3 Casi (mini capítulo)

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El coche giró al carril izquierdo y comenzó a circular por un camino irregular entre medias de los verdes y frondosos árboles que indicaban lo lejos que se encontraban de la ciudad. Mientras las ruedas pasaban por pequeñas piedras que hacían que el coche botara, Eva cerraba los ojos oliendo la mañana del bosque, escuchando a los insectos madrugar y las gotas de rocío caer al suelo.

Poco a poco el ruido de la ciudad se iba disipando en ese solitario lugar, cada vez que se adentraban más en el espesor verde la incertidumbre revoloteaba por el cuerpo de Eva.

Ella por fin abrió los ojos y pudo apreciar en el lugar donde se encontraba, árboles gruesos y corpulentos, sin forma regular, algunas hojas caídas en el suelo, un solo camino recto que parecía no tener fin, iluminado por el sol que brillaba en un cielo despejado. Colores refrescantes y vibrantes, con una intensidad agradable que calmaba a Eva, muy poco viento que se colaba por la ventana medio bajada y despeinaba aún más la gruesa melena de la joven. A lo lejos se apreciaban bajas y redondas montañas que se difuminaban con los árboles

Aunque ella estaba distraída con la naturaleza se había percatado de la impaciencia de Nicolás, sus manos apretaban el volante forrado con cuero mientras pisaba el acelerador, miraba el reloj de reojo cada 40 segundos o mantenía la mirada en ese infinito camino.

Por fin la irregular calzada se dividió en otras dos.

A los pocos minutos el coche se detuvo en frente de una cabaña de madera, humilde, no muy alta y antigua, la mayoría de las persianas estaban bajadas, una ventana estaba rota y el pomo de la pequeña puerta olía a óxido; pero sí que parecía un lugar seguro aún con las decenas de defectos que podía tener ese rural edificio situado en mitad del bosque, a Eva la casa le transmitía confianza.

El viento se había detenido en el mismo instante que el motor había cesado de rugir, Nicolas la miro a los ojos mientras sacaba la llave y sonrió.

- Llegamos- se bajó del coche.

Eva con una expresión dudosa abrió la puerta del coche.

Él estaba en el porche con los brazos cruzados y apoyado en la pared cuando Eva escuchó cómo su corazón aceleraba a medida que ella daba un paso para aproximarse a donde él se encontraba.

- Tus llaves- dijo mientras se las lanzaba por sorpresa.

Ella cogió las llaves al vuelo y se las guardó en el bolsillo del pantalón.

- No estés tan sorprendida, al fin y al cabo, es tu coche.

Ese acto hizo que ella confiara un poco más en Nicolás, ese acto hizo que dejara de temer por su libertad, al menos por un tiempo.

- ¿Por qué estás tan inquieto?

Él no le contestó. 

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