Capítulo 7

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La hora del almuerzo llegó y empecé a preocuparme. No sólo porque mi estómago comenzó a hacer ruidos extraños, sino porque dudaba que tanta comida podría quedar luego de que Link invadiera el refrigerador común.

Tal vez, si saldría ahora mismo de mi refugio podría conseguir algo antes que él, y con suerte podría volver corriendo hacía aquí.

Sí, parecía una estúpida esquivándolo, pero prefería eso antes que lidiar con alguien tan insoportablemente humano.

Logré escabullirme en la cocina sin dejar rastros de mi presencia en el camino, y sin perder un segundo más fui directo al refrigerador.

A tiempo.

Aún estaba un poco lleno, y supe que Link todavía no había pasado por aquí.

Fue entonces cuando me apresuré en buscar provisiones. Después de todo, debía pasar todo el día encerrada...

Sólo había frutas, comida en latas, en paquete cerrados o porquerías del estilo como golosinas. Tomé lo más parecido a un almuerzo, un jugo frutal en botella, una fruta fresca y un...

—¿Hambrienta? —su voz hizo saltar a mi cuerpo de su lugar.

—¡Maldita sea! —grité como reacción a su movimiento que me tomó por sorpresa. Link apareció y no sé en qué minuto se colocó detrás de mí—. ¡¿Quieres matarme del susto?!

—Ups, no quería asustarte.

—Claro... y no entiendo porque te creo cada palabra.

—Bueno puede que si quería —se inclinó hacía el interior del refrigerador y tomó lo que justo yo iba a agarrar hasta que quiso aparecerse, un pequeño sándwich de jamón y queso.

—¡Ey! ¡Eso era mío! —reclamé, considerando que era el último.

—Supongo que llegaste tarde —se encogió de hombros, y de un empujón con su cintura me corrió de en medio.

—¡Oh no! Estás equivocado —fruncí el ceño y devolví su gesto. Mis manos lo empujaron mucho más lejos que su cadera a mí.

—¡Ey! ¿No ves que estoy intentando sacar algo?

—¿Estás de broma? —grité, enfurecida.

Sólo él tenía el don de enfadarme tan rápido.

—¿Qué crees que estaba intentando hacer yo hasta que viniste?

—No debes mantener el refrigerador abierto —volvió a empujarme con su cadera.

—¡Link!

Lo empujé otra vez.

—¡Ali!

Me empujó otra vez.

—¡Córrete!

Lo empujé.

—¡Córrete tú!

Me empujó.

—¡Tienes toda la maldita cocina para buscar comida!

Y otra vez.

—¡Quiero el refrigerador!

Y otra vez más.

—¡Ay! —grité, sacada de quicio— ¡¿Tenías todo el maldito día para venir a la cocina y justo decides aparecer ahora?!

—Ya tenía hambre.

—¡Eres un idiota!

Esperó mi empujón, pero no llegó porque volteé enfadada para marcharme de ahí.

Antes de Medianoche || Especial de Navidad ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora