Capítulo 10

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Jugamos hasta cansarnos.

Lo hicimos en la oficina de Richarson, en la cocina, en los baños y la sala de reuniones generales. Recorrimos el lobby principal, el ascensor y su oficina.

Disfrutamos, hasta que nuestros cuerpos suplicaron una pausa.

Él no se molestó en vestirse y se dejó caer en el enorme sofá de su oficina. Seguí sus pasos, después de colocarme mis bragas y mi sostén.

Me acosté a su lado, justo debajo de su brazo estirado. Cómo si lo hubiéramos hecho antes, me acomodé sobre su pecho y busqué la posición más cómoda para mis piernas: justo entre las suyas. Él no dijo nada al respecto, tampoco se opuso a enredar sus piernas con las mías.

Nos quedamos allí en silencio, mientras presenciaba como nuestras respiraciones retomaban su curso normal poco a poco. Estuvimos unos largos e interminables minutos así, mirando el techo de su oficina, enredando mis pensamientos en ideas y dudas existenciales.

Fue en un segundo cuando la mirada cómplice de Valery con Link durante su primer día se aclaró en mis recuerdos.

¿Seguirán juntos? Fue lo primero que pensé inevitablemente, seguido de las veces que podrían haberlo hecho en este mismo lugar, si no es en el sofá qué estoy acostada, y un sentimiento extraño de repulsión me recorrió de punta a punta.

La idea de imaginarme a Link con otra, haciendo exactamente lo que estábamos haciendo hace unos minutos, en el mismo lugar, y de seguro con los mismos ridículos cumplidos me removió el estómago y me dieron náuseas. Luego pensé, en cómo todo esto me convertía en una estúpida más de su lista, y la sensación de asco fue reemplazada inmediatamente por el enojo.

¿Qué demonios estaba sucediéndome?

Sonreí con la chica que quiso asesinarlo en California, y seguido de ello la misma pregunta que rondaba en mi cabeza todos los malditos días volvió a mí.

Y no fui capaz de contenerme, porque me había guardado muchos sentimientos y demasiadas palabras que deseaba escupir en su rostro y que, por respeto y profesionalismo no lo hice.

Entonces, me atreví a decirlo.

—¿Link? —llamé a su nombre, aún dudando de lo que hacía.

—¿Si? —respondió con una voz ronca como si hubiera estado a punto de dormir.

—Hay algo que estuve pensando por unos días.

—Te escucho.

—¿Recuerdas lo que... California? —carraspeé de por medio.

—¿Exactamente qué?

—Tú sabes... lo que hicimos —sentí en mi cabeza como asentía levemente—. Quería saber si... tú en verdad... —intenté terminar, y no entendí como se me hacía tan difícil formular una pregunta que me repetía una y otra vez para mí misma.

—No —dijo, como si supiera a la perfección a que me refería—. No lo hice por eso.

—¿De qué hablas? —pregunté, confirmando si nos referíamos a lo mismo.

—Sé que es difícil de creer, pero no me acosté contigo por ese papel.

—Supongo que no hay manera de confirmarlo —dudé, un poco sorprendida de su capacidad de entenderme.

—Si te sirve, iba a robarte ese papel de alguna otra forma.

—Gracias, supongo... —me encogí de hombros, confundida de como tomar lo que estaba confesándome.

Antes de Medianoche || Especial de Navidad ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora