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Jimin

El timbre sonó mientras yo estaba desayunando. Mi hermana se levantó de su lugar y abrió la puerta y como lo suponía, era el doctor. Me hacía mi chequeo mensual en casa porque no teníamos vehículo, ya que ella no sabía conducir, yo no podía hacerlo y el hospital estaba bastante lejos.

—¿Distingues la luz? —su voz retumbó en la sala. Sus dedos, índice y pulgar, mantenían abierto mi ojo derecho.

—No distingo nada.

— ¿Con el izquierdo sí? -copió la acción y entendí que sostenía una linterna cerca de este.

—Sí, se aclara. Pero no veo nítidamente la luz.

Carraspeó.

— La operación que te hicimos hace un año no está dando los resultados esperados. De ningún modo.

—¿Usted cree que recuperaré mi visión, doctor?

— Bueno, han pasado seis años. La única manera es haciéndote un trasplante de córnea, pero conseguir un donante apto es muy difícil.

Además, es una cirugía muy costosa.

— Entiendo.

Despedimos al hombre y mi hermana lo acompañó hacia la puerta.

Esperé el sonido de esta cerrándose, pero no sucedió. De hecho, una voz conocida lo reemplazó.

— ¡Hermano! —gritó Hyerin —¡Te buscan!

Sorprendido me dirigí hasta la entrada. El perfume que invadió mis sentidos me desconcertó y me obligó a sonreír.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté, invitándolo a pasar.

— No podía esperar a que nos encontráramos fortuitamente en el parque. Hice un cuadro, quiero que me digas qué piensas sobre él.

— Yo mejor me voy a dar un paseo. Adiós Mochi, adiós chico apuesto. Si mi hermano no te quiere a su lado, me tienes a mí.

Me sonrojé, Hyerin siempre me tomaba el pelo. Correteó y cerró la puerta tras irse.

— ¿Mochi? —oí cómo se quitaba el abrigo.

— Así me dice ella, le gusta más. Lo que sucede es que cuando era pequeño, amaba esos postres. También era muy gordito, se reía de mis mejillas rellenas.

Nos sentamos en el sofá y él destapó su cuadro.

Nos sentamos en el sofá y él destapó su cuadro

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— ¡No es mi culpa que no sepas pintar!

— Eres un maldito desgraciado, ¡no sabes de lo que hablas!

— ¡Claro que sé! Yo pintaba también.

- Lo que tú tienes es envidia, ¡es obvio que extrañas hacerlo! ¡Te burlas de mí porque no puedes dibujar algo tan lindo como esto!

— ¡Jamás me burlé de ti, estúpido!

Todo se había salido de control, y era consciente de que yo era el causante.

Su cuadro no me gustaba, simplemente era tosco, no lo había hecho con verdadera pasión.

Sólo quería impresionarme.

— Déjalo, ¿si? Mejor me voy —escuché cómo se dirigía a la salida.

Un nudo se formó en mi garganta.

— Espera —lo detuve.

— ¿Qué quieres?

— No te marches, lo siento. No me dejes solo.

Mis ojos se cristalizaron. No acostumbraba a discutir con nadie, eso me dolía y me estrujaba el corazón.

Me escondí entre sus brazos y me disculpé. Confesé que su pintura era bonita.

—El problema es que aún no siento cómo eres en realidad. Cómo es tu interior o tu alma.

—Deberíamos buscar otra manera. Al parecer no puedo expresarme en un lienzo.

El tiempo pasó y la noche se hizo presente. Nos encontrábamos sentados frente a un ventanal. Él me describía cada detalle que sus ojos captaban, mientras yo me enfocaba en la palma de su mano.

Apoyé mi cabeza en su hombro y, segundos más tarde, sentí cómo mi hermana llegaba a nuestro hogar.

—¿Te gustaría ir conmigo? Estaré pintando toda la noche. Puedes ayudarme —susurró junto a mi oído derecho.

—Claro que sí —sonreí.

Las estrellas dibujaban nuestro camino y nos develaban lentamente el futuro. Sentía soplar el viento y entendía su significado: intentaba hacernos ver la realidad que ocultaban nuestras manos entrelazadas.

Esa noche caminé sin mi bastón, Yoongi fue mi guía.

𝐂𝐄𝐆𝐔𝐄𝐑𝐀 | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora