Sumida en un sueño, entre mi propia consciencia y en mi realidad, donde no podía despertar, incluso mi propio cuerpo se negaba a respirar, sintiendo la falta de oxígeno en mis pulmones, aquella cuerda invisible atada a mi con tanta fuerza que no dejaba la cama.
Ahora escribo esto con las manos temblorosas, un pitido en los oídos y lágrimas en los ojos, mentalizandome de que si cierro los ojos y me dejo llevar volveré a aquel lugar.
Sumiendome poco a poco a un rincón de mi cama, presenciando la ausencia de mordeduras y dientes filosos que en el rem no dejaban de molestar, aquella cara monstruosa que llegaba justo en mis momentos tan vulnerables, la sed en sus ojos y las ganas de tomarme me persiguen en paredes, espejos y ventanas.
Veo en piso y las serpientes suben a mis piernas, y tratando de desprenderlas una por una me dejan heridas imposibles de olvidar, distintos tamaños y colores pero el mismo propósito, tragarme. Se juntaban en mi cama, tratando de alcanzarme y enrollarse en mis piernas, en mis manos, mis ropas repletas de las pegajosas criaturas, su húmedos cuerpos y sus dientes se esparcían en mí.
Primero 10, luego 20 y ahora 30. No olvido que entre más las arrebataba más se acercaban a mí, aventandolas del otro lado del cuarto y cuando volteaba aparecían más, aguardando su turno de probar mi piel, sus dientes largos y filosos "ojalá no tengan veneno" pensaba con la esperanza de poder salir de ahí en un momento.
Dos, cuatro, seis dientes se clavaron en mi pierna, y así una por una las arrancaba y se enrrollaban en mi muñeca, solté un grito y otros dos 2 dientes se clavaron en mi brazo. Así hasta estar segura de que había acabado, pero no era el final, me asomé entre mis piernas y otra salía de mi, la sacaba lentamente y sin arquear, una mordió mi muslo pero otra venía detrás de la que había salido. Lloraba desesperadamente.
Hasta que abrí los ojos en la oscuridad, mi corazón palpitaba y lo único que quería era salir de la habitación, la puerta se había atascado y algo me jalaba de vuelta a la cama.
Trataba de no llorar y cuando pude abrir la puerta un retrato del monstruo nocturno se encontraba delante, y al sentir una mano en mi pierna, volteé y me lo encontré en carne y hueso.Solté un grito y lo patee, volvía a sentir que me jalaban para regresar y me negué, cuando logré llegar a mi destino solté a llorar rogando despertar.
Unos ojos llegaron a mi mente, su existencia abrazándome como un hogar.
Y pude abrir los ojos otra vez hundida en la oscuridad.
Dudosa de que mi existencia está en el aquí, y no en mi subconsciente, escribo con el corazón aún latiendo desesperado, deseando y rogando de que esté realmente aquí