Capítulo 4

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—Debí haberme quedado encerrado —suspiró, cansado de dar vuelta al mismo negocio por quinta vez.

—Nadie te obligó a venir —dije, probándome por segunda vez unas gafas de sol que me gustaban, pero aun no terminaban de convencerme.

—¿Por qué sigues probándote lo mismo?

—No me convencen.

—¿Y piensas que probándotelas diez veces eso cambiará?

—Suele funcionar.

—Definitivamente no.

—Claro —voltee y barrí su cuerpo con mis ojos— ¿Vas a decirme que tú no das vueltas cuando quieres comprarte algo?

—Claro que lo hago, pero cuando algo no me convence lo dejo y punto. Si no me convenció en el primer intento no lo hará en el décimo.

Me mordí la lengua.

Puede que tenga razón en ese pequeño detalle.

—Vamos a la tienda de enfrente —propuse y suspiró pesadamente otra vez.

—Yo quería recorrer la ciudad.

—El shopping forma parte del recorrido.

—Es divertido cuando no te detienes cada dos por tres.

—Último lugar —cedí teniéndole un poco de piedad.

—Gracias por tanto.

Se quejaba, pero él también se había detenido en ciertos lugares para observar algo que le interesaba. A diferencia, es que yo en vez de seguirlo, seguía de largo con mis cosas.

Cruzamos al local de enfrente, y agradecí hacerlo porque había gafas más lindas que las anteriores.

—¿Qué opinas? —pregunté, segura de que venía detrás de mí. Pero Link ya no estaba.

Lo busqué con mis ojos y lo encontré con la mujer del mostrador. Ella se retorcía estúpidamente y sus mejillas ardían de la verguenza, mientras él tenía la típica mirada de idiota, con una sonrisa encantadora que compraba a la joven de enfrente.

Revolee los ojos.

¿Qué más podía esperar de un idiota engreído?

Por un segundo Vallery vino a mi pensamientos. ¿Seguirán juntos? O, mejor dicho, ¿la pobre pensará que están juntos? Porque Link, claramente, no lo consideraba así.

Lo ignoré y seguí con lo mío.

Para cuando había elegido las gafas ideales, él estaba consiguiendo su número de teléfono.

Carraspeé cuando llegué a la caja para llamar la atención de la empleada. Ella desvió la mirada hacía mí y su rostro se transformó. Una de sus cejas se levantó personificando el asco con sus gestos, y sus ojos barrieron mi cuerpo de arriba abajo, observando cada detalle para poder criticarme en su alboroto mental. Se activó su radar de amenazas, porque inmediatamente le llegó la advertencia con mi presencia. Su mirada fue obvia, de esas que te lanzan cuando eres la zorra que quiere quitarle su hombre. No podría confundirla con ninguna otra.

—Hasta que decidiste —se burló Link, rompiendo el silencio. Ella sonrió, siguiéndole la corriente—. Parecías una niña sin saber qué juguete escoger.

Con su comentario, automáticamente cambió la mirada a una de superioridad. Tenía al hombre de su lado, era lo único que importaba ¿verdad?

—Hace rato que terminé. Sólo estaba haciendo un poco de tiempo.

Antes de Medianoche || Especial de Navidad ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora