Nicolás comenzó a aporrear la puerta causando un enorme estruendo interrumpiendo el silencio que reinaba en el bosque.
Se escucharon unos pasos muy lentos aproximándose hacia ellos, el siguiente ruido que percibió fue el chirrido de las bisagras oxidadas que indicaban que se abría la puerta. Entonces por fin Eva pudo poner rostro al hombre de los pasos lentos; era un hombre muy alto, pálido, con la mandíbula muy marcada, pelo rubio, largo y sedoso que vestía de traje y los miraba fijamente con sus enormes ojos marrones.
Nicolas entró dando un pequeño empujón al hombre de aire misterioso y ambos se adentraron en la casa sin mirar atrás, dejándola sola en el porche con un millón de dudas.
Eva seguía de pie, pero ahora mirando su coche, el rojo estaba más bien apagado, las ruedas ya estaban gastadas y lo podríamos clasificar como viejo. Ese vehículo había sido muchas veces su transporte de huida, le había salvado y acompañado hasta un lugar seguro; ahora mirándolo fijamente solo le traía buenos recuerdos, pero simples que ya no significaban nada, ahora que el mundo sobrenatural corría peligro solo podía pensar que aún no había podido conocerlo, que no conocía lo que estaba a punto de desaparecer. El viento había vuelto a soplar y los árboles bailaban meciéndose de un lado a otro, levantó la vista y vio ese bosque lleno de posibilidades y decidió dejar de huir.
Al dar el primer paso la madera crujió.
La casa no era tan vieja como aparentaba por fuera, no había muchos muebles y estaba bastante oscura, pero eso se debía a que las persianas estaban bajadas. Nicolas se encontraba con ese hombre en el salón, allí solo había un sofá rojo y una mesa de cristal, no había televisión, ni espejo ni nada más que esos dos muebles.
- Has tardado más de lo esperado- dijo con una voz limpia y agradable.
- Pero está a salvo.
- Me alegro de que ambos lo estéis - sonrió y miró a Eva que se encontraba apoyada en la pared.
A ella le extrañó que en esa casa solo se escuchaban dos corazones latir.
- Disculpa mis modales, soy Miguel Wilson.
- Eva Blakesley.
- ¿Vas a quedarte por aquí?
- Por ahora ese es el plan.
- Es el único plan- intervino Nicolás.
Después de ese comentario llegó un silencio incómodo.
- ¿Subimos arriba y te enseño tu cuarto?
Ella asintió con la cabeza y siguió escaleras arriba a Miguel.
En total había cuatro habitaciones, todas tenían el techo abuhardillado, una cama y una mesita de noche; como el resto de la casa, los dormitorios tenían lo mínimo.
Miguel había sido muy agradable con ella, le había enseñado el baño, las vistas y las dos habitaciones libres para que escogiera una, Eva decidió quedarse con el cuarto que daba hacia la parte norte de la casa, el único que tenía dos ventanas y no olía tanto a polvo. Al principio no sabía si sentirse agradecida o incomoda, esa parecía ser la casa de Miguel, el chico había sido muy amable y educado con ella, sonreía y parecía tener un buen sentido del humor, pero no le conocía, al igual que a Nicolas, lo que significaba que tendría que convivir con dos completos desconocidos.
- ¿Te ayudo con el equipaje? - le preguntó Miguel.
- ¿Equipaje? - hasta ese momento no se había percatado de que no había podido coger nada de su casa.
- Salisteis con prisa.
- Fue todo improvisado.
- ¿No tienes nada?
- Por suerte tengo una pequeña maleta para emergencias en el maletero de mi coche- levantó la mirada hacia los ojos de Miguel-. luego bajaré.
De pronto una ráfaga de viento sopló por la habitación que tenía las ventanas cerradas y el chico ya no estaba, al siguiente pestañeo Miguel volvió a encontrarse frente a Eva, pero ahora con su maleta en la mano.
- ¿Vampiro? - se quedó con la boca abierta.
Al hombre no le latía el corazón, no desprendía ningún olor y después de ver lo acontecido lo único que se le ocurrió fue pensar que se encontraba con un chupa sangre.
- Pensaba que lo sabrías.
Eva se sentó en la cama.
- ¿Debería saberlo?
- No eres como los otros lobos que he conocido.
- ¿Eso es malo?
- No creo- sonrió.
Eso le confirmó a Eva lo que ya sabía, que no tenía ni idea de todas las criaturas que vagaban por el mundo.
- Baja cuando te apetezca desayunar.
Miguel salió de su habitación de manera normal y tranquila y cerró la puerta.
Ella se tumbó en la cama dejándose caer hacia atrás, resopló mirando al techo, su estómago gruñía y pronto bajaría a desayunar, pero antes necesitaba un momento sola con sus pensamientos. Cerró los ojos y pensó en lo que estaba dejando atrás, su padre había desaparecido y no quería que le encontrara, no tenía amigos, ni siquiera una pequeña manada que la echara de menos.
Abrió la maleta y vio toda la ropa que había guardado en caso de huida, su pijama, sus camisetas arrugadas, sus pantalones, su ropa interior...
Se planteó cerrar la maleta y salir corriendo, pero en vez de eso, sacó su pijama y lo colocó debajo de la almohada, era un acto simbólico para intentar sentirse como en casa.
La cocina fue un espacio que la sorprendió, posiblemente era el espacio más completo de la casa, era amplia, moderna y grande, y no escatimaba en decoración y muebles. Nicolás y Miguel la esperaban sentados en unas banquetas que imitaban lo rústico mientras ojeaban el periódico.
Ella no sabía qué hacer exactamente, si sentarse junto a ellos o ir directamente a prepararse el desayuno, Miguel notó los nervios de la loba e intentó ayudarla.
- He exprimido zumo y he sacado la tostadora por si te apetece.
- Gracias- sonrió.
Ella se acercó a la encimera y metió dos rebanadas de pan en la tostadora, esperó de pie mientras Miguel le servía zumo de naranja.
- Ya te acostumbraras- intervino Nicolás.
- Claro.
La situación era bastante incómoda.
Las tostadas saltaron y se sentó a comerlas en la mesa, cada uno estaba en una esquina.
- ¿Ahora qué?
- Ahora estás a salvo.
- ¿Cuánto tiempo necesitaré estar a salvo?
Nicolás ni siquiera levantó la mirada y la ignoró.
- No seas así Nicolás, te haces el misterioso pero la chica necesita más información.
- Si tanto empatizas con ella, explícaselo todo- le desafió de manera sarcástica.
- Según lo que sabemos, el ritual se llevará a cabo cuando se alineen los planetas.
- ¿Cuánto queda para eso?
- Seis meses aproximadamente.
- El 20 de octubre- dijo Nicolás de mala gana antes de levantarse e irse.
- Le altera ver el poco tiempo que tenemos.
- ¿Pero cuál es el plan?
- Que los cazadores no cacen más híbridos.
- ¿Y cómo os ha ido?
- Eres la primera que ha conseguido salvar.
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Criaturas inestables
Teen FictionUn mundo donde las leyendas son ciertas pero no como las recordamos. Una realidad donde hay criaturas que se esconden en la noche y cazadores que las persiguen. Una era donde hay una guerra y ni la mitad de los humanos lo saben. Los cazadores han...