Capítulo 5

39 0 0
                                    

Acostarme con Link se convirtió en la mejor idea que mi cerebro tuvo en las últimas horas, y las consecuencias que implicaría dormir con mi jefe no me importaron en lo absoluto.

Y claramente que no me importaron cuando sus labios asaltaron los míos y nuestros pies se movieron rápida y coordinadamente para retroceder hasta la habitación. Su sobretodo cayó en el camino, igual que mis tacones y mi suéter blanco.

Él cerró la puerta de una patada, cuando mis manos buscaban desesperadamente quitar la camisa inmaculada de su pecho. Desaté cada botón, mientras él quitaba sus zapatillas y desataba su cinturón. Lo arrojó a un lado, dándole paso a mis manos ansiosas a tratar con el botón de su pantalón. Sentí su bulto cuando lo rocé sin querer, y fue como si de repente apretará alguna especie de botón de autodestrucción.

—Maldita sea —soltó en forma de gruñido, y reaccionó tomándome de la cintura. Me obligó a retroceder hasta toparme con la cama, me quitó la blusa justo a tiempo, antes de caer rendida ante él. Subió gateando hasta alcanzar mi rostro, y en contraste a su alterada forma de respirar, me quedó observando fijamente por unos segundos, en completo y tranquilo silencio.

—¿Qué? —pregunté, un poco ruborizada—. ¿Acaso aún no te lo crees?

El humor suele funcionar.

—Definitivamente no.

Sonreí maliciosa, y fue cómo si sólo necesitará de ello para dejarse llevar.

Mis sentidos estaban perturbados. Mi conciencia estaba perturbada. Todo estaba realmente arruinado en mí para acostarme con Link Soter, pero maldita sea... ¡Qué buena decisión había tomado!

Por un momento solo existieron sus labios recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, bajando suavemente desde mi cuello hasta mi cintura. Sus manos esculpieron una obra de arte en mi piel, deshaciéndose de mis pantalones, acariciando el interior de mis muslos, manejando a la perfección la zona más erógena de mi cuerpo.

No sentí que nuestros cuerpos se fundieran, como tampoco sentí que nuestras miradas se conectarán en algo más allá que el placer que sus ojos transmitían.

Jamás sentía esa mierda, y eso significaba que el sexo había sido genial.

Esta no fue la excepción.

Mi mente quedó aturdida cuando sus penetraciones y caricias me elevaron hasta alcanzar el pleno éxtasis. Sus gruñidos y gimoteos me dejaron en claro que él también lo había disfrutado.

No recuerdo si fue un round, dos o tres, sólo recuerdo caer rendida por última vez en esa cama de hotel tan cómoda. Recuerdo su sonrisa engreída.

Seguía allí a pesar de todo.

Y por un momento, sólo por un instante, me sentí una estúpida por haber caído en sus malditos juegos.

Pero la sensación de plenitud y renovación que dejó luego de su increíble trabajo hicieron que valiera la pena. Tenía mucho estrés, debía eliminarlo de alguna forma y nada mejor que hacerlo con un polvo ebrio.

La luz a mi alrededor se apagó cuando mis párpados cayeron vencidos ante el cansancio.

Sentí un rato más tarde, sus suspiros cálidos en mi cuello y su calor a mis espaldas.

Recuerdo haber escuchado algo saliendo de su boca. Yo respondí, y sentí a su cuerpo relajarse detrás de mí.

Supuse que al final lo había dejado dormir allí.

Fue de lo último que recordé, antes de abrir los ojos al otro día y levantarme como si me hubiera dado algún ataque al corazón.

Me senté asustada, sin saber la hora ni lo que pasaba a mi alrededor.

Antes de Medianoche || Especial de Navidad ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora