IV. Desagradable.

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Como todas las mañanas, Eddy pasó por cada uno de sus amigos para irse a la escuela. Estaba más callado que lo de costumbre, sólo se dedicaba a conducir; y no lo hacía muy bien que se dijera. Sus amigos notaron esta actitud, pues era muy rara que la bocota de su amigos estuviera todo el tiempo callada. Ed y Doble D se miraron de reojo, ninguno supo que decirle.

El recorrido se sintió largo, ni siquiera Edd pudo hablar y contarles lo que había pasado ayer en los baños. Eddy estacionó su auto. Hubo un silencio de ultratumba.

—Lee Kanker... —dijo. Esas fueron las primeras palabras que sus amigos le escucharon decir en lo que llevaban del día—. ¡Se fue de la preparatoria! —Gritó con emoción. Todos en el auto lo vieron con asombro sin poder creer lo que decía.

—¿Qué? ¿Eddy eso es verdad? —preguntó alterado Edd.

—¡Dios quiera que sí, Doble D! —Seguía disfrutando de la noticia.

—¿Y por qué te alegras? Esto es algo grave —continuó Eddward, la noticia lo había preocupado.

—Al diablo con eso. ¡No veré más a esa arpía en la escuela! Por fin caminaré tranquilo por los pasillos.

—Eddy, Lee tiene que estar pasando por algo muy malo para haberse dado de baja de la preparatoria. Aún es muy joven.

—¿Se dio de baja o la expulsaron? —Preguntó Ed.

—Eso no me importa en absoluto. Lee se fue. Una menos, faltan dos.

Sus amigos lo vieron extrañados, no les agradaba la reacción de su amigo y su notoria felicidad con el asunto. Aunque los Eds sufrían de acoso por las hermanas Kanker, creían que esto no era para ponerse contentos y festejar. Eddward más que nadie creía que era una completa desgracia, pues Lee era muy joven aún. Lee apenas iría a cumplir los dieciocho este año.

—No me parece gracioso lo que haces Eddy.

—Ni a mí, Doble D tiene razón, puede que le este pasando algo malo —dijo el grandote detrás.

—Jodanse, no me arruinarán mi felicidad.

Los tres chicos se bajaron del auto y siguieron sus caminos a sus respectivas clases. Eddward primero fue hasta su casillero, pues tenía que dejar unos materiales en él y dirigirse a su primera clase. Lo que su amigo le había dicho no dejaba de rondar en su cabeza. Eddward era del tipo de chicos que se preocupaban mucho por los demás y, aunque las hermanas Kanker no eran sus amigas ni mucho menos le agradaba la presencia de alguna de ellas, aún así eran mujeres, unas adolescentes con un futuro por delante como todos. Creía muy firmemente que la educación es un derecho indispensable de todos y no soportaba la idea de que alguien desertara o se le negara. Además, ¿qué podría haber hecho Lee para irse? Y lo qué le causaba más preocupación era saber la situación de sus hermanas, si era la misma o algo parecido. Esperaba honestamente que no.

Eddward estaba tan metido en sus pensamientos, como siempre, que una fuerza ajena y externa a él fue necesaria para regresarlo a la realidad. Un golpe en su espalda lo hizo estamparse con la puerta de su casillero y sus libros cayeron al suelo. Cuando alzó la mirada para ver quien era sólo alcanzó a ver una espalda ancha y una enredadera de color rojo. Él chico volteó y con arrogancia y voz gruesa le habló.

—Ten más cuidado idiota.

Edd estaba acostumbrado a los insultos y abusos de Kevin, que sólo se limitó a recoger sus libros. Se arrodilló para tomarlos y sin esperarlo, una mano delgada rozó sus delicados dedos. Recorrió la pálida extremidad y se encontró con unos ojos grisáceos adornando un rostro cuyo flequillo azul tapaba a la mitad.

Un nuevo año. Nuevos sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora