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Lisa.

-Señora Manoban. lamento mucho decirle que solo tengo trescientos mil dólares del dinero -La voz nerviosa, más bien aterrorizada llegó hacia mis oídos, y apreté los dientes con fuerza -Pero tengo algo muy bueno para usted. Una de las últimas mercancías.

-¡No me interesan ninguna de tus mujeres! Que te quede bien claro, Seulgi. Si no me devuelves mis jodidos quinientos mil dólares esta noche, eres mujer muerta. -Estampé el auricular del teléfono con fuerza y apoyé ambas manos sobre mi escritorio, ignorando la mirada profunda que me dedicó Jisoo.

-Maldita hija de perra.

-El teléfono no tiene la culpa. Deberías dejar de hacer eso siempre -Murmuró, con una tranquilidad exasperante, mientras acomodaba el auricular en su base.
Bufé y me dejé caer sobre mi silla.

-Maldigo el día en que se nos ocurrió hacer un trato con esa imbécil.

-Ciertamente, no fue muy inteligente de nuestra parte. Pero tampoco fue muy inteligente de la suya intentar robarte tu parte del negocio. Nadie nunca pudo hacerlo sin sufrir las consecuencias.

Me giré en mi silla y miré hacia el enorme ventanal a mi izquierda.

-La haré sufrir todavía más por haberme considerado una idiota.

Jisoo suspiró y se levantó, alisándose las inexistentes arrugas de su impecable traje azul.

-Lamento tener que dejarte sola en uno de tus momentos de furia, querida amiga, pero debo ir a casa a hacer las paces con mi bella esposa. Si me disculpas...

-¿Qué sucedió con Rosé ahora? -Pregunté distraídamente.

-Lo de siempre. Se enoja porque la sobre protejo, dice que los guardias de seguridad son una exageración, igual que el coche blindado, y los franco tiradores. Ya sabes, no le gusta sentirse frágil, pero lo es.

-Si, lo es. -Comenté, rodando los ojos ante la testarudez de mi hermana pequeña.

Jisoo me dedicó una última sonrisa.

-Cierto. Adiós, Lisa.

Incliné mi cabeza en su dirección, en un gesto de despedida, y me paré de mi asiento en cuanto su cabello medio rizado había desaparecido por la puerta.
Caminé hacia el ventanal, examinando las atestadas calles de Corea del Sur.

Kang Seulgi debía ser más estupida de lo que parecía si de verdad pensaba que podría robarme a mí, Lalisa Manoban, la líder de uno de los mayores grupos mafiosos del mundo, sin terminar con la cabeza llena de plomo.
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Jennie.

Gruñi. Otra vez. Y toda la respuesta que recibí fue mi agitada respiración. Otra vez.
Las manos atadas detrás de mi espalda no me permitían moverme, y las magulladuras que exhibía mi cuerpo me hacían sollozar de dolor.

La bolsa de tela que me cubría entera me daba picazón en la nariz, sin permitirme respirar correctamente, y el frío me calaba hasta los huesos.
Intenté removerme, pero el espacio en el que estaba atrapada era endemoniadamente estrecho.

Volví a gruñir, pero el enorme pedazo de cinta gris que se pegaba a mi boca amortiguó mis gritos de ayuda.
Nadie me escuchó.
Volví a sollozar, pensando en lo estupida que había sido al salir de mi edificio a esas horas de la noche.

Flashback

Solté un grito de dolor, mientras me sentaba en el suelo, sosteniendo mi pie con ambas manos.

Suya |Adaptación| |Jenlisa| G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora