F r e y a
—Ya estamos por llegar, señorita Fersby— avisó el conductor desde la parte delantera del coche.
Verán, esta mañana cuando estaba durmiendo plácidamente sobre mi cama, mi celular había comenzado a vibrar sobre la mesita de luz del lado derecho de mi cama. El nombre Stanford Jefe relucía en la pantalla. Tarde unos segundos en acostumbrarme a la luz de la pantalla hasta que lo agarré y contesté la llamada.
El cúmulo de sensaciones que se entrecruzaron por mi mente cuando escuché la noticia fueron tantas que tardé varios segundos en responder. Las manos me temblaban mientras él me decía que debía ir rápidamente a la estación.
En ese momento no me importó nada más. Me levanté de un salto de la cama y corrí al baño a lavarme los dientes porque, prioridades chiquitas, y salí a paso apresurado del departamento. No me molesté en ponerme zapatos, acción de la cual me arrepentí al resbalar en el último escalón y caer de bruces al suelo. Resulta ser que los impecables escalones habían sido encerados unas horas atrás.
Por suerte todavía conservaba el abrigo de Kaylan en una esquina muy remota de mi habitación, si no ahora ya estaría internada en el hospital por una posible hipotermia, je, je.
Afuera estaba esperándome un coche de Nicklas, cosa que agradecí de todo corazón. Subí al vehículo y no tuve que medir palabra porque el chófer encendió el motor y arrancó a toda velocidad, haciendo que casi se me salga el corazón por la boca y quien sabe que otro órgano.
Y bueno, aquí estamos, en la puerta de la estación.
Agradezco al chófer y voy a la misma velocidad que dedos de escritora cuando está inspirada hasta el despacho de Nicklas.
Dentro, cinco pares de ojos voltean a verme.
Los primeros dos ojos me miran rebosantes de alegría y emoción.
Los siguientes con amargura u desinterés.
Otros con dureza y esperanza oculta.
Y los últimos dos con alivio.
Ya saben quién es quién, supongo.
—Tenemos la patente de uno de los coches— informa nuevamente Nicklas.
Vuelvo a sentir el mismo carrusel de emociones. Felicidad, esperanza y alivio por haber encontrado una pista sobre algo que nos llevaría al paradero de las dos chicas desaparecidas y de los causantes de todo esto. Y miedo, incertidumbre e inseguridad por no saber si esto en verdad nos llevará a los que con tantas ansias estamos buscando o que nos esperará en el caso de ir por buen camino.
—Una de las cámaras de seguridad del complejo departamental de tus padres, Freya, captó uno de los coches que pertenece a los criminales— dice Demian mientras de deja caer en una silla—. Ya iniciamos una búsqueda por toda la ciudad. No sabemos si encontraremos el coche o si al encontrarlo habrá algo que nos sirva, pero debemos seguir buscando muchas más pistas de las que posiblemente tenemos.
El jefe copia el acto de Demian y se deja caer en otro asiento.
—También iniciaremos una investigación más profunda sobre el asunto de Kaylan Kestler e investigaremos posibles sospechosos que se nos hayan estado escapando de las manos como arena— añade Nicklas.
Todos asentimos con la cabeza— yo con un poco más de entusiasmo, lo admito—, y es entonces cuando noto como Clarie se tensa y aprieta los puños hasta que sus nudillos se vuelven visiblemente más blancos.
Estrecho los ojos pero decido no decir nada al respecto. En su lugar, devuelvo la vista hacia el jefe, que permanece sentado, pasándose las manos por el cabello repetidas veces con nerviosismo. He notado que suele hacer eso cada vez que hayamos algo que, en el mejor de los casos, llegue a ser de ayuda. Está ansioso por lo por saber algo más sobre el paradero de lo que tratamos fervientemente de encontrar.
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Yeux Sombres
Mystery / ThrillerFreya Fersby, una chica joven de veintiún años. Se destaca por pensar con la mente fría y carecer de emociones a la hora de tomar decisiones difíciles. Fue estudiante de criminología y criminalística pero no pudo concluir su carrera por motivos espe...