Caes

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El día había sido bastante agradable, sin ningún inconveniente en el entorno laboral, y sin ningún pesar propio. Aquel joven se hallaba caminando con un paso suave hacia su pequeño departamento, llevaba puestos sus audífonos, los cuales reproducían "Cinema", una vieja canción de un artista muy conocido en su momento.

El sol estaba ya ocultándose, el cielo se teñía de rojo lentamente mientras que el chico avanzaba viendo a la nada, como si tuviera la mente en blanco.

Los minutos pasaron y este llegó a la puerta de su edificio, ingresó saludando al recepcionista y entró al elevador, donde presionó el botón que lo llevaría hasta el décimo primer piso.

–Ya casi...– Susurró en cuanto las puertas se cerraron y sintió el elevador comenzar a ascender.

El chico mantenía las manos en los bolsillos, aunque sacó la derecha para acomodarse la mochila que llevaba en la espalda y regresó su mano al lugar de antes. Al poco tiempo, el elevador se detuvo y las puertas se abrieron, dejando ver un largo pasillo lleno de puertas a los lados.

Este salió y comenzó a caminar por el pasillo; esta vez, su paso se iba apresurando conforme avanzaba, hasta el punto en que parecía que se pondría a correr. Al llegar a su puerta, se detuvo en seco.

Esta era de madera, oscura y alta, con un número cuatro escrito en la parte superior de un color plateado. El chico sacó las llaves de uno de sus bolsillos y las introdujo en el pomo de la puerta, giró aquella perilla y empujo un poco hasta poder estar dentro del departamento y cerrar la puerta tras de sí.

El lugar estaba oscuro, habían cortinas negras en las ventanas y las luces estaban apagadas. El silencio era tan abrumador, que incluso se podía oír la respiración de aquel joven; quien ahora se hallaba rumbo a su habitación.

Ahora parecía llevar un paso cansado, como si estuviera agotado. El ruido que generó su mochila tras quitársela y dejarla caer al suelo de la sala, resonó por completo en aquel pequeño lugar.

–Casa...– Volvió a susurrar, como si algo le impidiera alzar la voz. Ingresó a su habitación y se quitó la camiseta que llevaba puesta, dejándola en el suelo y permitiendo ver la frase "See you in hell", escrita en un color rojo sobre la demás tela negra.

Se "apresuró" en llegar a su cama, donde se dejó caer de bruces hasta tocar la almohada con el rostro. La habitación se quedó en silencio un largo rato, hasta que, nuevamente en un susurro, se le pudo oír hablar.

–Todo va bien, hasta que recuerdas lo que sucedió, y caes. Caes y te toca levantarte... O quizá no...

Aquel joven hundió el rostro en la almohada, la rodeó con los brazos y se acurrucó en el lugar, dejando oír ahora, únicamente su llanto.

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