parte 1

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Residencia de Estudiantes, Bogotá 25 de marzo de 1995

Dos jovencitas demasiado maquilladas, demasiado cortas y ceñidas, ríen y corren a lo largo de la acera.

Muchacha 1ª.- ¡Ay mija!, no tropiece más, que me va a partir los tacones y cuánto menos las medias, que me costaron un dineral.

Muchacha 2ª.- No se enfade conmigo, ya le dije que no era buena idea... yo nunca me he puesto zapatos tan altos, ni me he vestido así. Estoy helada de frío, y con la sensación de ir medio desnuda, debió dejarme coger mi abrigo... milagro será, que no me agarre una gripa histórica.

Muchacha 1ª.- Para una vez que se anima a salir conmigo, no querría venir como una colegiala de dieciséis años.

Muchacha 2ª.- Es que soy una colegiala de dieciséis años, no más... como Vd.

Muchacha 1ª.- Eso si que no Betty, yo ya tengo diecisiete y muy pronto dieciocho.

Betty.- Dentro de nueve meses Lucía, dentro de nueve meses.

Lucía.- ¿Cómo que Doña Eugenia la dejó salir?... bueno doña Eugenia, no se hubiese opuesto, pero ese ogro de Nicolás... es peor que si fuera su papá.

Betty.- Si, ojojojoj... solo está feliz durante la semana, que sabe que estoy encerrada en el colegio... ¡es más antiguo!, pero es bueno, me cuida mucho... Él también está de fin de semana, fue a Medellín a visitar a la familia de su papá.

Lucía.- Le dejó clarito a doña Eugenia que dormía en mi casa ¿no?...

Betty.- Que sí, tranquila, que sí... aún no entiendo como su papá, la deja en tanta libertad.

Lucía.- Bah, él está como loco con una nueva novia, así que ni se entera que existo... Mire, ya hemos llegado... recuerde que tiene 21 años, ¿ah?... no me vaya a meter la pata...

Betty.- ¿Pero Vd se cree que vamos a engañar a alguien con este disfraz?

Lucía le miró el generoso escote a su amiga, y dijo entre risas, mientras se acomodaba el suyo.

Lucía.- Mija, Vd y yo, con este maquillaje y esta ropa, damos de sobra el golpe... o no lleva Vd desde los catorce años, teniendo problemas porque parece mayor... ¿ah?...

Betty.- ¡Lucía!, es Vd terrible... no tengo tanto pecho...

Lucía.- No, si no lo tiene, solo que lo que tiene, lo tiene muy bien puesto y eso a los chicos, los vuelve locos... ¡Choque esos cinco mija y buena caza!...

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Betty y Lucía, son amigas desde siempre, ya no recuerdan cuanto tiempo hace. Viven en el mismo barrio, en Palermo, cerca del centro histórico de Bogotá. Bueno vivían, porque hace varios años, concretamente seis, desde que Betty cumplió los diez años, que ella está interna en un colegio de monjas.

Fue allí cuando sus papás murieron en aquél accidente de tráfico, no tenía familia, nadie, solo sus papás y unas tías muy ancianas que vivían en Cali. Don Hermes, siempre previsor, había creado un fondo y un seguro de vida, para que su hija pudiese mantenerse, en caso de que a él le ocurriese algo, y además dejó dispuesto que quedase como tutora de la niña, su comadre, Eugenia Cifuentes, viuda de Mora, a quién conocía de toda la vida y era la madrina de su hija.

En su testamento dejó señalado, que la niña fuese interna a ese colegio, y que se pagasen las mensualidades del fondo que él había dispuesto. Los fines de semana y las vacaciones, las podía pasar con la familia Mora.

Y así era, cada viernes por la tarde, el joven Nicolás Mora, hijo de su madrina la iba a buscar a la puerta del colegio y cada lunes por la mañana, bien temprano, la devolvía.

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