Lucy se levantó decidida y me sujetó del antebrazo antes de que pudiera protestar, dirigiéndome a la pista de baile, no sabía por qué, pero era muy difícil decirle que no. Podía sentir el rubor subiendo por mis mejillas, seguramente a causa del alcohol.
A mi alrededor, todo mundo estaba bailando con una canción que yo nunca había escuchado. Traté de observar los movimientos de los demás para imitarlos, pero a mí me parecía que sólo saltaban de un lado para otro sin son ni ton. Como siempre, Lucy notó mi preocupación y llegó al rescate.
—No te preocupes — me dijo — no hay que hacerlo bien, simplemente hay que hacerlo.
Me tomó de los brazos y los movió de un lado a otro, de arriba abajo, al frente y atrás, todo mientras saltaba de un pie al otro y movía la cabeza al ritmo de la música. Yo sólo podía verla a ella; no podía dejar de mirar sus ojos marrones, que parecían cambiar de intensidad según su estado de ánimo; las pecas de su rostro, que parecían pequeñas estrellas en sus mejillas; la sonrisa que me dedicaba, y que en este momento era sólo para mí, que brillaba bajo la luz ultravioleta.
Una a una, las voces en el fondo empezaron a apagarse, la gente empezó a desaparecer, hasta que en el mundo sólo quedábamos Lucy, yo, y el DJ, que seguía poniendo música que no conocía, pero que servía para que bailáramos. Mientras estuviera con ella, todo estaría bien, no me importaba hacer el ridículo frente a decenas de desconocidos, siempre y cuando pudiera verla sonreír.
—Oye, Will — me dijo Lucy, devolviéndome al mundo real — ¿ya viste? — preguntó, apuntando con la cabeza hacia las mesas al fondo del club. En una de ellas había una chica que apartó la mirada inmediatamente cuando me volteé — te ha estado mirado desde hace rato ¿por qué no vas a hablarle? No es justo que sólo yo me divierta, me quedaré aquí mientras tú estás con ella, ¡te estaré vigilando!
Traté de negarme, pero era muy difícil decirle que no, así que, antes de darme cuenta, me estaba dirigiendo a aquella mesa, preguntándome cómo había llegado hasta aquí.
—¡Hola! — saludé a la chica que se encontraba ahí, concentrada completamente en su bebida — Me llamo Will, te vi desde la pista de baile y pensé en venir a saludar, ¿puedo?
Una de las ventajas del alcohol es que, aunque no lo pareciera por fuera, estaba increíblemente nervioso, podía sentir el sudor acumulándose en mis manos. La chica me miró con un aire de incredulidad.
—¿No se molestará tu novia por estar aquí?
Ese comentario me dejó bastante desconcertado. ¿Novia? ¿de qué estaba hablando? Seguí sus ojos con la mirada, hacia algo que estaba detrás de mí. Y ahí la vi, en medio de la gente, bailando como alguien que nunca lo ha hecho, haciendo el ridículo y sonriendo. Lucy me vio y me saludó, dándome unos pulgares arriba para mostrar su apoyo.
"Oh — de pronto entendí, y darme cuenta casi me dejó sobrio —, ya veo."
—¡No, no! — dije, defendiéndome con las manos — Lucy y yo sólo somos amigos.
—Sólo amigos, ¿eh?
No sonaba muy convencida, pronunciaba cada palabra con cautela, seguramente tratando de descifrar si estaba diciendo la verdad o si era uno de esos chicos que se iba a ligar con cualquiera en cuanto su novia se daba la vuelta. Tenía que hacer algo al respecto, tal vez aún podía salvar la situación. Decidí contarle sobre la lista de Lucy y sobre cómo simplemente la estaba acompañando a hacer las cosas para llenarla. Le conté de la vez que fuimos a la escuela de noche a cazar fantasmas; de aquella vez cuando fuimos en busca de tesoros a las tiendas de segunda mano; de cómo casi me convence de colarnos en un acuario de noche, pero le había dicho que no quería meterme en problemas. Estaba a punto de empezar otra historia, cuando de repente la chica se levantó de su silla.
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La lista
RomanceDespués de su primer día en la universidad, Will se encuentra con Lucy, su amiga de la infancia a quien llevaba años sin ver y la que lo invita a acompañarla a completar la lista de cosas que le gustaría hacer antes de morir.