—Hoy empezaremos el trabajo de final de semestre.
Una oleada de quejas se hizo presente en cuanto el profesor dio aquel anuncio con una optimista sonrisa.
—Esta vez, lo harán en parejas.
Los lamentos se transformaron en vítores.
—Parejas que elegiré al azar.
Y, de nuevo, más protestas.
Valentina bufó, ¿aquel viejo maestro creía que tenía gracia? Su plan inicial era no hacer el proyecto, si le obligaban a trabajar con alguno de sus compañeros, simplemente dejaría que el pobre chico hiciera todo el trabajo. ¿Qué más daba una nota menos?
—Bien, para hacerlo más interesante, en este recipiente tengo papeles con todos sus nombres. Sacaré dos y esa será la pareja de trabajo. —El profesor sonrió y sacó de manera reverencial un pequeño recipiente plateado, como si de un objeto valioso se tratase.
Si había algo que Valentina odiara más que nada, era a la gente que se esforzaba más de lo necesario. Cajeras del supermercado que sonreían falsamente, gente que saludaba desganada y profesores que fingían apreciar su trabajo, aunque estaba claro que venderían su alma al diablo con tal de escapar de la masa de adolescentes ruidosos y maleducados.
La ronda de emparejamiento empezó, la tensión se sentía en el ambiente junto con las quejas de los desafortunados que acababan con alguien que no era de su agrado.
Valentina ignoró todo el paripé hasta que, por fin, el profesor la nombró. ¿Qué pobre infeliz tendría que cargar con su lastre?
—Valentina Carvajal y... Juliana Valdés.
Un silencio sepulcral cayó sobre el aula, era gracioso porque, dentro de Valentina, todos los mecanismos se habían puesto en funcionamiento. Su corazón martilleaba con fuerza en su pecho y podía oír el latido dentro de su cráneo. Casi se cae del asiento, y empezó a boquear como un pez fuera del agua. Debió hacer algo muy bueno en otra vida.
Dirigió la vista a la pequeña omega, pasando por todos los alfas que le dirigían miradas asesinas. Cualquiera de esos desgraciados o desgraciadas habría dado lo que fuera por ser emparejado con Juliana. Hasta el profesor frunció el ceño.
—Señorita Valdés, dadas las circunstancias, entendería que usted solicitara un cambio de compañero...
Valentina quería gruñir, amenazar con sus colmillos al maestro. ¿Tan terrible era ser su pareja que ni siquiera el tutor podía fingir tenerle aprecio? De acuerdo, era vaga, malhumorada, despreocupada, nunca colaboraba, le daba igual su nota y la de los demás, pero... ¿Tan terrible era ser su pareja? Algunos alfas estúpidos apoyaron las palabras del profesor con bajos murmullos. Imbéciles.
Mientras, Juliana fruncía el ceño. No entendía a qué se debía ese desprecio hacia su compañera. Era cierto que Valentina Carvajal había repetido, y que no era conocida por ser la persona más comunicativa del mundo, pero, de ahí a que el mismo profesor la hiciera a menos iba mucho. No era justo, ella nunca había cruzado más de dos palabras con la alfa y nunca había tenido problemas con ella. La pelinegra odiaba a la gente que despreciaba a los demás sin motivos.
—No quiero cambiar. —Dijo con su usual tono suave pero firme.
Valentina miró sorprendida a Juliana, casi fracturándose el cuello al escuchar la declaración de la omega.
—¿Está segura, señorita Valdés? —Preguntó reticente el profesor.
Cierra la boca, viejo verde. Pensó Valentina con rabia.
Juliana asintió y miró a la rubia sobre su hombro. La chica le intimidaba, no iba a mentir, pero, como siempre le decía su abuela, no puedes juzgar un libro por su portada. Aquella alfa era seria, y la miraba sin expresión, parecía que todo le resultaba terriblemente aburrido y mentiría si dijera que no sentía cierta curiosidad por conocerla un poco. Juliana le regaló una dulce sonrisa, haciendo ver un lindo hoyuelo.
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Intocable |Juliantina
Любовные романыTras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Valentina es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabellera negra, ojos cafés y mejillas regordetas. ¿Será...