Capítulo 2: En medio de la tormenta.

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Capítulo 2

Mía

Estaba en la cocina preparando el desayuno cuando escucho, por fin, a Ty bajar las escaleras, todavía vestía su pijama improvisado, así que llegué a la conclusión que me acompañaría lo que quedaba del día.

Entra a la cocina con la almohada todavía pegada en la cara y me regala una de sus caras donde deja en claro lo irritado que está, de esas que le da básicamente a todo el mundo. Lo he visto con esa expresión pocas veces, ya que a mí o a Olivia, su madre, siempre nos regala una sonrisa perfecta.

Tiene una relación muy buena con ella. Y yo también.

–Buenos días bello durmiente. ¿Disfrutaste tu sueño? –bromeo al ver sus enormes ojeras. Parece que mi comentario no le hizo mucha gracia.

–No dormí nada –dice emitiendo un gruñido, todavía con su voz ronca, dando a entender que se ha levantado y vino directo hacia acá–. Te mueves muchísimo y roncas como un camionero –bosteza y se refriega los ojos mientras se deja caer en una de las banquetas enfrente del desayunador.

– ¿Oye, te quieres quedar sin desayunar? –le pregunto algo ofendida por su comentario.

–No, me muero de hambre, pero eso no quita la verdad de lo que acabo de decir –responde.

-No ronco como camionero y tampoco me muevo mucho, solo busco una posición cómoda para dormir de vez en cuando –me encojo de hombros mientras termino de preparar algo de café–. ¿Café?

Él solo asiente dando un suspiro reposando su cabeza en sus antebrazos.

–No te acomodas, parece que bailas dormida o que tuvieras pulgas, no sé, y eso sin tener en cuenta la cantidad de patadas que das, ni que practicaras artes marciales. Y con el ruido que haces cuando roncas es imposible que no les rompas los tímpanos a los vecinos nuevos, se me hace raro que no se hayan quejado. Tengo suerte de haberme mudado –emite con otro gruñido, dejando clara su propia queja.

–Parece que alguien se levantó con un humor de perros –lanzo el comentario despectivamente –. Si no dejas de hablar y te tomas eso, se enfriará.

Me quedo pensando en la mención que hizo de los vecinos nuevos, solo pude ver a una mujer que me ha saludado alguna que otra vez, por la cantidad de cosas que traen los tipos de mudanza, no creo que ella sola habite la casa.

Terminando el desayuno vuelo a mi mundo, como de costumbre, y me pongo a pensar en cómo es Ty cuando está conmigo y cómo cambia cuando estamos con Peyton –o con la gente en general– no habla mucho cuando estamos con ella, tampoco cantaba con nosotras en el auto y muy pocas veces se ríe. Todo lo contrario a cuando estamos los dos solos, es él quien busca la forma de reírnos a carcajadas hasta quedarnos sin aire, no para de hablar y encuentra todo divertido. La curiosidad crece mientras más pienso en ello. ¿Qué pierdo preguntando?

–Ty, ¿te puedo hacer una pregunta?

–Sabes que sí, solo hazla –arruga las cejas algo extrañado, pero me dedica una de sus bonitas sonrisas a boca cerrada, expectante.

– ¿Por qué cuando estamos con Peyton cambias tanto? –me mira frunciendo aún más el ceño, así que aclaro mi pregunta– No me malinterpretes, no digo que ¡wow! Eres otra persona a su lado, solo digo que tienes ciertas actitudes o cosas que cuando está ella las cambias, eres como más frio, no sé, más... cerrado.

–No es que soy más "frío" o "cerrado" –hace la seña de comillas con sus dedos–, simplemente no soy con ella como soy contigo. No lo tomes a mal, es buena onda y todo eso, pero nunca terminó cayéndome bien al cien por ciento. Tiene actitudes contigo que sabes que no me gustan ni un poquito, por más que tú no las veas o no las quieras ver. Contigo me muestro tal cual soy, tú eres la única que conoce mi verdadera personalidad, sin filtros de por medio.

La chica del mocha blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora