ahora mi vagina estaba a centímetros de su cara — ¿Estas cómoda?

— Sí — respondí — Tan solo... cógeme

— Dije que no sería fácil, tengo que prepararte

En esa posición, comenzó a masajear mi trasero, dejándole suaves besos y mordidas en el camino, mientras más besos eran, más intensos y más cerca de mi vagina estaban. Con sus manos, tomó mis piernas y las separó poco más, dejando al descubierto toda mi intimidad, y ahora si, bien abierta y chorreando por un muslo el agua del hielo derretido. O quizá sean mis fluidos

Su respiración chocó con mi clitoris y no pude evitar no estremecerme, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que mis pezones se levantarán nuevamente y sintiera como palpitaba mi intimidad: — Pídeme que te coma toda — susurró

— Comeme toda... por favor

No esperó ni un segundo más cuando su lengua tocó mi clitoris, haciendo que de un pequeño salto porque estaba algo fría, se había metido otro hielo a la boca, ya que el vaso lo dejó a un lado de él. Haciendo movimientos suaves y circulares, chupando y lamiendo, me estaba comiendo toda mi intimidad, mientras que con sus dos manos sujetaba mis muslos. Los movimientos se hicieron más intensos y rápidos, estaba a punto de tocar el cielo y eso él lo sabía, ya que mi cuerpo se encontraba temblando mientras yo gemía: — Si, por favor, sigue. Me encanta — su lengua se encontraba peleando con mi clitoris, obligándolo a sentir placer y mojarme con su saliva y mis fluidos, una de sus manos subió hacia mi trasero y empezó a masajearlo circularmente, por alguna razón, se sentía tan bien: — Dios... si, voy a... voy a...

Y de repente, se detuvo y me quitó de encima: — Vístete. Nos vemos luego — a la misma se levantó y salió del cuarto, cerrando la puerta detrás de él

¡¿Qué?!

Oscuridad y deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora