Capítulo 21

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JungKook estuvo imposible toda la semana. Desde que fueron a cenar para luego disfrutar de aquellos juegos eróticos, buscó todo tipo de excusas para discutir con JiMin. Incluso en ese momento lo miraba con el ceño fruncido mientras se secaba el sudor de la frente con el brazo.

— ¿No podías haber rellenado la bombona de gas cuando fuiste a hacer la compra al pueblo?

— Lo siento, pero no sabia que estaba vacía.

— Nunca te fijas en nada —añadió déspoto.— ¿Qué crees? ¿Qué se rellena sola?

JiMin apretó sus dientes. Parecía como si se hubiera cercado demasiado aquella noche y necesitara distanciarse de él otra vez. Por el momento había logrado esquivar todas las granadas que le había lanzado, pero cada vez le resultaba más difícil mantener a raya su propio temperamento. En ese instante tuvo que contenerse para hablar con calma.

— No sabía que querías que lo hiciera yo. Siempre te has ocupado tú de esas cosas.

— Sí, pero por si no te has dado cuenta, he estado muy ocupado últimamente. Han enfermado los caballos, se incendió la carpa de la cocina y ahora tenemos a un inspector de sanidad amenazando con multarnos por saltarnos no sé qué normas de seguridad.

— Sé que has estado sometido a mucha presión. Si me lo hubieras dicho, no me habría importado ocuparme de las bombonas.

— Sí, claro. ¿Cuántas veces has rellenado una bombona?

Contó mentalmente hasta cinco.

— Ninguna. Pero aprendería a hacerlo.

— No te molestes —y se alejó a paso airado.

El castaño ya no pudo contenerse ni un minuto más. Plantó una mano en la cadera y le gritó:
— ¡Que pases un buen día también!

El más alto se detuvo, luego se giró para dirigirle una de sus miradas más sombrías.

— ¡No te pases!

JiMin cruzó los brazos sobre el pecho y dio golpecitos en el suelo con la deportiva sucia. Puede que JungKook estuviera experimentando un montón de sentimientos que no sabía cómo manejar, pero eso no quería decir que tuviera que desahogar su frustración en el castañito.

El menor llevaba días intentando ser paciente, pero ya no aguantaba más. JungKook se acercó a él apretando los dientes. El contrario se negó a retroceder.
Se paró delante de JiMin, intentando intimidarlo con su tamaño. JiMin tuvo que reconocer que se le daba muy bien.

— ¿Pasa algo? —espetó él.

Aquella discusión era tan ridícula que al joven no le quedó más remedio que si reír con picardía.
— Si alguien te dice que eres muy guapo cuando te enfadas, miente.

La cara del pelinegro adquirió un tono púrpura y JiMin pensó que explotaría.
Pero en vez de eso, se limitó a alzarlo por los codos y empujarlo contra el remolque. Luego lo besó hasta que el menor se quedó sin aliento. Cuando finalmente lo puso en el suelo, estaba de peor humor que antes de besarlo.
— ¡Lo siento! —gritó.

Cómo disculpa no era gran cosa, pues cuando se marchó parecía más un tigre malhumorado que un marido arrepentido. Aunque JiMin sabía que él estaba sufriendo, se le había agotado la paciencia. ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil? ¿Por qué no podía aceptar que lo amaba? Recordó la vulnerabilidad que había visto en sus ojos la noche que le había pedido más tiempo.

Sospechaba que JungKook sentía miedo de dar nombre a lo que sentía por él.
La dicotomía entre sus sentimientos y lo que creía saber sobre sí mismo estaba desgarrándolo por dentro.
Eso era lo que se decía a sí mismo, porque la alternativa —que no lo amara— era algo en lo que no quería pensar. Y más si tenía en cuenta que aún no le había dicho que estaba embarazado.

Aprendiendo Amarte [KM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora