🍁» Una Reina Hecha Cenizas

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La habitación se encontraba vacía, estática y olvidada, y sobre el viejo trono había una chica, tan quieta y callada que se fundía con el silencio

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La habitación se encontraba vacía, estática y olvidada, y sobre el viejo trono había una chica, tan quieta y callada que se fundía con el silencio.

Su nombre era Alessia White, y estaba hecha de cenizas.

Era un títere, una sombra, un espejo.

Era la reina, y no era nada a la vez.

«Eres todo lo que la princesa Klamer debió ser, Alessia, eres todo y más» había dicho su madre mientras cosía uno de sus ojos. Ojos de cristal, los más azules y brillantes de todo el océano ( aunque uno era ciego, estaba mal cosido ).

Alessia suspiró. Un pequeño sonido que hizo eco en el salón vacío. Con letargo se puso de pie ( si no tenía cuidado podía tropezar. El algodón era demasiado suave ), y se alejó despacio del trono, comenzando a caminar hacia otra desértica habitación.

Era una muñeca con corona, el reemplazo de una chica real, y cuando no estaba fingiendo ser ella, estaba sola.

Tan sola que si realmente estuviese viva le dolería.

Las paredes blancas le devolvieron la mirada mientras se dirigía a ningún lugar, con la cola de su vestido igual de blanco arrastrándose detrás de ella.

Ella no lo supo ( no podía verla ), pero en la viga del techo, aquella sobre su cabeza que sostenía el gigantesco candelabro de cristal, había otra chica, que la observaba con total atención.

Una princesa de oscuras plumas sin corona.

Tenía el cabello negro azulado muy largo, tanto que le cubría la cintura, ojos negros como trozos de carbón pulido, y en cada mano garras, tan filosas como las plumas de sus alas.

Ella era El cuervo, la temible bruja de los bosques nocturnos.

Con el sigilo de una sombra, El cuervo se arrastró por las vigas, siguiendo a la pequeña títere de algodón por los pasillos, embelesada por el suave tic tac de sus pasos.

«Relojes, relojes, el tiempo se nos está agotando».

Y entonces, una puerta se cerró, dejando a su presa del otro lado.

El cuervo la observó un instante, enterrando sus garras en la vieja madera, y luego con un ágil salto, bajó hasta el suelo de caliza blanca, sin producir ningún sonido.

Y sonrió mientras avanzaba hacia la puerta.

Alessia bajó los escalones despacio, tratando de recordar hacia dónde iba. ¿Se dirigía a la cocina por un poco de comida o iba hacia la biblioteca a leer junto a la ventana?

Ella no lo recordaba, y mientras intentaba hacer memoria, se dió cuenta de que tampoco recordaba aquellas escaleras, ni hacia qué parte del castillo la llevarían.

«¿Qué es este lugar?» se preguntó, mirando confusa las paredes grisáceas llenas de telarañas y estantes con viales y tarros de hierbas viejas y marchitas.

Solo un ventanal en la pared frente a ella dejaba colarse la luz, tan gris y fría como el resto de la habitación, y al acercarse, al otro lado del cristal observó un bosque de árboles altos y con pocas hojas gélidas y blancas, tan lleno de niebla que no podía ver nada más allá.

La reina suspiró, y su aliento era frío.

Giró, observando las estanterías en las paredes, y sus ojos de botón zafiro se posaron en una pintura polvosa, abandonada en un rincón.

Se acercó y con la punta de sus dedos quitó una línea de polvo, y otra, y otra más.

Debajo de aquella capa de olvido había un dibujo hecho con retorcidas líneas de tinta negra, que parecían moverse suavemente, como si en lugar de papel, fuesen algas sobre agua.

Parecían ser símbolos, cuyo significado ella desconocía, pero entre más veía, más claro se volvía todo.

Alas azules, garras y una máscara de plumas oscuras.

«El cuervo de los bosques» susurró Alessia en voz baja, pero entonces el dibujo ya estaba mutando, y las alas desaparecieron, sustituidas por un par de pequeños cuernos negros, la máscara se convirtió en colmillos y el azul cian se tornó rojo sangre. «La reina Melody de Forest».

Apartó la mirada de la pintura y observó a su alrededor, sintiéndose observada por la niebla, pero ahí con ella no había nadie más.

Volvió a mirar el cuadro y ahora la Reina Melody estaba vestida de blanco y negro, su cabello había perdido por completo el color, y sus ojos, que antes habían sido dos gotas de color, ahora eran dos botones cosidos en su cara, goteando sangre negra sobre ella.

Alessia White gritó, llevándose las manos a la cara, en busca de cualquier rastro de sangre, sin encontrar nada.

Su corazón de relojería se aceleró, el miedo y la confusión recorrieron su cuerpo.

¿Qué había visto?

Gateó hasta la pintura y la tomó, pero cuando sus ojos de botón recorrieron el papel, este estaba intacto, cubierto de polvo y mohoso, y ni una sola línea de tinta se movía sobre él.

Las Crónicas De Evercon - Original StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora