-Eskol me alegra verte. ¿Conseguiste terminar el contrato?
-Por supuesto, aquí tienes los documentos de la academia.- Le di los papeles al hombre que me había contratado antes de ir con Aila.
-Se acabaron los secretos por fin. Ahora todo el mundo conocerá las verdades del mundo.
-Me da igual que hagas con ellos. Mi pago, buen señor.- Le extendí mi mano, me dio una bolsa de monedas.
-Nos volveremos a ver, cuando necesite algo mas de ti.
El hombre se alejó dejándome en la orilla norte de Beltón. Seguí mi camino por la orilla hacia este hacía la gran ciudad, seguramente allí tendría más trabajo, pero también estaba mi pasado rondando por esas murallas. Me quedaba un día a pie, pero me encontraba bastante cansado, así que me acerque a la carretera y espere a que algún comerciante pasase por ahí. Tarde una hora en que alguien me llevará, a pesar de tener bastantes monedas, la gente es muy desconfiada. Las guerras no ayudaron mucho a que los pueblerinos tuvieran confianza, aunque hace casi un siglo que no hay ninguna. Las guerras convirtieron el mundo en dos facciones importantes, los magos y los que odian a los magos. A pesar de que todo el mundo puedo usarla, hay gente que se niega, lo ve como una maldición. Ambas partes creen fuertemente en sus creencias y niegan la opuesta, pero ambas tienen razón. La magia es una bendición y una maldición a partes iguales. A pesar de esas dos facciones existe gente neutra, que vive sus días como puede, sin darle importancia a las bendiciones o maldiciones, coje lo que tiene a mano para vivir su vida de la manera mejor posible. Yo estaría entre el último grupo, el grupo de los supervivientes.
A finales de día ya se veían las murallas a lo lejos, imponentes e infranqueables. Entramos por las grandes puertas sin muchos problemas, ya que los guardias no miraban realmente quien entraba. El comerciante llego a su puesto y nos separamos, no sin antes darle una generosa cantidad de dinero. Me dirijo a una de las posadas más reconocidas en la ciudad por los cuidados que tiene hacia los clientes. Pague por varias noches ya que quería buscar algún contrato a largo plazo en la ciudad. Una vez dejada la bolsa con la ropa, volví a salir a dar un paseo por los alrededores.
-Disculpe, señor.- Me decía una pequeña niña que no debía tener más de diez años.
-¿Qué necesitas?
-No encuentro a mi madre.- Dijo entre lágrimas.- Se fue con un hombre hace dos días y no ha vuelto a casa. Siempre vuelve a la noche, pero no volvió. Los guardias no me hacen caso...
-Toda acción cuesta algo ¿Qué me puedes ofrecer?- Me ofreció una pequeña bolsa negra.
-Si me ayudas esto será tuyo. Espero que sea suficiente.- Cojo la bolsa y examinó su contenido. Tenía 2 monedas de plata y una gema, por la gema podría sacar 1 monada de oro con suerte.
-Vale, es más que suficiente. Cuando encuentre a tu madre, me la tendrás que dar.- Se la devolví y me marche.- Yo te encontraré, así que solo vivé.
Tendría que buscar en los bajos fondos de la ciudad, no era un lugar espeluznante ni sombrío, pero era donde más información se movía. Tenía un viejo amigo que me podría ayudar a encontrar a la mujer, aunque no tenía mucho sobre ella, solo el aspecto físico y poco más. Entre en un pequeño establecimiento donde vendían pócimas.
-¿Qué necesita, buen señor?- Me decía el dueño.
-Necesito algo para encontrar a quien busco, me dijeron que este era un buen lugar.
-Por supuesto, para un viejo amigo tengo todo lo que este a mi disposición.
-Necesito encontrar a una mujer, desapareció hace unos días, tiene el pelo rubio, ojos marrones, más o menos metro cincuenta, con una hija.
-Se de quien hablas y también se con quien tienes que hablar.
-¿Con quién?
-Con tu padre.- Dijo sin tapujos dándome una mirada preocupada. Este contrato iba a ser bastante fastidioso de realizar....
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Contratos mágicos
Science FictionEskol un extraño mago con muchos secretos a sus espaldas, vive al día sin importarle los demás. Pero Aila aparece en su vida para ofrecerle otro estilo de vida completamente diferente. ¿Conseguirá Aila cambiar la caótica vida de Eskol?