✨ » El Lamento del Ángel

17 7 2
                                    

No soy un ángel, ni lo seré hasta que muera; seré yo misma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No soy un ángel, ni lo seré hasta que muera; seré yo misma.

Charlotte Brontë

¿Alguna vez escuchaste hablar de los ángeles?

Dicen que eran criaturas con alas de plumas y sombra, que podían crear y destruir mundos enteros si así lo deseaban.

Dicen que se corrompieron.

Eso es lo que ella escuchó en aquellos pasillos, mientras vagaba sin rumbo en la oscuridad, con sus alas blancas inmóviles detrás de ella, para no alertar a sus captores. Ella, que era aún muy joven para ganarse un nombre.

«Eres una perla única, atrapada en un mar de cenizas y carbón» había susurrado el Lord a su oído, manando todo su interés con sus palabras. «Algún día obtendré tu corazón».

«¿Para qué lo deseas?» había susurrado ella. No, no susurrado, el inmenso vacío había devorado su voz, convirtiéndola en un frágil murmullo. «Mi corazón, que jamás latirá por ti, no te servirá de nada.

»¿No ves que es de hielo y se derretirá en cuanto tú fuego me toque? Seré cenizas, mi Lord, pero si eso es lo que quieres, tómame, yo ya estoy rota».

Yo ya estoy rota.

El ángel negó, apartando sus pensamientos, y se encontró con otra habitación sin salida.

Su corazón, de hielo tibio, latió con miedo, y sus alas, blancas y pálidas, se batieron al instante, apagando el fuego de las velas.

Odiaba la oscuridad, pero en aquel instante prefería sumergirse en ella y perderse entre sus sombras, que permanecer un momento más junto al cálido fuego.

Se arrodilló en el centro de la pequeña habitación, frente al espejo de cristal, y espero a que aquellas lágrimas fugaces al fin llegarán, pero jamás se reflejaron. Lord odiaba verla llorar, así que una noche le arrebató sus lágrimas; Ella pensó que eso sería imposible, solo un juego de palabras, pero con el tiempo noto que no lo fue. En mas de quince años no había sentido el cálido sabor salado de una lágrima descender a sus labios. Ni una sola gota, y aun así, no lo odiaba por ello. Ni por nada, aún.

Las velas a su alrededor volvieron a encenderse del mismo modo en el que se apagaron, una por una, iluminando tenuemente la sala, y a ella.

Escuchó los suaves pasos que lentamente se acercaban, y levantando un poco la mirada, a través del espejo observó un par de ojos inquisidores que la miraban con reproche.

Un ángel de sombras.

-Se acabó el juego, princesa- respondió Selik, acercándose más a ella, y sujetándola del hombro, obligándola a levantarse del suelo. Selik era uno de los espías que Lord había asignado a cuidarla, o más bien a evitar que escapara.

-No soy una princesa- respondió el ángel en un susurro, tan suave, que parecía un pensamiento. Era el mismo tono que había adoptado cuando estaba cerca de Lord, y de Sefir. Dio unos pocos pasos y luego se detuvo un instante, quería seguir deambulando eternamente por los infinitos pasillos del castillo, aunque no fuese más que una juego de escondite para sus captores, pero no quería volver con Lord, quería seguir entre las frías sombras y no junto al fuego.

Fuego.

Miro hacia atrás, hacia el espejo, que poco a poco estaba más lejos de ella a medida que Selik la arrastraba de vuelta con su amo, El Príncipe.

Si Lord y su reino de sombras podían controlar el fuego, ¿Por qué ella no podía tener un reino de hielo que controlara el agua y el cristal?

Miró fijamente el espejo, solo necesitaba un chasquido, una fisura.

Selik la jaló con más fuerza, haciéndola trastabillar y perder el equilibrio, pero liberándose de su agarre. Se levantó del suelo y corrió de vuelta a la sala del espejo.

Quizás sí había una salida.

Se puso de espalda contra el cristal, mientras miraba fijamente a Selik, quien desplegó sus alas para acorralarla, o intimidarla; Ella bajó las suyas. Pequeños fragmentos de cristal comenzaron a desprenderse del espejo y permanecían inertes en el aire. Selik frunció el seño.

-¿Qué hace, princesa?- preguntó.

-Lo lamento- susurró.

El Ángel cerró los ojos y cada una de las pequeñas y filosas astillas de vidrio volaron hacia Selik, cortando e hiriendo, y cuándo el Ángel abrió los ojos, a sus pies yacía un cadáver envuelto en plumas y sangre, y detrás de ella, el espejo permanecía intacto, como si nunca lo hubiese roto. Lo único que había cambiado, además del color de las alfombras, era su cabello, antes blanco, ahora lucia dos mechones color negro a un lado.

-Eres tan hermosa como impredecible, pequeña Lucibe'l- susurró una voz en el aire, y unos dedos hechos de sombra acariciaron los nuevos mechones oscuros en su cabello.

El ángel abandono su intento de escapar y forjó una fría sonrisa.

No escaparía, no hoy, pero su corazón de hielo, ira y cenizas revoloteó en su pecho.

Lucibe'l.

¿Era ese su nombre?

Las Crónicas De Evercon - Original StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora