Lucy se veía desconcertada, parecía que no estaba acostumbrada a chocar con desconocidos en la calle. A ella le tomó un poco más que a mí darse cuenta de lo que estaba pasando. Cuando por fin me reconoció, sus ojos se abrieron como platos y se mantuvo boquiabierta un segundo, estaba seguro de que en cualquier momento empezaría a gritar.
— ¡Chilly Willy! — me llamó Lucy emocionada, ya ni siquiera recordaba ese nombre. Lucy había empezado a llamarme así desde que éramos pequeños. Según ella, el nombre se le ocurrió porque solía ser muy calmado (chill) y me llamo William, entonces... Chilly Willy. Era eso, o por la pijama de pingüino que usaba cuando tenía siete años, no hay forma de saberlo.
— Hola, Lucy — le respondí —. Cuánto tiempo.
— Demasiado — me dijo, cruzándose de brazos y agitando suavemente la cabeza de un lado a otro. Ese simple movimiento causó que el pelo, que le llegaba a penas a los hombros, se sacudiera un poco. Los rayos de sol lo golpeaban de cierta forma que hacían que el castaño claro pareciera casi dorado.
Aparté la mirada como por reflejo, no quería que pensara que me le había quedado viendo. Por suerte, parecía que no se había dado cuenta. Siguió un silencio incómodo, hice mi mejor esfuerzo por tratar de buscar qué decir, el problema es que aún no decidía si quería una razón para irme y continuar con mi vida, o una razón para quedarme otro rato hablando con ella.
Lucy no me dio tiempo de pensar. Se fijó detrás de mí y vio desde dónde venía, no le costó demasiado conectar los puntos. Me dedicó una mirada inquisitiva, seguramente estaba pensando algo como "¿Qué hacías paseando frente a mi casa?". Supongo que la expresión que puse fue lamentable, porque terminó por apiadarse de mí ahorrándose la pregunta.
Al final tuve que tomar una decisión antes de que el silencio se prolongara demasiado.
— Bueno — comencé a decir —, será mejor que me vaya. No quiero llegar tarde a mi casa — mentí.
— Claro que no — me dijo ella —. Tenemos mucho de qué hablar.
Lucy comenzó a andar hacia su casa y, a falta de una mejor opción, la seguí. Nos sentamos en una de las jardineras que estaban en la banqueta, cubriéndonos del sol bajo la sombra de un árbol. La jardinera no era tan alta, lo suficiente para poder descansar los pies cómodamente sobre el suelo, pero al voltear hacia un lado me di cuenta de que Lucy tenía que balancear sus piernas en el aire, lo cual le daba un aspecto un tanto infantil. Sonreí un poco al recordar los momentos que pasábamos antes.
— Entonces — comenzó a decir Lucy —, ¿qué te trae por aquí?
— Me perdí — Le respondí, esperando que fuera suficiente para ella. Por la forma en que me miró, supuse que no lo había sido, así que continué —. Iba a mi casa saliendo de la escuela, pero parece que me distraje en el camino y terminé aquí — de repente recordé el asiento vacío que había visto en el salón unas horas antes —. Pensé que te vería hoy en la escuela, ¿por qué no fuiste? — Eso pareció tomarla desprevenida, supongo que ella no sabía que estaríamos juntos en la misma clase. Lucy se veía un poco tensa, había dejado de balancear sus pies y ya no me miraba, tenía los ojos fijos al frente, hacia la calle. No tardó mucho en recuperarse.
— Bueno — comenzó a decir, encogiéndose de hombros —, lo que pasa es que a veces la vida se interpone en nuestros planes — volvía a ser la misma Lucy despreocupada que recordaba, como si le bastara sacudirse los problemas con la mano para que dejaran de afectarla —. No creo que te suene el nombre Wendy Hall — me dijo sin voltear a verme, jugando distraídamente con sus dedos, yo negué con la cabeza —. Era una chica que vivía por aquí — continuó —¸ solía ir a su casa a jugar cuando éramos pequeñas, un poco después de que dejaras de venir a visitarme.
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La lista
RomanceDespués de su primer día en la universidad, Will se encuentra con Lucy, su amiga de la infancia a quien llevaba años sin ver y la que lo invita a acompañarla a completar la lista de cosas que le gustaría hacer antes de morir.