Epílogo

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JiMin y JungKook se casaron por segunda vez diez días después en un campo al norte de Tampa. La ceremonia tuvo lugar al amanecer porque el menor insistió en contra con la presencia de un invitado que los demás hubieran preferido que olvidara.

Sinjun descansaba a los pies de JiMin, y ambos estaban unidos por una larga correa plateada. Un extremo rodeaba el cuello del tigre y el otro envolvía la muñeca del joven. Como resultado de la presencia del felino, el número de personas que asistían a la ceremonia nupcial a las seis de la mañana de octubre era bastante reducido.
Y parecían bastantes nerviosas.

- No sé por qué no pudo dejarlo en la jaula -le susurró TaeHyung a su marido, el hombre con quien se había casado unos días antes en una ceremonia celebrada en la pista central que finalizó con una actuación en el trapecio de los hermanos Cho.

- A mí no me vas a hablar de hombres tercos -repuso Hoseok-, estoy casado con uno.

El pelirrojo le dirigió una mirada de complicidad.

- Tienes suerte.

- Sí -asintió Hoseok-, tengo suerte.

A lado de ellos, Ryujin acarició la trompa de Tater mientras miraba a JiMin con aire crítico. Si esa fuera su boda, llevaría puesto algo más bonito que unos pantalones viejos, sobre todo -y Ryujin lo sabía de buena tinta- cuando no podía abrocharlos en la cintura.
De hecho, se había puesto una de las enormes camisas azules de JungKook para ocultarlo.

De todas formas, se veía guapo. Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes, y se había puesto una tiara de diminutas flores en el pelo. JungKook se la había regalado por sorpresa junto con un anillo de diamantes tan grande, que era una suerte para todos que aún no hubiera salido el sol o se habrían quedado ciegos.

Ese verano había habido tantos cambios en la vida de Ryujin que todavía le costaba asimilarlos. TaeHyung no iba a vender el circo de los Hermanos Quest y a ella le parecía grandioso que su padre y Tae estuvieran intentando tener un bebé. El pelirrojo era genial a su manera.

Le había dicho a Ryujin que podía empezar a salir con chicos ese año, aunque su padre había añadido que lo haría sobre su cadáver y se había convertido en una persona casi tan cariñosa como JiMin.

El castaño le había comentado a Ryujin que se matricularía en la universidad donde daba clases JungKook tan pronto como naciera el bebé para poder trabajar después en una guardería, y que los dos se irían a Corea en diciembre para adquirir piezas para ese museo tan grande del que JungKook era asesor.

A pesar de todo, harían la gira del verano siguiente con el circo de los Hermanos Quest y JiMin incluso le había dicho que volvería a actuar con JungKook en la pista central. Le había confesado que ya no le daban miedo los látigos porque ya había experimentado lo peor que podía pasarle.

El pelinegro comenzó a formular sus votos con una voz ronca y profunda, cuando bajó la mirada hacia JiMin, su expresión era tierna como si tuviese ante sus ojos lo que más amaba en el mundo. El menor, naturalmente, rompió a llorar y Chaeryong tuvo que ofrecerle un pañuelo de papel. El joven respiró hondo y se dispuso a decir sus votos.

- Yo, Jeon JiMin, te tomó a ti... -hizo una pausa.

JungKook lo miró y arqueó una ceja.

- No me digas que has vuelto a olvidar mi nombre -parecía exasperado, pero Ryujin hubiera jurado que quería reírse.

- Claro que no. Es que no conozco tu segundo nombre y acabo de darme cuenta ahora.

- Ah... -se inclinó y se lo susurró al oído.

- Perfecto -sonrió entre lágrimas y volvió a mirarlo a los ojos.- Yo, Jeon JiMin, te tomo a ti, Jeon JungKook Alexander Romanov...

Mientras JiMin seguía hablando, JungKook le apretó la mano y Ryujin hubiera jurado por Dios que él también tenía lágrimas en los ojos. Sinjun se levantó y se estiró hasta alcanzar toda su longitud. TaeHyung se puso nervioso y se arrimó al brazo de Hoseok buscando protección. A Ryujin no es que le volviera loca el tigre, pero no era tan miedosa como TaeHyung.

Su padrastro había dado una gran sorpresa a la pareja cuando les entregó a Sinjun como regalo de boda.
JungKook ya había mandado a construir un lugar para el tigre detrás de su casa en Connecticut. Aunque nadie lo hubiera mencionado, Ryujin pensaba que Tater pasaría también el invierno en el granero que JungKook tenía en Connecticut en lugar de quedarse con el resto de los elefantes en Tampa.

- Yo los declaro esposos.

JiMin y JungKook se miraron el uno al otro y, por un instante, dio la impresión de que se había olvidado del del resto del mundo. Por fin, el mayor recordó que era momento del beso y se inclinó para besar a su esposo. Ryujin no pudo asegurar que fuera un beso francés, pero no le hubiera extrañado nada. Mientras se besaban, Tater los espolvoreó con briznas de heno como si éstas fueran arroz.

Todos se echaron a reír menos TaeHyung, que seguía pendiente de Sinjun. JiMin soltó la correa del tigre. Luego lanzó un gritito de alegría y rodeó el cuello de JungKook con los brazos. Él lo alzó y lo hizo girar, aunque lo hizo con mucho cuidado para no lastimar al bebé. Cuando se detuvo, lo besó de nuevo.

- He conseguido al mejor hombre del mundo.

El castaño adoptó esa mirada tan descarada que incluso Ryujin pensaba que era preciosa.

- Y yo tengo al mejor de los hombres Jeon.

Todo aquello le parecía tan ridículo que la adolescente comenzó a sentir vergüenza ajena, pero no se cortó un pelo a la hora de vitorear, porque le gustaban los finales felices.

Luego se dio cuenta de que aquello no era un final absoluto. Al mirar a su alrededor, a todas esas personas que amaba, supo que sólo era el comienzo de una nueva vida.

Después de haber metido a Sinjun de nuevo en la jaula y que los demás miembros del circo se reunieran, partieron un gran pastel que JungKook había mandado hacer en la mejor pastelería de Tampa, compartieron un rato, los payasos le regalaron un ramillete de flores de papel a JiMin.

NamJoon, que no le soltaba la cintura a Jin para nada, le agradeció por ser un gran ayudante con los elefantes y le pidió disculpas por ser impaciente algunas veces, a lo que JiMin sólo le respondió con una sonrisa llena de ternura, hasta el mismo YoonGi le hizo una reverencia al acercarse al acercarse a felicitarlos.

JungKook no podía estar más feliz y orgulloso, su hermosos esposo se había ganado el respeto de cada uno de los miembros del circo por su propio mérito.

Con el paso de los minutos, felicitaciones y regalos, JungKook vio a JiMin acariciar su pronunciado vientre con mirada agotada, se dijo a sí mismo que había sido suficiente celebración por el momento, sin previo aviso tomó a su esposo y lo llevó a su caravana donde con mucho cuidado lo dejó en la cama.

- Gracias por todo cariño, por amarme siendo quien soy, por darme una segunda oportunidad cuando lo la merecía, por ser mi motivo para vivir -su voz se empezó a quebrar.- Por ser mi bello ángel, JiMin. Eres lo mejor que me pasó en la vida...

El mayor no pudo seguir hablando, los labios del castaño lo callaron, demostrándose con besos lo que no se podía explicar con palabras, ellos se amaban con toda su alma.
JungKook posó su enorme mano sobre el vientre de su esposo, el pequeño JungMin empezaba a moverse, seguramente sentía la felicidad que sus padres estaban compartiendo en ese momento.

Una felicidad que disfrutarían cada día, porque el destino había unido sus vidas para siempre.

Fin.

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Espero que les haya gustado esta adaptación. Esta es una de mis historias favoritas y quería compartírsela :3

Que tengan un lindo día.

Nos leemos pronto

Aprendiendo Amarte [KM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora