🍁» La Biblioteca Secreta

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–¿A dónde vamos?– preguntó Melody, riendo mientras Axel la llevaba corriendo de la mano por los pasillos del Castillo Forest

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–¿A dónde vamos?– preguntó Melody, riendo mientras Axel la llevaba corriendo de la mano por los pasillos del Castillo Forest.

–¡Oh!, Es una sorpresa– respondió él, imitando su sonrisa.

Se detuvieron frente a una habitación pequeña que Melody nunca había visto, y observó las puertas de madera con flores de tallos negros y pétalos rojos pintadas en ella mientras el las abría de par en par. Desde el interior irradió una cortina de luz ambarina y ella contempló los altísimos vitrales de color celeste y zafiro que componían toda una pared. Y todo lo demás eran libros.

–Creo que este lugar te encantará– dijo él, dejándola pasar a su lado. –No es tan grande e impresionante como la biblioteca de Crisalia, pero pensé que podría gustarte–.

–¿Gustarme?– repitió ella, con la boca abierta por una sonrisa. –¡Axel, esto es estupendo!– exclamó, avanzando hacia la repisa más cercana. Tomó un libro de color blanco marfil y le quitó la delgada pelicula de polvo, leyendo el título. Sonrió y tomó otro, y otro más.

Todas esas novelas a su alcance, eran como estar a bordo de un barco que navega hacia mil mundos que esperan ser descubiertos.

Ella se giró y lo abrazó muy fuerte, y luego le dejó un beso en la boca.

–Gracias– le susurró con dulzura, y su boca se curvo en otra sonrisa.

Ella continuó inspeccionando los libros cuando él se marchó, pasando la punta de los dedos sobre los lomos gastados mientras su mirada brillaba al leer cada título. Habían libros de pocas hojas, y otros tan grandes que tardaría semanas en leerlos, habían novelas de aventuras, de misterios y de romances trágicos, y unos cuantos estaban tan llenos de polvo que el color era irreconocible bajo el. Melody no sabía que leería primero, escoger uno sería una aventura en sí.

Y entonces sus ojos azul hielo leyó algo que agitó sus recuerdos.

“Helena” leyó en la tapa, y de pronto sintió como si alguien la estuviera observando desde las sombras.

«Estás sola» se recordó, y abrió el libro, recorriendo con un poco de temor las viejas páginas descoloridas. Habían largas entradas escritas a mano, fechadas de hacía más de diez años, y varios dibujos al azar entre las páginas. Melody estudió uno con detenimiento, que parecía estar hecho con carbón, y poco a poco su memoria desenterró un recuerdo lejano, uno que creía perdido.

«Helena Klamer» susurró, deslizando su dedo sobre el contorno emborrecido de aquel dibujo.

Gruñó.

Helena Klamer había muerto hacía mucho tiempo, y nadie, ni siquiera sus recuerdos, podían traerla de regreso.

Cerró el libro y lo dejó otra vez en el estante; tomó una novela, sin fijarse en el título y desapareció por el pasillo.

El sol se estaba ocultando en el bosque y por las ventanas se escurría el cálido tono magenta del atardecer, iluminando los corredores del Castillo Forest.

Pronto la luna estaría en lo alto y las personas de aquel sombrío reino despertarían.

Melody se apartó de la ventana y llevó la taza de café a sus labios, soplando con cuidado sobre el borde. Sorbió y cerró los ojos, disfrutando del sabor amargo y lactoso en su boca, antes de dejarla sobre la mesa en la gran cocina y dirigirse a su recámara. Las personas iban y venían a su lado, apartándose de su camino y haciendo cortas reverencias a su paso.

Había sido la amante de dos príncipes y la espía de un reino enemigo, y ni una de las dos cosas le daba tanto miedo como lo que era ahora, la reina consorte.

Llegó al ala sur, dónde estaba su recámara, y observó que la habitación de la puerta roja estaba abierta. Se acercó un poco y observó, su corazón vibrando ante aquella escena.

Axel estaba sentado junto a la ventana, con los ojos cerrados, mientras su pequeña hija dormía en sus brazos.

Melody sonrió, conmovida, y sin hacer ruido, se alejó de la habitación de su bebé.

Se soltó el cabello rojo en cuanto entró en su propia recámara y comenzó a desatar las cintas de su vestido mientras buscaba en el closet alguna de sus batas.

¿Se pondría la de encaje que hacía juego con su cabello o la de seda blanca?

«¿Cuál te gustará más?» pensó, cuando la puerta se cerró con un fuerte golpe.

–¿Axel, qué pas…?– comenzó a decir, preocupada, pero se detuvo. No había nadie más con ella en la habitación.

Miró a todos lados, confundida, hasta que su mirada azul se posó en la cama.

Ahí, sobre las sábanas negras, había un viejo diario de color blanco con letras doradas.

«Helena».

Las Crónicas De Evercon - Original StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora