CAPÍTULO 3. LA PRIMERA TARDE

249 25 95
                                    

Marion, la psicóloga, estaba hablando con Ari, algo alejadas de Damiano, comentándole, seguramente, el motivo por el cual el chico estaba allí. Tras aquello, los tres subieron a la habitación de Damiano.

Durante todo el camino, Ari le fue contando a Marion cómo le había ido en vacaciones de Navidad, haciendo algo de caso omiso a Damiano, aunque de vez en cuando la chica giraba los ojos hacia él, como analizando su reacción a sus palabras. Al parecer, se había ido a los Alpes a esquiar con su familia.

Damiano fingió no escuchar, no le interesaba la vida de aquella chica, parecía demasiado pija, y eso a él no le molaba nada. Pensaba pedir el cambio en cuanto pudiese.

Llegaron a la habitación del chico, donde Marion se despidió, dejándoles a solas nuevamente. Damiano fue a su cama, y se sentó sobre ella, mientras Ari se apoyaba en el marco de la puerta del baño, observando todo. Así que él se puso a mirarla a ella. ¿Cómo podía ir así vestida por la vida? ¿Era cosa de que aquel día tenía que haber ido disfrazada de unicornio a una función de teatro y no le había dado tiempo a cambiarse antes de ir? ¿O realmente ese era su estilo?

La chica, de pronto, se apartó del marco, y se acercó al armario, para abrirlo. - ¡Eh! No mires ahí dentro. - La chica no le hizo mucho caso, y siguió revolviendo entre sus cosas, como si nada, por lo que Damiano, molesto, se levantó, y la agarró del brazo. - ¡Te he dicho que no mires ahí! ¿Estás sorda? ¡No mires mis cosas!

- Suéltame ahora mismo. - Respondió ella, borrando la sonrisa de su rostro, mirándole, enfadada. por algún motivo, el chico decidió hacer caso. - Tengo que mirar si has traído algún objeto punzante, o algo con lo que te puedas hacer daño. Marion me lo ha pedido.

- Oh... Vale. - El chico se apartó, y volvió a sentarse sobre la cama, avergonzado.

La chica se agachó, y cogió la guitarra que el chico con tanto cariño trataba. - ¿Tocas la guitarra? - Preguntó, intentando liberar la tensión que se había creado en tan poco tiempo entre ellos.

- Soy músico. Estoy en una banda. - Respondió él, algo extrañado, ya que se pensaba que Marion le habría contado cosas sobre él cuando estuvieron hablando a solas.

- Oh, guay. Yo sé tocar el triángulo. Y se me da de miedo.

- Seguro que sí. - El chico rodó los ojos. Solamente quería estar a solas, tranquilo. Seguir durmiendo, tal vez tocar un poco, dar una vuelta...

La chica volvió a dejar la guitarra donde la había encontrado. - Y bueno... ¿Qué quieres hacer? - Preguntó ella, mirándole, sonriente, mientras se dirigía a fisgonear el baño.

- Dormir. ¿Cuánto tiempo se supone que tenemos que estar juntos?

- El que yo considere necesario, pero, como mínimo, cinco horas a la semana.

- ¿¡Cinco!? - Damiano abrió mucho los ojos, no se lo podía creer. La tía se iba a acabar enterando de todo. - Oye, ¿y no podemos dar la sesión de hoy por terminada? Ya has fisgado todas mis cosas, no he traído ninguna navaja, ni nada.

La rubia asomó la cabeza por la puerta del baño, para mirarle de nuevo, y negar con la cabeza. - ¡No hemos hecho nada divertido aún! Podemos hacer un millón de cosas guays, podemos salir dar una vuelta, jugar a algún juego de mesa, o a las cartas si lo prefieres, también podemos...

- Oye, tía, no te hagas la "guay" conmigo, ¿juegos de mesa? ¿De cartas? ¿Sacarme a pasear? No soy un abuelo. Y no necesito ningún amigo forzoso. No quiero esto, lo siento pero voy a pedir el cambio.

- Mira, chico, me estás tocando los cojones un pelín. - Respondió Ari, con su mejor sonrisa, mientras se acercaba a él. - Cuando Bianco te explicó el programa que se sigue en esta institución, ya te habló de que ibas a tener un amigo como yo. Y tú firmaste, ¡aceptaste esto! Así que si no te gusta cómo funcionan las cosas aquí, puedes pirarte en cualquier momento, que para eso has venido de forma voluntaria. Pero yo no tengo la culpa de que tengas la necesidad de estar aquí. Estoy aquí para ayudarte, te guste o no, y si no soy yo, será otro que tenga menos paciencia que yo. Alguien que, por ejemplo, te prohíba salir el fin de semana por agarrarle del puto brazo para apartarle del armario, ¿estamos?

LA FORZA DEL COMBATTENTE - Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora