—¡Valentina Carvajal, es la cuarta vez que te digo que no metas la mano en el bowl de las galletas!
—Pero es que la masa es lo mejor.
La alfa hizo un exagerado puchero y miró a Juliana intentando parecer adorable.
—Eso no te va a funcionar. —Dijo entre risas la omega.
—Cierto, la única adorable aquí eres tú.
La rubia tomó la cintura de su pareja y tiró de ella hasta estrecharla contra su cuerpo. Las mejillas de Juliana estaban sonrojadas, como cada vez que Valentina le hacía un cumplido. No importaba el tiempo que pasara, Juliana Valdés seguía siendo la misma dulce omega que volvía loca a cierta alfa cascarrabias. Sonreían mientras se miraban a los ojos con un amor tan profundo que no podía expresarse con palabras. Lentamente, Valentina acortó la distancia hasta rozar sus labios con los de Juliana, siempre tan dulces y apetecibles. El beso empezó con calma, suavemente, las dos disfrutaban del contacto, pero a Valentina nunca le había gustado andarse con miramientos. Afianzó su agarre en la cintura y profundizó el beso, introduciendo su lengua en la boca de una Juliana que estaba a punto de explotar. Un gemido escapó de los labios de la menor y Valentina respondió gruñendo con satisfacción. Lentamente llevó sus grandes manos al trasero de Juliana, liberando su cintura, amasando y disfrutando de aquella zona que tanto le gustaba del cuerpo de su chica. ¿A quién iba a engañar? Todo en Juliana la volvía loca.
—Valentina...
—Dios, Juls. Te quiero tanto. —Medio gruñó.
—¡Iiiiiiiugh! ¡Qué asco, que asco! ¡Por favor, busquen un hotel!
Un niño de doce años entró a la cocina, obligando a la pareja a separarse. Juliana rio tímidamente y Valentina escondió el rostro en el cuello de la omega, intentando tranquilizarse. Otra vez sería.
—¡Oh, estás haciendo galletas! —Exclamó Lorenzo emocionado.
Juliana asintió sonriente.
—Estaba a punto de llamarte para que echaras las chispitas de chocolate.
Valentina sonrió, algunas cosas nunca cambiaban. Aún no conseguía explicarse cómo alguien de veintitrés años podía ser tan jodidamente adorable como lo era Juliana.
—¡Ey, pero no metas la mano en la masa!
—¡Pero es que es lo mejor!
Juliana suspiró resignada.
—De verdad que no tienen remedio ustedes dos.
Intentaba parecer enfadada, pero la suave sonrisa que asomaba de sus labios la delataba.
Valentina rio suavemente contra el cuello de la omega. Aquellos eran los momentos que la hacían sentirse plena, junto al amor de su vida y su pequeño cuñadito, en ocasiones incluso con su entrañable suegra. Hacía años que se había marchado de aquella cárcel que llamaba hogar y se había despedido de aquella mujer cuyo certificado de nacimiento aseguraba que era su madre. Se había alquilado un pequeño apartamento, aunque, a decir verdad, pasaba más tiempo en casa de los Valdés que en su piso. Juliana cumplió su sueño de estudiar repostería y había conseguido un empleo en una coqueta dulcería del vecindario, muy cerca de su casa. Valentina estaba estudiando fotografía, intentando abrirse un hueco en la industria fotográfica. Todo era tan perfecto que parecía un sueño.
Abrió los ojos y besó la marca que le hizo a Juliana seis años atrás, apenas una semana después de empezar a salir con ella. Aquella marca que hacía su vínculo oficial, la marca que las unía para siempre.
—¿Cuánto van a tardar las galletas, Juli?
—Depende de cuánto tarde en recoger tu cuarto, señorito.
—¡Pero eso no es justo!
Valentina se separó de Juliana y miró a Lorenzo. El preadolescente era la versión miniatura de su pareja, todo cachetes adorables acompañados por unos tiernos hoyuelos y labios abultados que sobresalían más cuando hacía pucheros, como en aquel momento.
—La vida no es justa, Lorenzo. Es hora de que vayas aprendiéndolo. —Bromeó Valentina.
Lorenzo rodó los ojos y sonrió antes de salir de la cocina rumbo a su cuarto. Era un gran niño, muy dulce y obediente. Había sido presentado como alfa a los nueve años.
Juliana se separó de Valentina y continuó con el dulce.
Valentina la miró fascinada mientras Juliana trabajaba concentrada, algo de harina manchaba sus mejillas, haciéndola ver jodidamente tierna. Valentina suspiró y sonrió, llamando la atención de Juliana que la miró y sonrió de vuelta.
—¿Qué pasa?
La sonrisa de Valentina se ensanchó.
—Nada, simplemente... soy feliz.
Fin.
M
uchas gracias por el apoyo que le han dado en esta historias, se los agradezco 💛💫
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Intocable |Juliantina
RomanceTras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Valentina es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabellera negra, ojos cafés y mejillas regordetas. ¿Será...