I. Un febrero.

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Cristal

14 de febrero, 2018

Llevaba aproximadamente un mes sin ver a mi novio, Erick. Mi cuerpo ardía, necesitaba sus toques. Mi boca exigía un beso suyo. Todo en mi deseaba cada cosa de él.

Como si fuera una necesidad urgente, desesperante y agonizante.

Habían pasado nueve meses desde aquel día en que me pidió ser su novia.

Lo recordaba muy bien. Era un buen día para recordar.

Sonriente y seguro de sí mismo, esperaba una respuesta que de lejos se notaba lo obvia que para él era, y fue exactamente la respuesta que le di, un "Si". Yo también estaba convencida de que nos habíamos... ¿enamorado? Cabía la posibilidad. Podía haberla. Se había ganado mi corazón como ningún otro chico en toda la cuida, es que ya me tenían tachada "jamona" al estar siempre soltera.

Su físico, indiscutiblemente, parecía el de un atleta, bien ejercitado; piernas largas y fibrosas, delgado pero tenía un abdomen hermoso y en cuadritos, alto, voz sensual, profunda y ronca, de esas que te calan los huesos y te hacen estremecer. Aire fresco y para nada altivo u arrogante, eso nunca.

Simpático y lleno de alegría para dártelas, pero también era puro placer; en eso si que era arrogante, porque sabía que lo hacía muy bien y como nadie, salvaje, dominante y un travieso que le gustaba jugar y no precisamente con los sentimientos, así era mi novio, Erick. Una resumida descripción de lo mucho que era para mi y para las otras chicas que suspiraban al verle y lanzaban llamas de fuego por los ojos cuando nos veían tomados de las manos. Me había elegido, todas odiaban saberlo y se arriesgaban a arruinarlo, sin conseguir éxito. Malditas perras.

Después de un mes sin verle, hoy, por fin nos veríamos y era seguro tener la mejor noche de febrero, celebrando nuestro día: El día de los enamorados, o, amor y amistad.

Escogí el mejor y mas sensual vestido de mi armario, maquillé un poco mi rostro, hice una trenza perfecta con la cola de mi cabello y pinté mis labios de ese color rojo que tanto le gustaba, los tacones que había escogido me daban el tamaño exacto. Lucía hermosa, era lo suficiente auténtica como para darme cuenta por mi misma y no por otros.

Me veía guapa. Reluciente, sexi, sé que entre un iman y yo, no había tanta diferencia, pues los silbidos de los chicos de cada esquina que pasaba me confirmaban que atraía, escuchando algunos comentarios perversos, románticos.

Quería, aunque sea por un minuto, dejar de sonreír con tanto entusiasmo, pero... es que el echo de encontrarme con Erick era para más.

Sentía algunos palpitases duro y lastimosos, como si algo malo también podía suceder, pero decidí ignorarlo y me animé a pensar que era todo el entusiasmo y las inmensas ganas de ver a mi novio.

Esperé en el lugar que me había indicado, pasaron solo diez minutos hasta que llegó.

Su olor inundó todo el lugar.

Su sonrisa tan amplía y pícara me hizo correr hacia él y abrazarle. Maldita sea, era tan mío que ni me lo creía.

—¡No sabes la falta que me hiciste!— exclamé y pasé a dejarle varios besos en ambas mejillas, y luego uno rápido pero dulce en sus labios gruesos y suaves.

—Y ni hablar de la que me hiciste tú a mi, pequeña.— respondió envolviéndome de nuevo en sus brazos.

Tenía la llave de su nuevo apartamento, así que había preparado un cena especial para ambos y... también la cama.

—Estás... estás preciosa.—volvió a decir, y luego soltó un suspiro cargado de...¿placer o picardía?— yo... tú estás más guapa que nunca.

Quedé un poco confundía ante su tono tan temblorosa y la forma en que me observaba, pero supuse que eran los días tan intensos sin vernos, nos hacíamos falta y no estábamos acostumbrados a tal distancia. Además, jamás me había vestido de tal forma, y eso pareció sacarlo de órbita. Cosa que me daba un porcentaje más para mi autoestima.

Cariño, esto no es amor [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora