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Ser amiga de Izana era algo complicado y más cuando sentías cosas por él y aún más cuando él lo sabía.
Llevabas así más de ocho años, conocías perfectamente al peliblanco. No dudaste en apoyarlo en todo lo que hacía, en cada pandilla que se unía en cada decisión que tomaba, no importaba si era buena o mala, tú siempre estarías apoyándolo.
Izana igual conocía todo de ti, sabía de tus sentimientos hacia él y aprovechaba eso a su favor, te tenía como si fueras su mascota y tú enamoradamente accedías sin darte cuenta. Después de todo obedecerías a todo lo que él te pidiera.
Te dolía el pecho cada vez que veías como las chicas entraban y salían de la habitación de Izana.
Decidiste ignorar esos pensamientos y olvidar los sentimientos hacia el chico de cabello blanco solo por un rato.
Te encontrabas en tu habitación tirada sobre la cama, las sábanas blancas te cubrían desde el vientre hasta tus pies.
Solo tenías la pequeña lámpara encendida haciéndote un poco de luz para lo que harías. Estabas tan ansiosa y no sabías el porqué.
Tus manos fueron curiosas hasta encima de tu intimidad palpitante, mordiste ligeramente tus labios cuando introdujiste un dedo dentro tuyo. Tus gemidos empezaron a salir sintiéndote completamente excitada.
Tu dedo índice empezó a moverse de forma lenta jugando con tus pliegues húmedos y pasabas este acariciando la delgada piel de tu vagina.
Metiste otro dedo para empezar a hacer más rápido el trabajo en tu zona sensible, sentías cada vez más placer recorrer tu intimidad, tu entrepierna empezaba a sentirse húmeda.
Sentías tus mejillas acaloradas y tus pezones empezaban a dolerte, con tu dedo pulgar empezaste a masajear tu clítoris y comenzaste a gemir como una maldita loca, nunca habías sentido tal grado de excitación.
Tu pulgar presionaba y apretaba este punto de nervios enviando pequeñas descargas eléctricas a todo tu cuerpo, con tu mano izquierda levantaste levemente tu playera y metiste tu mano para acariciar uno de tus pezones.
Tus dedos toqueteaban tu feminidad rosada mientras tu mano acariciaba tus senos. Seguiste moviendo tus dedos por toda tu feminidad hasta sentir tu vientre contraerse.
Sentías que pronto ibas a llegar así que empezaste a mover más rápido tus dedos acelerando tus movimientos para buscar así tu orgasmo.
Tu clítoris palpitaba buscando explotar y tus dedos se humedecieron inmediatamente cuando te liberaste llegando al clímax.
—Izana... —murmuraste en un leve jadeo cuando tus fluidos empaparon toda tu entrepierna manchando toda la zona.
Tiraste tu cabeza hacia un costado recuperando tu respiración, sentías tu corazón acelerado y abriste los ojos ligeramente cuando notaste una sombra justo en la puerta de tu habitación.
