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Jimin

Eran bellas las calles de Corea tan hermosas como un lienzo abarcando todos los colores imaginables.

Seoul cantaba e iluminaba mis pupilas. Mis pestañas luchaban por no cerrarse. Mis ojos no querían perderse el espectáculo.

Pero tan pronto como me maravillé, perdí el encanto. Todo se volvió negro. Nunca recupere el brillo, los colores, la belleza.

Aunque las ventanas de mi alma se cerraron, nunca jamás olvide el color carmín de los ladrillos, de las rosas, de la sangre. Nunca jamás olvide lo jovial que era al admirar cada detalle de mi ciudad natal.

Sentí por un momento que no volvería a conocer.

Cuán equivocado estaba.

—¡Hazte a un lado! —Gritaron

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—¡Hazte a un lado! —Gritaron.

—¡Estás interrumpiendo el paso! ¡Muévete!

—¡Estorbas!

—¡¿Qué estás esperando!?

Me aturdí.

Sentí una mano en mi espalda, dispuesta a empujarme. Siempre era lo mismo, ya me había acostumbrado.

Esperé la sensación helada de mis rodillas en el asfalto. Pero esta nunca llegó. Mis antebrazos se apoyaron con suavidad en el torso de una persona.

—Lo siento, lo siento. No fue mi intención molestarlo, perdóneme —Balbuceé. Mi aliento chocaba contra su ropa.

—Tranquilo, no es nada —El dueño de esa gruesa voz me tomó de los codos para reincorporarme —¿Estás bien?

Asentí veloz.

—Solté mi bastón, no se donde está. No puedo andar sin el.

Tomó mi mentón y elevó mi rostro. Eso me dio a entender que era un muchacho bastante alto.

—¿Tienes algún problema en las piernas? —Preguntó.

"Ojalá" pensé.

—No, soy ciego.

Soltó mi brazo y en cuestión de segundos sentí el bastón entre en mis dedos. Agradecí.

—No sales mucho, ¿Verdad? —Me incomodé, no solo por la pregunta, sino porque aún no soltaba mi mentón.

—¿A qué viene eso? —Dije en voz baja.

—No veo que sepas andar solo.

—Aún me estoy acostumbrando, discúlpame por ser una molestia para ti —Escupí agresivo.

—Perdóneme por ofenderlo —habló sarcásticamente,para luego susurrar —Tsk, estirado.

Reflexioné con cuidado. Él aún no soltaba mi mentón.

—Lo siento —Dije —Suelo ser muy nervioso, no me está siendo fácil acostumbrarme a andar solo. La verdad es que me perdí y me aturde el ruido de la ciudad.

Toma mi mano delicadamente y guió despacio. Cruzamos la calle y llegamos hasta un banco. Supe que estábamos en una plaza cuando sentí el aroma a crepas.

—¿Eres ciego de nacimiento, o...?

—No —interrumpí —Perdí mi visión en un accidente,hace poco más de un año.

—Lo siento. La verdad es que no noté que no podías verme, no tienes nada en tu rostro que lo indique.

—Si, lo bueno es que no me han quedado marcas. Mi hermana me ha hecho saber que solo se aclararon mis ojos, antes eran de un azul oscuro —Toqué mi frente al sentir una pequeña gota.

—Ahora tienen un color muy bonito. Se lo que digo, amo los colores. Soy artista.

—Yo solía amar el arte. Cuando deje de ver, comencé a discernir entre el arte verdadero y el arte hipócrita.

—¿Cómo las distingues, si no puedes verlas?

—A través de mis sentidos. Puedo sentir al autor al momento de estar frente a una obra sincera. Si no es auténtica, solo siento el olor y el mal gusto de la arrogancia y la codicia. A veces, ni siquiera logro sentir —Lo busqué con mis manos. Encontré su rodilla derecha y en su bolsillo descubrí un pincel.

El pincel con el que pintaría colores que las pupilas de mi alma lograrían ver.



𝐂𝐄𝐆𝐔𝐄𝐑𝐀 | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora