Capítulo Dieciséis

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El reloj hacía tictac ruidosamente en el estudio. El escritorio de madera se cernía sobre el lugar donde estaba arrodillado Otto. El frío del suelo de piedra le golpeó las rodillas, arrastrándose a través de la alfombra mientras se ponía tenso. Los pantalones cortos grises del uniforme de la escuela primaria no lo protegían mientras se estremecía. Tenía diez años, era joven y estaba conteniendo las lágrimas cuando el chasquido de zapatos afilados lo rodeó. Las sombras parecieron envolver las paredes de la habitación hasta que solo quedaron él y el escritorio. El frío y el miedo lo hacían temblar mientras los pasos resonaban y se oía el chasquido agudo de un bastón.

"¿Qué dijiste chico?" La voz retumbante, aparentemente magnificada más allá del recuerdo.

Otto sintió que las lágrimas le corrían por las mejillas. Olfateó, resistiendo el impulso de limpiarse la nariz con la manga del jersey. "Quiero volver a casa del abuelo". Su voz era algo pequeña y aguda, como un pájaro frágil que revolotea. Un golpe del bastón en el escritorio lo hizo saltar y se mordió los labios para no hacer ningún sonido.

"No seas tonto muchacho, están muertos. Tu madre y tus abuelos están muertos, no puedes volver".

"¡Padre, por favor!" Otto sintió que su corazón se hundía en la decepción y gritó. La muerte parece un concepto imposible, no podían estar muertos.

"¡Silencio!" Otro crujido agudo. Otto se estremeció y se acurrucó, su cuerpo infantil tratando de hacerse aún más pequeño. "¡No tomes ese tono conmigo!" Hubo un murmullo en el aire y la punta del bastón golpeó el suelo a unos centímetros de su pierna.

"¡Lo siento padre! ¡Lo siento!" Las súplicas caían de su boca mientras las lágrimas caían por sus mejillas. "Lo lamento".

"¡Padre!"

Otto sintió que algo le sacudía y parpadeó para abrir los ojos, la pesadilla dejó la adrenalina palpitando en sus venas. Afuera, los truenos estallaron y fuertes destellos de luz iluminaron brevemente las paredes de madera del barco. La cuerda de las hamacas crujió al balancearse, la tormenta rugiendo sobre nuestras cabezas. A su alrededor, el resto de la tripulación siguió durmiendo. Otto estaba acostado de espaldas, Caspian lo cubría como una manta. Fueron los tirones espasmódicos del hombre los que lo habían despertado. Caspian murmuraba en sueños, con los dedos agarrando la camisa de Otto. "¡Padre!" Jadeó y luego sus ojos se abrieron de golpe y se empujó sobre sus codos para mirar a su alrededor.

En la siguiente hamaca, Edmund ya estaba despierto y los miraba, Lucy parada a su lado, todavía estaba en camisón, la piel pálida cuando la luz destellaba. Todos callaron por un momento mientras intercambiaban miradas. Otto no se sentía muy descansado y, por el aspecto de las bolsas bajo los ojos de Edmund y Lucy, tampoco lo estaban. "No puedo dormir", murmuró Lucy en un susurro.

Edmund suspiró con tristeza. "Déjame adivinar, pesadillas". Alrededor de ellos estalló un trueno. Otto sintió que Caspian lo sujetaba con más fuerza y ​​el hombre apoyó la cabeza en la unión de su cuello, respirando profundamente como un fantasma en su piel. Abrazó al hombre con más fuerza, los temblores de su propia pesadilla aún lo perseguían. La cálida presencia a su lado lo ayudaba a aterrizar mientras trataba de seguir respirando. Edmund suspiró de nuevo. "Entonces, o nos estamos volviendo locos, o algo está jugando con nuestras mentes". Luego se recostó en su hamaca mientras el trueno retumbaba.

No fue un pensamiento agradable y Otto agarró a Caspian con más fuerza. Brazos alrededor de su cintura mientras trataba de no dejar que el miedo lo atormentara.

****

La tormenta había estallado por la mañana, pronto llegaron a una nueva isla, el vapor y la niebla lo cubrían como un manto. Como antes, dejaron el barco hacia Drinian y tomaron tres botes para un grupo de desembarco. Un barco para buscar recursos y otro para acompañar a los reyes y la reina a buscar alguna señal de los señores. "Dudo que los señores se detuvieran aquí mi señor", gritó Reepicheep desde donde estaba encaramado en la proa del segundo barco. "No hay rastro de nada vivo".

Chico PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora