La pequeña y escurridiza chica corría entre los jardines de gardenias y rosas qué crecían libres, amorosas y felices a través del ritmo del viento. Danzando a la par de aquellos aleteos de las mariposas, escuchando los sonidos de la naturaleza por debajo de sus pies su cabello se mecía por las fauces del tibio riachuelo qué abrazaba el cuello delgado de la azabache.
Esta protagonista era tan libre cómo un caballo al galopar o un ave al volar, era desenfrenada y libre en su pensamiento, no llevaba calzado que cubriera sus veloces pies o sombrero que cubriera su gran cabellera. Vivir en una pradera no necesitaba de galantes carruajes o de vestidos de alta costura, no ocupaba una sombrilla para cubrir su dorada piel y tampoco modales y palabras de uso sofisticado para comunicarse con toda gente que se cruzara con ella. Solo vivía por vivir, no tenía culpa ni responsabilidad de llevar una imagen pulcra y una carrera reluciente dónde la alta sociedad tenga un lugar para ella.
Todo lo contrario a un chico de cabello castaño ojos del mismo color y carácter extremista, destinado al éxito y perfección. Un erudito de la clase más alta de estudios, un joven apuesto, carismático, extrovertido y culto.
Proviene de una familia con altos estándares sociales, una dónde todos tienen los más finos trajes, los carruajes son de gran calidad y existen miles de empleados para cada mínima cosa. Oikawa con una rutina impuesta, un futuro escrito y la perseverancia tocando sus puertas, las ventanas abiertas de par en par por la curiosidad y pajarillos qué cantan suaves melodías de amor.
— ¡oh, mi querido y amado amigo! ¿Algún día podré recitar dulces versos en brazos de una aventura en párrafos? — exclamó recargando su mano izquierda en su frente, indicando dramatismo en la obra — ¡mi dulce dulcineo, exhorta una palabra te lo ruego! —pidió con necesidad.
Sin embargo un golpe a su nuca se propicio.
— ¡oye!, ¿necesidad? — reclamo al de cabello crespo con fastidio.
— ¿Has escuchando acerca del lenguaje corporal? — por fin habló, teniendo una sonrisa por la acción antes mencionada.
— ¡Claro que sí!, eres lo que proyectas sin embargo hablan de ti los golpes cómo un gato adora la leche. — regaño con un libro en mano, había salido a dar un recorrido más allá de la ciudad y sus alrededores. — si me permites, continuaré hasta encontrar un lugar de mi agrado.
Se resignó a caminar por la pradera, el pasto se hundía con sus pisadas y pronto comenzó a ensuciar aquel fino calzado, lo que inmediatamente le molesto.
— iwa-chan, rápido usa tu lengua de pordiosero para limpiar mi fino calzado. — exclamó enseñando su pie del mismo.
Pronto fue tirado al lodo con descaro y una clara intención de molestar, pues al castaño le caía como anillo al dedo la limpieza y el campo no parecía un lugar donde gozara de aromas suaves.
— mi alteza, mi señor y rey, debería estar acostumbrado a este tipo de percances. ¡Por allá hay un río! — río iwaizumi tomando la delantera.
— alto, espera! — gritó.
los gritos constantes de un castaño alertaron a una chica que se encontraba pintando el paisaje de bellas flores y anaranjado atardecer pues no desde hace mucho se rumorea que al descendiente del clan toru le agrada tomar paseos por aquí. La curiosidad de mirar de cerca a un miembro de la realeza llenaba sus manos de euforia así que rápido tomó su bolsa y salió disparada camuflando su presencia entre los árboles buscando no ser vista y mirar poco pero mucho.
La primera impresión no se olvida y es que no podría olvidar tan fino porte empañado de agua y suciedad, las gotas resbalando por su fina piel de oro y músculos tonificados cómo el mismo acero, cabello castaño, ondulado y libre al parecer. Unos orbes del mismo color ya antes mencionado, que miraban con deseo y hambre mordaz a todo aquello que le rodeaba.
¿Así era de apuesta la realeza?
Caminando más, dejando llevar sus pasos hacía el erudito trono una rana que sacó de su tranquilidad sensata al de cabello crespo.
— ¿quién es y por qué osa interrumpir vuestra salida? — preguntó en un tono amenazador encaminado su espada hacía sus manos.
La chica no tuvo otra opción más que hacer su apareció triunfal, de paso diciendo que se río se usa para lavar alimentos y no ropa, que por cierto no quedaba muy lejos uno del otro.
— ¡soy kaede! Vivo aquí y exijo que presten atención a mi reclamo. — puso sus desnudos pies en frío acercando poco a poco su obstinado rostro al caballero que protege a oika. — este riachuelo se usa para lavar comida, el siguiente es para despojar la suciedad de sus finas prendas.
El lenguaje y seguridad mordaz de la peliroja le causó curiosidad al erudito sentando en una roca, pues parecía una pueblerina cualquiera.
— nos ha de perdonar, bella ¿dama? Vuestra intenciones eran de higiene personal y no quisimos violentar el uso compartido de las aguas claras de por aquí. — expresó coqueto pues ninguna dama se le iba de las manos.
— su disculpa fue tomada con apreciación, los malos entendidos y la violencia van tendidas de la mano así que os pido que se marchen lo más pronto posible de estos bellos montes. — nuevamente expresó, pues todo aquello lo había leído en un libro de jerarquías que robo de una librería hace unos cuantos días.
— soy oikawa toru, erudito de tierras vecinas. Deberá saber con quién habla. — arrogante mostró una sonrisa de autoridad — ¿irme? No veo una carta de propiedad a su nombre por lo tanto puedo quedarme aquí hasta que el lugar me parezca aburrido.
— no pregunté quién era, ahorre sus comentarios innecesarios que no necesito saber acerca de personas sin humanidad.
iwaizumi sólo miraba divertido la escena pues, ¿acaso era la única chica que no le interesa las grandes adulaciónes de su amo? pronto podría verlo mejor.
oa, bonito día vdd.