Capítulo 5.

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—Lena, dilo. Tienes que decirlo.

—No.

—¡Vamos! Sabes que es verdad. Vamos, repite conmigo: "Juli tenía razón".

—Y, ¿cómo sé que dices la verdad, eh? A lo mejor solo me estás mintiendo para que te dé la razón. Acabas de decir que Valentina Carvajal estuvo en tu casa comiendo galletas caseras como si fuera una chica normal, eso no tiene ni pies ni cabeza.

—¡Pero es que es una chica normal!

Juliana resopló frustrada, no había forma de hacer cambiar de opinión a su testaruda mejor amiga.

—Además, —Habló de nuevo Lena mientras terminaba de tragar un trozo de sándwich de pavo. —Que se haya comportado mientras hacían un trabajo no quiere decir nada. ¿Sabes lo que me contaron el otro día? Dicen que le rompió un brazo a un tipo en los billares. —Susurra lo último acercándose a su amiga y mirando a los lados con cautela. —Te digo que esa alfa no es trigo limpio.

Juliana gruñó suavemente, no le gustaba que su amiga hablara así. Ella sabía que la mala fama precedía a Valentina, pero no creería ninguno de aquellos rumores hasta que la propia alfa o el supuesto chico al que le rompió el brazo se lo confirmasen.

Muy indignada, se levantó de la silla y recogió su bandeja del almuerzo.

—Juzgar a alguien sin conocerlo no es de buenas personas, Lena, y yo no puedo comerme mi puré de papas ni tomarme mi leche de chocolate sentada en la misma mesa que alguien que no es una buena persona.

Echó a andar con dignidad, dejando a una boquiabierta Lena mirándola en su sitio. Barrió la cafetería con la mirada, aún no había terminado la hora del almuerzo y realmente tenía hambre, así que necesitaba un sitio para sentarse. Pensó en hacerlo junto a Sergio era un beta muy simpático que siempre era amable con ella, pero, entonces, vio la mesa de la epidemia. Todos la llamaban así porque nadie se acercaba a ella, como si estuviera infectada por alguna clase de virus mortal, y el motivo, era que en esa mesa se sentaba Valentina Carvajal. La alfa se sentaba con los brazos cruzados, con los auriculares aislándole del bullicio de la cafetería y con una bandeja de comida intacta frente a ella. Una idea fugaz pasó por la mente de Juliana, ¿qué pasaría si se sentase con ella? ¿Le diría que se marchara? No perdía nada por intentarlo.

Antes de que Juliana tuviera la oportunidad de llamar su atención, el dulce aroma de la omega golpeó a Valentina con fuerza tensando cada músculo de su cuerpo. Cerró los ojos, disfrutando de aquella esencia que se había convertido en su droga favorita, y no le dio tiempo a procesar la presencia de la omega junto a ella, mirando tímidamente sus converse blancas y mordiéndose el labio inferior. Rápidamente se quitó los auriculares.

—Esto... Valentina, ¿puedo almorzar con usted?

La rubia boqueó como un pez fuera del agua. Juliana estaba ahí de pie, frente a ella, incapaz de mirarla a los ojos, preguntándole con esa adorable timidez tan característica suya si podía almorzar con ella. Estaba soñando, estaba convencidísima.

—Despierta. —Se dijo a sí misma y se dio una bofetada.

—Carvajal, ¿está bien? —Preguntó Juliana con preocupación.

Valentina pestañeó aturdida, ¿aquello no era un sueño?

—Eh...quiero decir, ¡claro! Sí, sí, puedes sentarte aquí. Claro, sin problema. —Respondió nerviosamente, incorporándose en su asiento.

Juliana sonrió ampliamente, haciendo desaparecer sus ojos, y el pecho de Valentina se inundó de cálida miel.

—¿Hoy no almuerzas con tu amiga?

Intocable |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora