I. Francis por siempre

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Seguí su dedo con la mirada y vi que estaba apuntando a una de las chicas que se sentaba hasta el frente, en un grupo de tres o cuatro amigas. Me parece que se llamaba Lisa, ¿o era Marie?

—Ya déjalo — le respondí mientras soltaba un bufido de desaprobación. — No hay ninguna chica, ¿está bien? — le dije esperando que fuera suficiente para él. Conociéndolo, no lo sería.

—Vamos, Will — me espetó Ollie. Haciendo uso de todo el aire dramático que pudo, continuó — Sólo se vive el primer año de la universidad una vez en la vida, y no permitiré que lo pases sin salir con una chica.

Ollie continuó con sus investigaciones mientras yo negaba todos los cargos. Estaba esperando que eventualmente se aburriera y se diera por vencido, pero a estas alturas ya debería saber que no hay que subestimarlo. Logré resistir hasta que la campana sonó y no tuvo más remedio que desistir.

—No creas que esto se va a quedar así — me dijo Ollie apuntándome con el dedo amenazadoramente mientras se acomodaba en su asiento.

El resto de los alumnos se apresuró a entrar al salón, continuando sus conversaciones de forma ininteligible para alguien escuchándolos a todos a la vez. Las voces fueron apagándose una a una cuando entró el profesor, iniciando la primera clase del día, empezando oficialmente el primer semestre de la universidad.

Mientras el señor McCarthy hablaba sobre rúbricas y planes de estudio, me descubrí volteando al único asiento vacío del salón.

"Así que faltó al primer día de clase, ¿eh? — me dije a mí mismo, preguntándome qué habría pasado. — ¿Tal vez está enferma?"

El día estaba pareciendo ser más largo y aburrido de lo que tenía imaginado, Ese suele ser el problema de la primera semana de clases.

. . .

Estaba en el autobús de regreso a casa, escuchando música con mis audífonos, preguntándome si podría soportar todo un semestre de esto, cuando alguien pidió la parada unas calles antes de donde me bajaría normalmente. Como aún era temprano y, sinceramente, no tenía nada mejor que hacer ni prisa por llegar, decidí bajarme ahí mismo en lugar de obligar al chofer a hacer detenerse dos veces tan cerca una de la otra.

—No me vendría tan mal hacer un poco de ejercicio — me dije mientras salía del autobús y me ajustaba los audífonos.

Al caminar, dejé que mis pensamientos se deambularan por ahí, mientras que mis pies me conducían en automático por unas calles que han recorrido desde que saben andar. Tarareando la melodía de una canción, me di cuenta de que realmente no le estaba prestando la atención que se merecía, así que la repetí para esta vez escuchar la letra. Cuatro canciones y media después, terminé en una calle rodeada de árboles, al voltear hacia arriba para verlos, un rayo de sol que se escabulló entre las hojas me cegó un momento. Decidí descansar y me detuve frente a una casa que no era la mía.

¿Me había perdido? Inspeccioné los alrededores mientras mi mente volvía a mi cuerpo, tratando de averiguar qué había pasado y cómo habíamos llegado hasta aquí. Puse más atención y entonces empecé a recordar.

"Ah, claro — pensé —, así que eso fue lo que pasó."

La casa se veía bastante diferente, por eso no la reconocí a la primera. El frente estaba pintado de un color distinto, las rejas y ventanas no eran las mismas, los carros que se veían dentro no eran los que recordaba, ahora había un segundo piso y ya no estaban los columpios y resbaladillas en el patio de enfrente, pero no cabía duda, esta era la casa de los Thompson.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que vine? ¿Diez, quince años? Mis padres eran amigos de los Thompson, creo que los cuatro fueron juntos a la preparatoria o algo, así que solíamos pasar aquí todos los fines de semana. Mientras los adultos platicaban de cosas aburridas entre ellos, yo pasaba el tiempo jugando con Lucy.

Lucy era la hija de los Thompson, una niña de mi edad a la que llevaba muchísimo tiempo sin ver. Debo admitir que me emocioné un poco cuando me enteré de que estábamos en la misma clase en la escuela, por eso me decepcioné al ver que no se había presentado, ¿por qué faltaría al primer día de clases?

Seguí otro rato parado frente a la reja, recordando viejos tiempos y tratando de descubrir cuándo y por qué dejamos de venir. Llegué a la conclusión de que a veces los amigos dejan de verse un día y nunca vuelven a hacerlo.

Mientras pensaba, un automóvil pasó detrás de mí y me sacó de mi ensimismamiento, me di cuenta de lo raro que debía lucir estando de pie frente a una casa que no era la mía, así que decidí marcharme. Terminó la canción que estaba escuchando y, como no estaba de humor para escuchar la que seguía, empecé a buscar una diferente de la lista de reproducción. Estaba tan concentrado tratando de elegir una nueva canción, que no vi a la persona que venía doblando la esquina al mismo tiempo que yo y ninguno de los dos fue capaz de detener el impacto.

Cuando ves una película romántica donde un chico conoce a una chica, los protagonistas suelen encontrarse chocando en los pasillos de la escuela. La chica tira sus libros al suelo y ambos, apenados, entre disculpas balbuceadas y mejillas sonrojadas, se ponen a recogerlos. Tal vez sus manos se rozan un momento y las apartan de inmediato sin voltear a verse, alejándose cada quién por su camino. Conforme la película avanza, ambos empiezan a enamorarse uno del otro, hasta que llega el clímax y se besan por primera vez, entre fuegos artificiales y un coro de ángeles.

Pero claro, esto no era una película romántica. Ninguno de los dos estaba cargando libros en las manos, así que nada cayó cuando nos encontramos. Tampoco acabamos sentados en el suelo; más que un choque estrepitoso, fue un simple tropiezo. Estaba buscando palabras para disculparme, y entonces le di un segundo vistazo a la chica que estaba frente a mí. Se veía bastante distinta, por eso no la reconocí a la primera. Tenía el pelo de un color y un largo distinto que hace 10 años, ya no tenía frenos, pero ahora usaba lentes, ¿siempre había estado tan guapa? A pesar de todas estas diferencias, no cabía duda; acababa de chocar con Lucy Thompson.

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