Capítulo 5

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F r e y a

La familia lo es todo.

Hay familias felices de verdad. Que se conforman con padres e hijos, abuelos, tíos, primos y hasta los amigos más cercanos se vuelven parte de la familia.

Esa familia feliz se complementa perfectamente. Cada uno pone de su parte. Hay cariño, amor, respeto, consideración, apoyo, tristeza, enojo y frustración. Cada elemento que conforma una familia, la hace fuerte. Hay altibajos, momentos tristes, como toda familia, pero la mayoría de las veces logran recomponerse.

Hay familias infelices. Matrimonios forzados, hijos no deseados, parientes que abandonan, maltratos, etcétera. Los niños que crecen en esa familia se llevan la peor parte, porque ver a los padres peleando, golpeándose y en algunos casos recibir ellos los golpes también, es la peor forma de crecer.

Esos niños van a buscar el apoyo y el cariño en otras personas, y a veces, esas personas son las peores que esa personita pudo elegir a falta de cariño.

Hay diferentes familias y modalidades de convivencia. Yo te puse dos ejemplos sobre la mesa, pero no son los únicos ejemplos de familia. Hay muchas formas de dar y recibir cariño, de apoyar y acompañar. Hay demasiadas progenites en el mundo y ninguna es igual.

Mi familia es un desastre. Esa es la verdad.

De pequeña sólo crecí con frases como "debes ser la mujer perfecta". "Párate y sonríe". "Cabeza gacha, atención a tu esposo". "Faldas y vestidos". Y montones de formas de convertirme en una mujer perfecta.

Pero dentro de todo eso, de ese desastre de niña en el que me había convertido por las presiones que oponían en mi mente, me informaron del nacimiento de Lourdes.

¡Iba a tener una hermanita!

Siempre la acompañé en su crecimiento y la protegía lo mejor que podía de los reclamos y presiones de nuestros padres. Hice lo que pude por cuidar a una niña siendo yo una niña también.

Al final eso fue en vano, porque al fin y al cabo ella decidió seguir los pasos de mi madre. Pero aunque nuestra relación luego de eso se enfrió, el amor de hermanos nunca se pierde. Y yo amo a mi hermana, tanto como se pueda amar a la persona con la que creciste dentro de una familia.

Por eso en el momento en el que las palabras dejaron la boca de Thomas, mi mundo entero se vino abajo. La desesperación borboteando en mis entrañas como un monstruo que crecía y crecía, llevándose todo a su paso, buscando devorar todo sentimiento agradable para reemplazarlo por una tristeza y temor inconmensurables.

Sentia que el suelo bajo mis pies giraba, buscando hacerme caer. Pero eso no estaba en mis planes, yo no podía caer en este momento. Tenia un asesino que buscar y una hermana que rescatar.

Inconscientemente, estiré mi brazo para alcanzar el arma que estaba enganchada en el cinturón de Demian, debajo de su saco. Él reaccionó rápido y alejó mi mano de un manotazo, haciéndome trastabillar por los débil que sentía mis piernas en ese momento.

Sentí unas manos envolver mi rostro delicadamente. Kaylan.

No opuse resistencia, sentía el cuerpo entumecido y las piernas me fallaban para sostener mi peso.

Los brazos de Kaylan me rodearon en un abrazo protector que no encontré fuerzas para rechazar. Me apoyó contra su pecho y me obligué a no dejar caer ni una lágrima, aferrándome a su camisa con mis manos en puños.

—La vamos a encontrar, lo prometo— susurró sobre mi cabello.

Asentí con cuidado y me alejé despacio. Escaneé el salón. Todo seguía igual, la gente seguía bailando y disfrutando la velada, agenos a lo que pasaba en nuestro pequeño grupo.

Yeux SombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora