Epílogo

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La luz del sol fue lo primero que despertó a Otto

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La luz del sol fue lo primero que despertó a Otto. Entraba a raudales por las ventanas y a través del hueco de las cortinas que colgaban alrededor de la cama con dosel de roble oscuro de él y Caspian. Eso era inusual ya que normalmente las cortinas se mantenían bien cerradas. Los dos reyes a menudo se levantaban de madrugada para días llenos de reuniones, entrenamiento y otros deberes que venían con sus títulos. Pero de vez en cuando tenían días libres en los que podían dormir desde el amanecer hasta la mitad de la mañana. A juzgar por la luz del sol, aún no había llegado tan tarde y le habían prometido a Otto un día libre.

Frunció el ceño ante la luz, parpadeando con ojos soñolientos. Junto a él, Caspian seguía durmiendo. Suaves ronquidos saliendo de su boca donde estaba medio enterrada en la almohada. Otto giró la cabeza y miró a su esposo dormido por un momento. Los años habían sido amables con los dos, pero especialmente con Caspian. Su largo cabello que había usado en su juventud había sido cortado y una oscura sombra de barba cubría su mandíbula. Había más cicatrices que sobresalían del cuello abierto de su camisón y leves líneas de patas de gallo en sus ojos. Otto sabía que tenía arrugas en sus propias mejillas por la risa y las patas de gallo a juego alrededor de los ojos. Su cabello se había oscurecido con los años de luz solar, pero su figura aún era larguirucha. Después de quince años de matrimonio, había renunciado a la esperanza de poder ganar músculo de la misma manera que lo había hecho su marido. Las cicatrices de las batallas de su juventud se habían desvanecido en líneas blancas que captaban la luz cuando se movía. El que tenía en la mejilla después de luchar contra los soldados de Miraz hace tantos años se movió mientras sonreía con cariño somnoliento.

"Urgh", gimió cuando un peso repentino aterrizó sobre su estómago y se incorporó a medias por el impacto. Risas agudas llenaron sus oídos cuando su mano se estiró y atrapó el bulto que se retorcía y había decidido saltar sobre él. La niña dejó escapar un grito de risa cuando él la atrajo hacia su pecho y la empujó en las costillas hasta que se rió de las cosquillas.

"¡Papá! ¡No! Sin cosquillas", le golpeó las manos, el cabello castaño corto acaramelado se erizó en desorden por el retorcerse.

"A los traidores que saltan en la cama durante mis días libres se les hacen cosquillas", sonrió Otto mientras la giraba para acostarse a su lado, las mantas y las sábanas crujían cuando ella se enterraba debajo de ellas. Él le dio un empujón en la nariz y ella sonrió. Piel de tono oliva dorada a la luz del sol y rizos a la altura de la mandíbula chisporroteando por todas partes. Sus mejillas regordetas estaban sonrosadas y su corazón se hinchó de amor por ella. "Estuvimos de acuerdo en esto la última vez que nos despertaste. Ahora, ¿dónde están tus hermanos?"

"Escondidos", balbuceó. Brecha dentada y risueña. Otto suspiró mentalmente a su hija de cinco años. Sus hermanos mayores siempre estaban haciendo travesuras. Mientras pensaba, sintió que las sábanas se agitaban y levantó la cabeza para ver una pequeña forma trepar al final de la cama. Con un suspiro cariñoso, se sentó y agarró al segundo traidor. El niño dejó escapar un grito ahogado cuando fue depositado junto a su hermana gemela. Sus rizos eran tan peludos como el diente de león e hizo un puchero de decepción. Otto suspiró al ver manchas de mermelada en la túnica azul del niño.

Chico PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora