Capítulo 5

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— Milo Schizas — Susurró Camus dejando la foto sobre la mesa.

Kardia quien miraba a sus demás compañeros con desdén prefirió cruzar los brazos y seguir escuchando toda la palabrería de El Cid  quien seguía dando indicaciones sobre aquellos líderes.

— Al llegar te reunirás con mi sobrino Shura, él ya tiene previsto los movimientos de Saga y de Milo.

Eso era lo único malo del trabajo al que se dedicaban, tenían que hacer hasta lo imposible por dar con el paradero de los sospechosos.
En ese momento Camus miró a Degel, sabía que aquel sujeto de cabellos verdes la última vez tuvo que involucrarse con su sospechoso hasta el grado de llegar a la cama; a eso se arriesgaban y solo esperaba que él no tuviera que hacer lo mismo puesto que si lo llegara hacer, a Kardia no le agradará para nada llegar a esos extremos.

— Yo te llevaré al aeropuerto — Le sugirió Kardia tomando la mano de su pareja quien al sentir ese cálido contacto en su piel sabía que tendría su apoyo.

— Vamos a mi casa  necesito preparar mis maletas.

Justamente los dos estaban a punto de salir cuando El Cid los detuvo.

— Esperen... Deja te entrego un micrófono que usarás entre tus prendas para que podamos escuchar en donde estarás metido. Recuerda que si llegas a estar en peligro no dudes en que iremos por ti en seguida.

Camus tomó el pequeño artefacto que su jefe le entregó, alzó su mano en el aire para despedirse de sus compañeros y salió junto con su pareja para ir a su casa.

En todo el trayecto del camino mientras Kardia manejaba, metió rápidamente su mano al bolsillo de su camisa y le entregó un pequeño objeto circular parecido a una pila de las pequeñas.

— Procura llevar esto contigo siempre... Necesito saber que estarás bien, no confió mucho en esta misión que te han dado.

Camus tomó aquel rastreador en sus manos y lo guardó en el bolsillo de su pantalón; veces anteriores había tomado casos muy sencillos de investigar, pero este caso era muy arriesgado... Era como meterse en la boca del lobo porqué hasta donde tenía entendido las mafias suelen ser liderados por sujetos autoritarios donde su principal código se basa en las simples palabras "Los muertos no hablan"
Es por ello que en ocasiones si alguna persona sabía más de la cuenta terminaban siendo ejecutados por manos de grupos como ese.

No negaba que sentía temor por ir primero, Kardia se dio cuenta de su preocupación y procuró estacionar el auto afuera de una tienda de conveniencia.

— ¿Estás bien primor? — Lo cuestionó tocando con suavidad su rostro. Si algo tenía Kardia es que para él, Camus lo es todo en su vida y lo procuraba como una joya preciada.

— La verdad... Temo que no regrese de esa misión.

— En cuanto pueda te daré alcance, no quiero que te pase algo malo estando en ese lugar.

Kardia podía ser un loco, un orgulloso, un engreído, hasta un egocéntrico poco tolerante con los demás; pero con Camus era muy distinto, eso amaba de él, sus atenciones y que siempre lo colocara como su prioridad.

Nuevamente tomaron rumbo a la casa de Camus, ordenaron su cena por medio de una aplicación y esa noche se dejaron llevar nuevamente por la pasión que emana de sus cuerpos. No sabían cuanto tiempo estaría fuera de su país, así que los dos decidieron entregarse hasta quedar profundamente dormidos.

A la mañana siguiente, un auto totalmente de color negro, así mismo con vidrios polarizados se estacionó frente a la casa del joven de cabellos escarlata.
Ambos enamorados demoraron en abordarlo quince minutos, el sueño los había vencido y Camus aún se sentía demasiado cansado.
Procuró llevarse solamente lo necesario, Kardia lo ayudó con su equipaje y tal como se lo había prometido, lo acompañó hasta el aeropuerto para poder despedirse de su gran amor.

— No sabes cuánta falta me harás estos días Camus.

Comentó Kardia bajando las maletas en el área de espera.
Camus se retiró su anillo de compromiso de su dedo anular y se lo entregó a su pareja.

— No me gustaría perder mi anillo en esta peligrosa misión, guárdalo por mi.

El griego tomó ese anillo de oro y lo guardó en su bolsillo de la camisa que llevaba puesta. 
El viaje de su amado francés se realizaría pronto, Kardia miró la hora de su reloj de bolsillo aún le restaban diez minutos a lado de su amado.

Lo tomó de su cintura y lo envolvió en un cálido abrazo, uno que ninguno de los sabía que sería el último.
El destino de Camus estaba a unos pasos de cambiar totalmente, aquel joven de cabellos escarlata que se mostraba frío y serio pero con nobles sentimientos terminaría convirtiéndose en uno de ellos.

— Te mantendré al tanto de lo que me suceda Kardia.

Camus tocó con dulzura el rostro de su pareja, Kardia tomó su mentón para poder despedirse de su adoración como se debe, con un beso mientras ellos dos disfrutaban del calor corporal del contrario; sus manos recorrían sus espaldas intentando profundizar ese contacto como si sus mentes quisieran graban ese momento único para ambos.

— Eso espero, de todos modos buscaré la forma de darte alcance en ese inseguro lugar.

El llamado del vuelo que lo llevaría a Grecia comenzaba a sonar por medio de los altavoces del aeropuerto.
Kardia tomó las maletas y acompañó a su pareja hasta la puerta de salida para poder abordar el avión.

— Promete que regresarás.

— Lo haré.

Un último beso de despedida se pudo disfrutar en esos momentos, algunos pasajeros miraban esa escena con desdén, otros más miraban a la joven pareja con amor; al escucharse nuevamente el último llamado para poder abordar el avión.

— Te amo Kardia.

—Yo también te amo Camus.

Un ligero roce entre sus manos fue el último contacto que tuvieron, Camus tomó sus maletas y salió directamente al área para poder tomar su vuelo.
Ahora Kardia podía observar a su pareja por medio de las grandes ventanas que daban vista al exterior de la pista de aterrizaje.

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