X. Encuentros incómodos e inesperados.

1.7K 119 47
                                    

Son las cinco de la mañana y las clases empezaban a las siete, pero Lee Kanker ya no asistía a ellas. Con fatiga y la mirada cansada logró levantarse de su cama, con mucho cuidado para no despertar a sus hermanas, que no tenían porque levantarse tan temprano como ella. Fue a ese pequeño guardarropa, aquel que compartía con sus hermanas en ese pequeño remolque olvidado. Sacó su uniforme y en su cocina, con todo silencio, encendió la cafetera, preparándose una bebida que le pudiera dar la suficiente energía. Se vistió y cepilló un poco su cabello, aunque de una enredadera rojiza y abultada se tratara, como pudo logró controlarla. Le sopló a la taza y bebió del liquido caliente, amargo y muy cargado. A las 5:40 salió de su casa, llamó un taxi y mirando por la ventana veía los arboles y las personas pasar. Cuando llegó a su destino, pagó y se esperó un rato para entrar, rato que aprovechó para terminar un cigarrillo y tragarse el orgullo. 6:05 y las llaves sonaron. Bob abría la puerta y prendía las luces, mientras que Lee ya sabía que tenía que sacar los manteles, sacudir las mesas y las ventanas, pues dentro de poco las personas más apuradas llegarían para pedir un café, así empiezan sus mañanas. Bob se colocó detrás del mostrador y limpió la mesa, después configuró la caja registradora, como todos los días.

—Lee, ve a encender el calentador de afuera.

Bob le ordenaba a la pelirroja, pues era su jefe, y ella obedecía, pues era su empleada. Lee pasaba prácticamente todo el día en esa cafetería, ayudando en la cocina, con el mantenimiento, y como mesera, pues necesitaba el trabajo, necesitaba el dinero, necesitaba las horas extras. Ella salía a las once de la noche. Las deudas se acumulaban, la renta subía, los gastos cada vez eran más, y la escuela aumentaba sus cuotas cada año, Lee no dejó que sus hermanas dejaran sus estudios como ella, y aunque las otras no estaban de acuerdo con su decisión, ella era la mayor.

May fue la primera en levantarse, ella ocupaba más tiempo en el baño y frente al espejo, en cambio Marie con 6 minutos le bastaba. La rubia se dio un baño y preparó sus cosas, poniendo su uniforme deportivo en otra mochila, pues hoy entrenaba con sus amigas por primera vez en el gimnasio de la preparatoria, y junto al amor de su vida, Ed, aquel chico grande del cual nunca se imaginó encontrar ahí. Cuando lo vio quiso abrazarlo, correr hacia él y besarlo como antes, pero algo la detenía y la sujetaba al suelo, y era que se había dado cuenta que ni en un millón de años Ed sentiría lo mismo por ella. May se dio cuenta mucho antes que sus hermanas, que sus atenciones hacia los Eds no eran del agrado de estos, y ver a quien le gustaba esconderse de ella y evadirla, le dolía en el alma. En el último verano, en vez de salir a buscar a Ed, buscó un pasatiempo en el cual canalizar toda su ira, y encontró en la lucha un lugar de paz para ella misma, donde podía despejar su mente, además, no lo hacía mal, era muy buena pateando traseros como sus hermanas. May despertó a Marie, quien sólo se cepilló los dientes y cambió de ropa. Esta no había cambiado mucho, más que físicamente. Marie no se daba por vencida con Eddward, lo amaba con cada parte de su cuerpo, y tenía la esperanza de un día ser correspondida por él algún día.

Cuando llegaron a la preparatoria, se separaron las hermanas, pues les tocaba en diferentes salones. Ambas tenían clases de matemáticas a primera hora, pero con diferentes profesores. Es así como May fue al segundo piso y Marie al laboratorio, donde tendría su clase de hoy. Cuando entró, no vio muchos asientos vacíos, sólo uno, muy al frente de la clase, en una mesa donde se encontraba un chico que nunca había visto antes. Se fastidió, pues odiaba estar al frente de la clase, pero era el único lugar que no parecía estar apartado.

—¿Está ocupado? —preguntó la chica.

—No, puedes tomar asiento y acompañarme si gustas —Daniel le dijo esbozando una sonrisa. Marie rodeó los ojos y tomó asiento—. Me gusta tu cabello. —Dijo el chico.

—¿Gracias?

—Y esa playera te queda muy bien, ¿te gusta su música?

— Headless Piglets es la mejor banda de metal de este siglo.

Un nuevo año. Nuevos sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora