Interludio

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Obi-Wan había quedado devastado por la trágica noticia que le dio su segundo aprendiz, Luke Skywalker. A pesar de ser un Jedi, se sintió vacío, su hija no estaba, había muerto en la Segunda Estrella de la Muerte, y tomó la difícil decisión de apartarse de toda la civilización e irse a Tattoine.

La arena no era un problema para él, no era Anakin, tampoco lo era la soledad, eso era lo mejor, así tenía tiempo de sobra para meditar, a modo de lucha interna entre sus emociones y sus conocimientos Jedi. Recordó las veces que Yoda dijo lo de no tener apegos, y eso le hizo pensar en que si no hubiera estado con Satine, nada de eso hubiera pasado. Maul casi asesinó a su amada, tomó una decisión equivocada, debió dejarla morir, o eso pensó por un momento. No sintió miedo por perder a la duquesa, ni por un segundo, pero no pensó en que estar con ella traería consecuencias.

Pensar en todo lo que salió mal hizo que tuviera que meditar más tiempo de lo normal, e incluso recordó alguna de las enseñanzas de su maestro Qui-Gon Jinn para lograr trascender a la muerte y convertirse en algo más poderoso de lo que cualquier Sith podía lograr con la inmortalidad. No tenía pensado morir, no todavía. Nunca sintió la tentación de saber cuándo iba a morir, tampoco era vital para su día a día en el gran mar de dunas, pero nunca quitó el objetivo de su cabeza.

Sentado en medio de la habitación, sintió la llamada de su sable de luz, más concretamente del cristal Kyber. Para ser un simple cristal, emanaban vida, y eso era una señal de pureza para el pelirrojo, una señal de que todavía no estaba ni remotamente cerca de caer al lado oscuro, algo que se le cruzó por la mente en alguna que otra ocasión. Otras veces se preguntaba que tal estaba Korkie y Satine, pero sabía que el nuevo duque de Mandalore se las podía arreglar sin su padre. Obi-Wan no sabía nada de política, aunque coincidía en opinión, la mayoría de las veces con la madre de sus hijos. A pesar de los 5 años que había pasado desde que se exilió, no echaba en exceso de menos a su hijo y a Satine, pero si a su hija. No porque no los amara, si no por el entrenamiento dado a la pequeña.

La noticia le cayó como un jarro de agua fría, se preparó todo el tiempo para perder a Satine o a Korkie, pero no para su hija Beatrix. No sabía cómo ocurrió, pero tenía la teoría de que Maul la mató, ella era buena peleando, la habían enseñado bien, pero el zabrak proveniente de Dathomir era demasiado poderoso, a pesar de su edad, pero las habilidades de Beatrix con la fuerza eran extraordinarias y eran sin duda un peso para poner a favor de la Alianza Rebelde la balanza de la guerra civil.

Por un lado, quería saber que ocurrió, pero por otro, prefería ser ignorante y seguir con su exilio, algo que los demás no estaban de acuerdo, sobre todo Anakin, quien ya había colgado el sable y decidió retirarse, algo muy poco común en los Jedi.

Sintió una presencia, una marca de la fuerza que hacía muchos años que no sentía. Qui-Gon se mostró ante el viejo Ben Kenobi, nombre que le puso cariñosamente Satine hace tantos años atrás. Ambos se miraron, y sin decir ni una sola palabra, supieron lo que pensaba el otro, algo bastante común en los usuarios de la fuerza. Ahí supo que estaba más cerca de su objetivo.

Rebelion | A Star Wars FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora