L Á M P A R A

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 —¿Lo ves? Nada

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—¿Lo ves? Nada

Una mujer alta, de suaves rizos rubios y ojos verdes le dedicó una tierna sonrisa al niño a su lado, un pequeño de cabellos verdes y despeinados que la miraban con curiosidad.

En cuánto el niño escuchó aquella suave voz, apretó con la palma el dedo índice de la mano de su madre y observó con valentía el interior del pequeño armario iluminado por un solo foco blanco al centro, la imagen frente a él lo tranquilizó.

Había dos tablones con sábanas azules dobladas, pudo reconocerlas porque eran sus favoritas, había también un tubo de acero con algunos ganchos que sostenían sus prendas más preciadas, abrigos y ropa que podía estropearse fácilmente y finalmente, un canasto bien grande repleto de juguetes, entre el montón estaban algunos como el señor robot, el pirata (El principal villano en sus juegos) y algunos carritos de colores.

Soltó un suspiro de alivio.

Si, su mamá tenía razón, no había nada acechándolo en el armario.

La mujer apagó la luz, cerró la puerta y caminó hacía la cama para sujetar la sábana que cubría el espacio entre el colchón y el suelo.

—Aquí tampoco hay nada, cariño — Le dijo agachando la cabeza, animando a su pequeño hijo a asomarse.

El pequeño soltó el dedo de su madre y se hincó con un ojo cerrado para comprobar que una vez más, su mamá tenía razón, no había nada acechándolo debajo de la cama.

Cuándo Rosalía se dio cuenta de que su hijo le tenía miedo a lo desconocido más allá de la penumbra, se informó y comenzó a buscar opciones para ayudarlo, no es que su hijo huyera despavorido en cuándo apagaban las luces, pero le costaba mucho tranquilizarse para conciliar el sueño.

Hasta ahora, el mejor consejo había sido hacer un recorrido nocturno con Drew para asegurarle que todo estaba bien y que no había nada en los lugares que le causaban especial nerviosismo, pero honestamente, no era un éxito rotundo, pues el niño seguía sin poder estar completamente tranquilo por las noches.

—Hora de dormir — Dijo ella, lo alzó por debajo de los brazos y lo arropó tiernamente, acomodó su cabello con suavidad y lo admiró.

Puede que su muchacho fuera el niño más elocuente en sus conversaciones, con criterio y ciertamente, el más inteligente, del tipo de niños que prefiere jugar solo y pasar las tardes cómodamente en su habitación, pero era pequeño al fin y al cabo y como cualquier chico de su edad, era normal que le tuviera miedo a la oscuridad.

—¿Sabes? — Dudó — Aún puedes quedarte en casa, no es necesario que vayas a ese campamento.

Drew frunció las cejas e hizo una mueca ante la propuesta de su madre.

—Está bien, está bien — Se apresuró a decir Rosalía — Era solo una sugerencia

Drew era pequeño y por eso sus reacciones podían llegar a ser algo exageradas, sabía que su madre estaba preocupada por él, pero también entendió que no le hizo ese comentario para hacerlo sentir mal, pero él era terco y demasiado necio para su edad.

Reto de One-Shots de Contestshipping FansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora