I. Un nuevo año

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Las vacaciones habían terminado y aquel lunes era muy importante para todos, pues las clases empezaban y con ellas, un nuevo y, apuesto, que muy desesperante año. Entre aquellos chicos estaba uno en particular que aparentaba fragilidad. Era reconocido por ser parte de un trío de amigos que compartían el mismo nombre. Eddward se llamaba. Muchos le decían Doble D, por lo peculiar de su nombre. Y es que este se escribía con esta letra repetida.

A aquel chico le emocionaba la idea de regresar a clases, pero se encontraba también muy nervioso; en todas las vacaciones, había estado experimentando ciertos cambios. Hubo un momento dado en que viendo alguna serie de televisión no dejaba de observar y de deleitarse con los actores. ¿Por qué no actrices? Se preguntó. Claro era que estaba en una etapa de autodescubrimiento, y claro era también, que estaba muy confundido. Llegó a mirar por su ventana a sus vecinos, pero ninguno le llamaba tanto la atención, excepto, aquel pelirrojo que yacía cruzando la calle. Constantemente lo veía trabajar en su motocicleta y a su cuerpo llenarse con aceite automotriz. "Soy gay", se repitió en bastantes ocasiones. Tal vez así los nervios se irían poco a poco.

Su alarma sonó, el chico se levantaba a las seis exactas y sus clases comenzaban a las siete de la mañana. Siendo el primer día y siendo él un chico aplicado y responsable, ya había echo su mochila e incluso en su silla ya estaba la ropa que se pondría, junto con su muy característico gorro negro con franjas blancas que nunca se quitaba, excepto para dormir y bañarse.

Se vistió y desayunó, acabando el reloj marcaba las seis y media, así que salió y esperó a sus amigos, que pasarían por él. No pasó más de dos minutos y a su casa había llegado uno de sus amigos conduciendo un viejo pero modernizado auto. Esto era porque durante todas las vacaciones el chico se había dedicado a comprar un auto en segunda mano y a repararlo, hacerlo suyo en su totalidad, junto con su estilo.

—¿Qué te parece Doble D? —le preguntó su amigo mientras bajaba el vidrio de su auto.

—Me parece que te ves genial, Eddy —le contestó. Edward Skipper McGee, apodado Eddy, era parte de aquel trío.

—Sube, hay que ir por Ed y a la perra escuela.

—Cuida tu lenguaje Eddy, por favor —Edd subió al auto, tomando asiento adelante junto a su amigo—. Me gusta el color que elegiste —dijo después de cerrar la puerta, halagando aquel bello verde claro, un turquesa muy amigable.

—Una belleza como esta tiene que llamar la atención.

Rápido fueron a la casa del último chico, su nombre: Edward Horace Davis, apodado sólo Ed.

El chico también ya estaba afuera de su casa esperando a Eddy, que había jurado pasar por ellos, cosa que sí hizo. Se subió y sin ninguna otra persona a la cual recoger, condujeron a la escuela. Los tres eran muy unidos, compartían todo y se contaban de todo también.

—¿Tu hermana no viene? —preguntó Edd.

—Sus clases inician más tarde y se irá después con Jimmy —dijo mientras su cabeza se asomaba hacia adelante, pues él se había sentado atrás.

—Y dinos, Doble D, ¿te meterás a un taller? O tal vez a algún deporte, para estar más cerca de los deportistas.

—Eddy por favor... —se tapó la cara avergonzado, cosa que hizo que sus amigos se rieran. Sí, en efecto ellos sabían los cambios extraños por los que pasaba su amigo.

—En el equipo de lucha hay mucho contacto —dijo Ed, provocando que las mejillas del avergonzado se colorearan de un rojo vivo.

Como entre ellos había mucha confianza, pues se conocían desde el Kindergarten, Eddward no lo pensó mucho para confesarles a sus amigos de su situación, aunque lo único que omitió era del chico que se la pasaba descansando en su mente a todas horas. Lo había hecho porque aquel sujeto de nombre Kevin Grayson era un patán. Por mucho tiempo e incluso en la actualidad, gozaba de molestar a los Eds a la primera oportunidad que viera. Siempre le ponía apodos de ñoño a Eddward, e incluso abusaba de su debilidad. Quien sabe lo que Edd había visto en él, quizás era ese cabello con su color tan hipnotizante, esas manos con esos músculos que adoraba ver cómo cargaban cosas pesadas o ese abdomen bien marcado y mojado en su sudor. Ese chico sí que era sexy. Pensar en todo eso lo ponía muy rojo.

Un nuevo año. Nuevos sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora