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Jimin

—El trasplante fue todo un éxito. Nuestro paciente no presentó complicaciones y la sutura fue fácil de realizar. Yo creo que esta tarde podrá irse a casa —escuchaba adormecido —Lo sedamos porque sus pulsaciones se elevaron, pero nada fuera de lo normal.

—Gracias doctor —habló mi hermana —Entonces, ¿sólo fue el ojo derecho el que intervinieron?

—Sí. El donante sólo autorizó trasplantar una córnea.

—¿Usted cree que ahora va poder ver? —como siempre, adivinó lo que yo estaba pensando.

—Todo depende de los cuidados que tenga. Jamás recuperará la visión al cien por ciento, pero puede mejorar muchísimo.

—Algo es mejor que nada —dije canturreando, captando la atención de ambos.

Se acercaron a mí con velocidad. El doctor movió la camilla de manera tal en la que yo quedara sentado. Luego quitó la venda que cubría mi ojo derecho y el corazón se me detuvo.

—¿Logras distinguir la luz?

—Sí, creo que veo bien —una sonrisa se había plasmado en mi rostro y no quería salir de allí.

—¿Cómo te sientes?

Igual de feliz se veía mi hermana. En seis años había cambiado en demasía. Su cabello estaba corto y se lo había aclarado. Las líneas de expresión ya se afirmaban en su rostro, sus dientes blancos no estaban torcidos y su piel se veía más tersa.

—Estoy algo mareado, pero me siento increíble. Aún se ve borroso, creo que debo acostumbrarme.

La luz de la habitación era demasiado fuerte. A través del gran ventanal podía ver las montañas nuevamente. El cielo cubierto de nubes era una obra de arte inigualable.

De pronto, me surgió una duda.

—¿Hay algún espejo por aquí?

El doctor me acercó uno de gran tamaño. El marco era de madera y rectangular. Lo tomé entre mis manos y me vi. Después de seis años, volví a contemplar mi rostro.

Estaba pálido. Mis ojeras habían crecido y mis pómulos estaban aún más marcados.

—¡Qué viejo estoy! —reí.

Mi nariz era la misma, algunas pecas posaban sobre ella. Mis labios igual de finos, mis dientes igual de pequeños. Tenía el cabello largo. Hyerin se había encargado de mantenerlo lacio, sin raíces y prolijo. Con el mismo color rubio que llevaba en el Instituto.

La piel se me veía diferente, como apagada y sin brillo. Lo mismo sucedía con mis ojos. Sobre todo el izquierdo, el cuál aún seguía ciego. Por momentos no logré entender cómo es que pude parecerle bonito a ese muchacho. Pero luego entendí: él me dijo una vez que yo le enseñé, a querer las cosas por lo que realmente son y valen. Le contesté que solo se lo había recordado.

—¿Yoongi vino a verme? —pregunté devolviendo el objeto, dirigiendo la mirada hacia mi hermana.

—Sí, está afuera. No quiso entrar porque tiene miedo de no gustarte.

—Dile que eso es imposible. Que ya lo conozco y así lo quiero. Cítale a Saint-Exupéry: "Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos"

 Cítale a Saint-Exupéry: "Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos"

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Tenía en mis manos un hermoso cuadro. Y era realmente así porque lo habíamos empezado entre los dos; en medio posaba dormido un pequeño zorro. A sus costados y en su centro había hermosas flores amarillas, lo que en un principio iba a ser el animal.

Junto a este había una carta que decía lo siguiente:

"Mi dulce amado:

En mi corazón hay sentimientos alborotados que sólo me dan a entender lo mucho que te aprecio.

Por las noches solo sueño con tenerte a mi lado. abrazarte y convertirme por un momento en alguien capaz de hacer las cosas bien.

Este cuadro representa nuestro amor: yo dormido en el centro y custodiado por tus atenciones. Tú eres las bellas flores que, esbeltas y triunfantes, acarician el viento.

Al fin y al cabo logré volcar toda mi esencia en una pintura, la cual es completamente tuya. Se llama verbéri el condimento que dio a luz un amor tan sincero como el nuestro."

Comencé a llorar cuando bajé el lienzo y allí estaba él. Su cabello desordenado era de color bordó y su porte era tal cual lo había imaginado.

Me rodeó con sus brazos durante un largo rato. Me susurraba cosas hermosas y me comentaba sus planes a futuro, ahora que podíamos pintar más fácilmente. Logró calmarme y lo felicité por haber hecho esa obra de arte.

Sin embargo, mi alma se deshizo cuando lo vi de cerca y me percaté de un detalle que antes no había notado: me sonreía y sobre su ojo derecho posaba un parche negro.

-Perdón, no pude poner mi ego a un lado. Doné una sola córnea porque no quería dejar de verte.

Cascadas caían de mis ojos y no podía apartarlo de mí.

—¡Ahora soy un pirata! ¡Cómo siempre soñé! —intentaba hacerme reír con sus besos y monerías.

Después de todo, descubrir su pasión hacia el amor, hizo que volviera a la vida,

—Yoongi... —hipé y sollocé.

—¿Qué sucede, angelito? —preguntó con ternura, acariciando mis mejillas.

—Te amo.

Unió sus labios con los míos y la eternidad de ese momento efímero quedó grabado, como braille, en mi corazón.

Fin

𝐂𝐄𝐆𝐔𝐄𝐑𝐀 | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora