Capítulo 3

21 5 4
                                    

Emily estaba tomando un café en la cocina cuando entró Carlo y se sirvió un zumo de la nevera.
- Me voy al gimnasio -.
Siempre estaba haciendo deporte, así que Emily casi no le prestó atención.
Carlo salió de la cocina, pero volvió unos segundos después.
- Emily, una pregunta ¿sabes si Camille está bien? Lleva unos días encerrada en su habitación ¿crees que le pasa algo?

Emily no parecía saber nada, así que Carlo se fue hacia la habitación de Camille y llamó a su puerta. Insistió, pero no oyó que contestara nadie, así que se marchó.

Al cabo de un rato, cuando Carlo salió de casa, Emily se acercó a la habitación de Camille. No oyó ningún ruido dentro. Llamó y sin esperar la respuesta, entró. La habitación estaba desordenada y olía a cerrado. Camille estaba en la cama, leyendo. Emily se sentó junto a ella en la cama.
- A ver, ¿qué pasa? - le preguntó - ¿te sabe mal que Carlo se acostara con Didi? - Camille la miró sorprendida y luego bajó los ojos.
- Sí, la verdad es que no me lo esperaba. -
- ¿Te gusta Carlo? -
- No sé, un poco, supongo. Y me da rabia. Didi siempre tiene que hacer lo mismo, ve a un hombre y va a por él, no le importa nada más. -
- Puede, pero estás siendo injusta. Ella no sabía que te gustaba Carlo, yo tampoco. Y creo que ni tú lo sabías. -
- Sí, a lo mejor tienes razón. Es que Carlo es tan mono...
- Venga, déjate de historias y sal de aquí. Hay que ventilar.

Por la noche, Camille y Emily fueron a cenar y lo pasaron muy bien. Hacía días que no se reían tanto. Volvieron a casa en taxi porque no les apetecía caminar o coger el metro. En el trayecto, el móvil de Emily vibró un par de veces. Eran mensajes de su jefe, Leo. La verdad, es que desde que trabajaba en el taller, pasaban muchas horas juntos y se habían hecho amigos. Le encantaba verle trabajar con la madera. Leo era muy callado y bastante serio, pero a veces le contaba cosas personales,  sobre su familia o sobre su infancia. Era una persona sencilla y a Emily, eso le gustaba. Abrió whatsapp y leyó el último mensaje. Decía que le habían encantado sus últimas propuestas de diseño, la convocaba a una reunión y al final le proponía ir a comer para discutir algunos detalles del proyecto. Emily sonrió, contenta.

Al día siguiente, Emily llamó a Didi y le explicó su conversación con Camille.
- Intenta no volver a acostarte con Carlo, ya sabes como es Camille.
- Es que yo no sabía nada. No puede enfadarse conmigo por lo que ha pasado.
- Ya lo sé, tienes razón, pero si Carlo te da igual, pues no sé, déjaselo a ella.
- Vale. Pero que conste que a veces Camille es como una niña malcriada, que lo quiere todo.
- Sí, sí, está claro. Pero deja en paz a Carlo ¿vale?
- Vale...

Al cabo de unas noches, Emily, que había estado trabajando hasta tarde en un proyecto, invitó a Leo a salir con sus amigas. La verdad es que era un chico muy simpático, aunque un poco tímido, y a todas les cayó bien. Emily estaba contenta. Fueron a una discoteca y bailaron durante horas, hasta que cerró. Ya solo quedaban ellos dos porque Didi, Camille y Maiqi se habían ido hacía rato. Leo se ofreció a acompañar a Emily a casa. Fueron caminando despacio.
- Me lo he pasado muy bien hoy – le dijo Leo a Emily cuando llegaron a su portal, y se quedó callado, mirándola.
Por un momento, Emily se puso nerviosa y empezó a hablar deprisa, de cualquier cosa, sin saber muy bien qué hacer. Entonces Leo la cogió de una mano y la acercó hacia él. Fue algo que ocurrió despacio, sin que Emily lo esperara. Leo le dio un beso largo que a Emily le pareció tierno y sexy a la vez.
- Hasta mañana, Emily – le dijo sonriendo, cuando se marchó.
Emily estaba eufórica. No había pensado que la noche acabaría así. Subió corriendo las escaleras y llamó a la puerta de la habitación de Camille para contárselo todo. Estaba tan ilusionada que despertó a su amiga sin tener en cuenta que solo llevaba 3 horas durmiendo.

Al día siguiente, en la oficina de turismo, hubo mucha gente entrando y saliendo toda la tarde, así que Emily tuvo que esperar a las nueve para contarle a Maiqi y Didi lo que había pasado la noche anterior. Fueron al bar de siempre y a pesar de que ninguna había dormido demasiado, se quedaron mucho rato hablando.

Maiqi cogió el autobús para volver a casa. Se sentó en uno de los asientos del fondo, como de costumbre. Llevaba tres días sin ver al chico del Manga, que normalmente se subía en la siguiente parada y Maiqi levantó discretamente la cabeza para ver si le veía. Nada, se acababan de cerrar las puertas y no estaba. Qué decepción, pensó, con lo guapo que es...

Dos días después, por la mañana, fue a la facultad. Hacía unos días que había acabado la carrera, pero aún tenía cosas que hacer y gente con la que hablar. Cada vez que recordaba que ya se había licenciado le invadía una sensación de felicidad. Además, le hacía ilusión por sus padres. Para ellos era importante.
Fue a la biblioteca y empezó a leer un artículo que le interesaba. Le gustaba estar rodeada de libros y el silencio que había siempre en la sala. Por eso, levantó la vista molesta cuando oyó la carcajada de una chica unos metros más allá, seguida de más risas y de gente hablando. Maiqi les miró un segundo y luego volvió a su lectura. Unos segundos más tarde, volvieron las risas y Maiqi volvió a levantar la vista hacia ellos. Entonces, le vió. Era el chico del Manga, el del autobús. Formaba parte del grupo. Maiqi escondió la cabeza en el libro, que levantó para taparse la cara. No quería que él la viera. Aún así, al cabo de un rato empezó a mirar hacia el grupo con disimulo. El chico del manga estaba sentado de forma que casi le daba la espalda, así que pudo mirarle sin problemas. Estaba con tres amigos más, riendo y hablando muy animadamente. Era uno de esos grupos en los que todos son guapos, van bien vestidos y parecen tener dinero. Sobretodo una de las chicas, una rubia que reía de una manera tan ruidosa que a Maiqi le cayó inmediatamente mal. Y entonces ocurrió lo peor que podía pasar. La rubia rodeó con el brazo al chico del Manga y le besó en la mejilla.

- Un beso en la mejilla no significa nada – le dijo Camille cuando Maiqi les contó lo que había pasado.
- Igual era su hermana - siguió Emily.
- sí, o una amiga. Las novias no besan en la mejilla - continuó Didi.
Maiqi empezó a animarse. Seguramente sus amigas tenían razón, a lo mejor el beso no significaba nada. Se alegró de haberles hablado del chico de Manga nada más llegar al trabajo, ahora se sentía mejor.

Casi a la hora de cerrar, entró un grupo de chicos irlandeses muy simpáticos que le pidieron a Camille que les recomendara un bar. Camille se giró hacia Didi, que había oído la pregunta y mirando a los chicos, tan animados y sobretodo, tan guapos, les recomendó el bar al que solían ir ellas. Las chicas rieron y hablaron un rato más con ellos y luego quedaron en verse sobre las nueve y media allí.

Cuando cerraron la oficina de turismo, las cuatro amigas empezaron a arreglarse para salir. Didi le pidió el pintalabios a Emily y empezó a retocarse los labios, Maiqi se estaba peinando y entonces Camille puso música y empezaron a bailar. Fue divertido. Cuando llegaron al bar, estaban muy animadas. Los chicos irlandeses eran muy simpáticos y después de unas cervezas, decidieron ir juntos a cenar. Fueron a una terraza en el puerto y tomaron unas tapas buenísimas. Después, siguieron bebiendo en un bar y acabaron en una discoteca.

A Camille le gustó uno de los chicos. Era rubio y tenía los ojos muy azules. Se llamaba Connor y entre baile y baile, en la discoteca se besaron varias veces. En un momento de la noche, Emily le dijo a Camille que ella y las chicas se iban a ir.
- ¿Te quedas o te vienes? - le preguntó.
Camille dudó. Miró un momento a Connor, que en ese momento estaba hablando con uno de sus amigos y le pidió a Emily que la esperara. Se acercó a él y le dijo que tenía que marcharse. Connor la agarró por la cintura y la besó.
- ¿No puedes quedarte? - le preguntó al oído.
Por un momento, Camille estuvo a punto de hacerlo, pero entonces pensó en el día siguiente, en el trabajo y en que no iba tan bien depilada como le gustaría, así que se mantuvo firme.
- No, lo siento, tengo que irme - le dijo.
Connor la siguió hasta la salida insistiendo en que debía quedarse pero Camille finalmente, cogió un taxi con sus amigas y desapareció.

4 amigasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora