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Era un verano intenso en brasil, hogar de la zamba y las buenas relaciones. Un lugar colorido para un chico colorido, cabello naranja que irradia belleza y alegría pero toda esta pequeño entusiasmo venia un paquete pequeño llamado "Hinata Shoyo". Este lindo chico emprendía una nueva lección de vida donde Brasil tenía su corazón y esperanzas en un tarro de ahorros.
Justo entraba al famoso "Carnaval de Brasil" conocido por su larga duración y qué estaba justo en la capital el asombroso "Río de Janeiro" por lo cual comenzamos a hilar una idea acerca de lo emocionados que estaban esos pies por aprender el arte de la zamba.
Aún que su brasileño era nulo, trataba de entablar una conversación amistosa con los lugareños de ahí ya que había observado gente extranjera pero no japonesa. Comenzó a agobiar sus pensamientos el hecho de que la comunicación podría ser un obstáculo en su estadía.
¡Nada que el ninja shoyo pudiera solventar! ¿No es así?
Al seguir caminando entre la multitud su cabeza estampó contra una enorme espalda qué si bien era atractiva para el pelinaranja.
—Shazai! — se excuso en su idioma natal el más bajo, subiendo su mirada poco a poco hasta encontrar a una hermosa de chica de llamativa estatura.
—Sate, chīsana otokonoko! — habló fluido de nuevo la antes mencionada, su voz era suave pero se notaba una pizca de acento.
La cara del más bajo lo era todo, ese increíble rostro de sorpresa y ojos que irradian felicidad al encontrar qué podría comunicarse tranquilo con alguien. Fue un golpe de felicidad para él, saltitos de emoción se hicieron presentes dentro del ambiente.
— ¡oooohh!, ¡también hablas japonés! es un gusto soy hinata shoyo — se señaló así mismo con una sonrisa de confianza y tal vez ¿coqueteo?
— un gusto, hinata. — miró abajo, una risa ligera salió por sus labios; la diferencia de altura hacia ver a él extranjero cómo... Una pulga! Una amarilla y muy saltarina. — vaya, tu talla es pequeña.
— ¡dicen que las mejores sorpresas vienen en cajas pequeñas! — objeto mirando fijamente a la castaña los rizos de la misma eran tan similares al ramen. Justo en ese momento su estómago rogó por una pizca de comida para un pobre vagabundo en pena. — ay...
—¿qué pasa, sorpresa pequeña? acaso tu cuerpo es pequeño pero tu estómago del tamaño de una ballena? — se permitió que burlarse poco antes de invitar al japonés un buen tazón de comida caliente, después de todo parecía un buen chico — vamos ven conmigo, yo invito.
Los ojos del antes ya mencionado comenzaron a brillar de una manera genuina como dos diamantes o incluso su brillo era tan genuino como el mismo sol. Ahora sabe por qué el "shoyo".
—uhm, curioso... — susurró para sí misma, escuchando la historia de aquél.
Hablaba acerca de cómo peleó contra un mono ya que le quito su único pan de la semana, era verdad. En Río, los monos eran los nuevos carteristas de la zona.
