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Jennie.

- ¿Lisa? - Sentada frente a mí, Lisa levantó la vista de su plato y me miró expectante. - Necesito hacer unas llamadas telefónicas. Quería saber si podía hacerlas con eso que me diste.

- ¿Te refieres al teléfono celular?

- Aja.

- ¿A quién llamarás? - Suspiré con impaciencia, mientras la veía llevarse la copa de vino a los labios.

- A mi padre, Irene y Dahyun.

- ¿Dahyun?

- Es una amiga.

Tragué cuando su mirada se volvió a levantar, y me miró, gélida.

- ¿Amiga?

- Sí.

- ¿Desde cuándo?

- Desde siempre.
Levantó una ceja.

- ¿Y por qué nunca supe nada de ella?
Bufé, pero Lisa ni se inmutó, y siguió mirándome con aquella mirada glaciar.

- ¿Y ti que te importa?
Levantó una ceja, desafiante, y por unos segundos divisé a esa Lisa . No a la Lisa juguetona, sexy y divertida que era conmigo. Sino a la Lisa distante, autoritaria y fría, A la Lisa mafiosa.

- Dímelo.

- Es una amiga, ya te lo dije. Vive en el pueblo en que nací, pero vino a visitarme unas semanas. - Me encogí de hombros. - Debe estar preocupada por mí, ¿sabes?

- ¿Te acostaste con ella?

- ¿¡Qué!? - Oh, bien, esto era demasiado.

- Que si tuviste sexo con ella.

- ¡No! - Dejé caer los cubiertos sobre la mesa, enfadado. - ¡Diablos, no! Quiero decir... ¿Dahyun? Ugh.

Hice una mueca, y ella por fin pareció entenderlo, porque una lenta y pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

Ah, ella siempre tan voluble.

- Harás las llamadas, pero ya sabes que no puedes hablar de más.

- Oh, sí, lo sé. Ser secuestrada y mentirle a mi padre sobre ello es algo de todos los días. - Comenté sarcástica, dejándome caer sobre la silla.

Que a ella se le haya pasado el mal humor no significaba que se me hubiera pasado a mí también.

- Estás enfadada.

- ¿De verdad?

- Jennie...

- ¿Sabes? Tú no eres la única con el derecho a ser sarcástica, Lisa. - Comenté, mientras me levantaba de la mesa torpemente. - No tengo más apetito.

Caminé hacia dentro de la casa, sin saber exactamente a dónde ir.
Sentí sus pasos detrás de mí.

- Aquí. - Murmuró, apoyando una de su mano en mi baja espalda y guiándome por la mansión.

A pesar de mis esfuerzos por ser indiferente, su mano me provocó deliciosos espasmos por toda la columna, y suspiré. También había extrañado eso.

Oh, sí. Hacer el amor con Lalisa Manoban no era algo de lo que uno se olvidara fácilmente.

- Entra. - Ordenó, cortando la línea de mis pensamientos.

Sonrojada, ingresé en la sala de estar a la que Lisa me había llevado.
Estiró hacia mí un teléfono.

Oh, al fin, uno de los míos. El aparato era enorme, de esos que tienen un tubo gigantesco apoyado encima.

Suya |Adaptación| |Jenlisa| G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora