🩺 CAPITULO DIEZ🩺

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Grecia M.

Una vez que terminé mi segunda copa de vino, comencé a alejarme de la puesta de baila. Sin olvidar de los reproches e intentos fallidos por parte de mis tías de intentar que me quede a bailar un rato más con ellas.

Tenía que tomar un respiro.

Miré la hora en mi celular, son las ... ¿12?

Para la gente normal esto ya sería tarde, pero para personas como yo y mi madre: esto tendría para rato.

Es hora de ir a mi habitación, sacar algunas predas frescas para ponérmelas y poder seguir disfrutando de la fiesta

Mientras caminaba para llegar a mi habitación ya podía ver a mis tíos borrachos, con la cerveza en la mano y cantando sabe dios que cosa.

Algún día de estos, alguno de ellos habrá invocado a un espíritu o peor aún, vender su alma y ellos ni cuenta.

Conforme seguía trataba de esquivar a la fila de sillas juntadas en el patio, las mismas que hacían como "camas" para los mis primos más pequeños. Los abrigos de sus padres hacían como colchas para protegerlos del viento, sus caritas rojitas por tanto correr y jugar me dieron tanta ternura.
Se veían tan adorable que quiro ir y peñicar cada una de sus mejillas

Cálmate Grecia, cálmate, tu no eres como tus abuelas. De tan solo pensar en ellas me dan escalofríos, sus dedos son como imanes para cada uno de los cachetes de esta familia, y sus uñas largas que te clavan la piel cada vez que las agita a su gusto.
Entiendo porque cuando ella decide visitarnos, todo el mundo corre para que no los vea, los comprendo demasiado.

Ahora imaginen mi tortura y la de mis hermanos, mi pobres y tristes hermanos. Al ser los únicos trillizos en el árbol genealógico ganamos el favoritismo de mis abuelas, pero a que costo. Mis desdichados hermanos se llevaron la peor parte ya que son idénticos (son como dos gotas de agua) que conlleva a ser los primeros en la fila para los besos que mas que eso, parecían que ibas a asfixiar con ellos.
Sospecho que mis primos no nos tuvieron nada que envidiar en ese aspecto.
Verdad... Y hablando de ellos...

Al llegar a la gran sala mi vista cayó sobre otra mitad de mi familia, los primos adolescentes que están sentados en el mueble grande y largo, cada uno con sus respectivos celulares.

― Grecia ― era mi prima. Mi favorita.

― ¿Si Gabi? ― Tuve que bajar la cabeza para poder mirarla a la cara por ser  mucho más pequeña que yo.

En una de sus manos sostenía lo que parecía ser un libro, solo que no lograba ver bien la portada y como siempre(cada vez que venía a mostrarme su nueva lectura) sus ojos se iluminaron en un brillo único, lleno de alegría y emoción por hablarme de ello.

― Mira ― con un movimiento rápido saco el libro de su escondite y me lo puso en la cara, creo yo que demasiado cerca, hasta tuve temor que de un librazo me rompiera la nariz o toda la cara.

― Oye, no estoy ciega. No me lo pongas tan cerca.

―Ay, lo siento prima, es que me emocioné. ―y así de rápido sus mejillas se encendieron por la vergüenza.

―No pasa nada. A ver, dámelo ―Ella me lo dio, aun con sus manos temblorosas por la emoción.

¿Existen personas que con tan solo ver un libro se ponen así de felices y ansiosas al contarle a alguien que lo tiene?

―En estos momentos, querida prima, estas sosteniendo sobre tus manos, el libro más perfecto que ha existido en todo el mundo "Los siete maridos de Evelyn Hugo"

Mi MedicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora