Salida

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El fuerte ruido del cañón de una escopeta accionada se hizo presente en todo aquél enorme lugar. Ambos hombres desnudos, hambrientos de putrefacta carne humana, detuvieron sus pasos hacia mí y se miraron cómplices.

—¿Será Dwain?— Preguntó uno con algo de pesadez mientras masticaba. Su voz era rasposa, como la de un fumador empedernido.

—¿Y quién más podría disparar en la casa?— Respondió el otro, la voz de este sonaba apaciguado, incluso si la situación actual fuera otra y no se encontrara desnudo y lleno de sangre tras de mí, diría que su voz transmitía tranquilidad.

—Vámonos— Espetó el primero, y sin más se fueron de allí por la puerta por la que antes había yo querido irme.

Al salir ambos por la puerta, robusta y desgastada, mi corazón comenzó a tranquilizarse. Hace apenas unos segundos, dichas personas se me acercaban con toda la intención de masticarme, o quién sabe qué otras cosas hacerme.

Me levanté del suelo aún con las manos hechas un tembleque, el sudor de mi frente goteaba como si hubiese llovido y el miedo en mí, aún seguía presente.

—Salvada por la campana, Bell, irónico— Dije en voz baja, a mi madre nunca le gustó el nombre que mi padre me había puesto, Belén, y siempre solía decirme Bell, campana en inglés.

Una vez estando de pie, me encaminé hacia la puerta, giré el pomo de esta y al querer empujarla para que se pudiese abrir, me di de bruces contra la empolillada madera.

—Pero...— Dije con hastío, quería irme de este maldito lugar.

Intenté de nueva cuenta abrir la puerta, pero por más que la perilla girase, no podía abrirla, había algo del otro lado que me lo impedía. Comencé a desesperarme, aquellos tétricos hombres se habían ido y probablemente habían cerrado la puerta para asegurarse de que yo estuviera aquí cuando volvieran.

Decidí rendirme con la puerta, volver por donde había venido no era una opción puesto que el resto de habitaciones no tenían salida y en el pasillo no existía ventana alguna. Tomé alto de aire y me senté.

—¿Debería esconderme?— Pregunté al aire, pero pronto caí en cuenta de que sería inútil, estaba segura de que esos tipos sabían que no había más salida que esta y me buscarían en el resto de esta... Casa, como dijeron ellos.

No sabía cuánto tiempo había pasado, cuando de pronto, mi mirada se fijó por un momento en el montículo de cadáveres en descomposición que había en medio de la habitación. ¿Había sido mi curiosidad la que me llamó a mirar? ¿O quizá el hecho de que poco a poco comenzaba a marearme el asqueroso y pútrido olor que estos desprendían? No lo sé, pero agradezco haberlo hecho.

—Vamos, Bell, no pierdes nada intentándolo— Me dije a mí misma mientras mis ojos se posaban en un largo hueso hundido en el montón de carne del suelo, una idea había llegado a mi mente.

Me volví a levantar del suelo y me acerqué a los cadáveres, me tapé la nariz al estar tan cerca y me aguanté el vómito mientras sacaba aquel hueso de su lugar. Una vez que lo tuve en mano, me acerqué a la puerta y comencé a golpear su madera.

Su vejez y deterioro deberían ser suficientes para permitirme dañarla con un hueso humano, y así fue, logré hacer un pequeño agujero en la puerta por el cuál podía acercarme y ver hacia el exterior.

Al otro lado de la puerta, pude notar un pasillo diferente a los anteriores, este contenía imágenes en las paredes, irreconocibles debido al polvo acumulado en estas. La iluminación era tenue, pero era más claro que el resto de pasillos y habitaciones de antes.

—Veamos...— Me incliné un poco más para tratar de mirar si había algo bloqueando la puerta, sin embargo noté que no había objeto alguno que me impidiera abrirla.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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