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Dos semanas.

Dos jodidas semanas en las que no había ido ni una alma a pasar por la tienda durante su turno.

Sunoo suspiró a la vez que desordenaba su cabello con sus propias manos, apoyando sus codos en el frío mostrador y dejando que sus manos acabarán cubriendo todo su rostro incluso en el momento en el que un grito rasposo escapó por sus labios y fue cubierto completamente por laa posición en la que estaba.

Necesitaba clientes, realmente los necesitaba, vender era un requisito obvio para poder cobrar una cantidad un poco por encima del conocido salario mínimo de un trabajador de turno nocturno, pero aparentemente la sociedad corena no se empatizaba de los más necesitados y por ello preferían ir a la tienda de la gasolinera a unas cuadras abajo por la bonita pelimorada que atendía con una gran sonrisa y excesivo perfume antes que a su pequeña tienda. Eso lo llevo a la idea de que tal vez debería mejorar su actitud.

Parecía un drogadicto deprimido, había que confesarlo.

Dejo que sus manos cayeran hacia adelante, sus ojos entrecerrados en aburrimiento se pasearon por el local como de costumbre. Hizo una mueca cuando miroel reloj en la pared, notando como un par de agujas marcando claramente las dos de la madrugada rasaltaba por sobre cualquier otro detalle. Aún faltaba bastante para que acabará su turno, aún así solo habia atendido a una señora la cuál solo le quizo preguntar la hora y le regaló un chicle de moras.

Una señora agradable.

Pero lo hubiese sido más si le hubiese comprado algo.

Resignado, Sunoo se sentó recto en su lugar, alzó sus brazos y se estiró como pudo, escuchó un par de sus huesos tronar, pero no le molestó realmente, en medio de su bostezo agarro su abrigo del espaldar del banco en el que supuestamente debía descansar sus piernas un poco y colocó encima de su ropa, aaun con el chaleco de la tienda puesto. Tomo un poco de dinero de su cartera y lo dejo en la caja registradora para después comenzar a hacerce un café caliente para mantenerse despierto.

Asi fue como unos pocos minutos más tarde se encontraba sentado en la vereda frente a la tienda, disfrutando de los luceros que alumbraban el cielo, las luces artificiales que se reflejaban en el pavimento desde la parte interior de la tienda o los altos postes de luz y con el humo caliente y satisfactorio del café en sus manos que rozaba la punta de su nariz con insistencia, haciéndole cosquillas de forma suave. Se limito a divagar en sus pensamientos, esperando que el tiempo pasará, comenzó a pensar como regularmente lo hacía, sin despegar su vista del oscuro cielo nocturno que se iluminaba por la vida humana en su horizonte y t torturandose de forma masoquista con algunos recuerdos viejos que nublaban su mente de nuevo.

Intento no pensar en ello, prefirió llenar su mente con una incógnita más reciente, una la cuál involucraba a cierto pelinegro de estatura promedio.

¿Quién era Park Jongseong?.

Inconscientemente su expresión se volvió un ceño vagamente fruncido y unos labios convertidos en una fina línea. El vecindario se encontraba en silencio casi por completo, los locales ya habían cerrado y a penas podía escuchar las motocicletas de imponentes motores paseándose a toda velocidad a una gran distancia, aquel tipo de silencio era un tanto extraño, pero podría ser justificado con el hecho de que ni siquiera los delicuentes más temidos del lugar estarían despiertos un domingo a las dos de la madrugada.

«Convenience Store»ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora