CAPÍTULO 7. EL CUMPLEAÑOS DE THOMAS RAGGI

250 22 47
                                    

Damiano no dejó de pensar en aquellas palabras que a Filip se le habían escapado. El chico le había hecho prometer que no le diría nada a Ari, pero eso no significaba que pudiese olvidar que la chica, tan risueña y sonriente, llena de vida, feliz, había intentado quitarse la vida en algún momento de su vida. ¿Cuándo habría sido? Tenía que haber sido hace mucho, ya que estaba muy bien. ¿Cuál sería el motivo? ¿Qué era lo que Silvia había hecho para causarle tanto daño? ¿Cómo lo habría intentado?

Demasiadas preguntas cruzaban por su mente, todas sin respuesta.

Durante todo el viaje de vuelta a la clínica, la chica no habló mucho, aunque se esforzó por sonreír y fingir que estaba bien... Pero algo en sus ojos la delataba. No tenían ese brillo de siempre, su sonrisa no era tan amplia como de costumbre.

Damiano no dejó de pensar en ella el resto del fin de semana, el cual se le pasó jugando al baloncesto con otros internos, haciendo actividades (tuvieron que hacer un taller de marionetas en la que las muñecas hablaban de sus sentimientos, además de crear ellos mismos las marionetas con fieltro y pegamento), durmiendo, leyendo un libro que Ari le había dejado titulado Nick: sin brazos, sin piernas y sin límites, el cual era una autobiografía de Nick Vujicick, un hombre que había nacido sin brazos y sin piernas, pero, que a pesar de todas las dificultades a las que se había tenido que enfrentar en su vida, las cuales le habían llevado incluso a un intento de suicidio, ninguna de ellas le había impedido alcanzar la felicidad, casarse, tener hijos, y cumplir sus sueños.

El lunes por la mañana, tras la sesión de terapia individual con Marion, al salir se encontró con algo que no se esperaba: Ari estaba de pie, al otro lado de la puerta, con un gran abrigo magenta, que tenía pelo en el cuello y en los puños del mismo tono, y sus altas botas blancas. - Oh, hola Ari.

- Hola, Dam.

- Te he dicho que no me llames así.

- Lo sé. - Respondió ella, sonriente. - Creo que tu mánager te está esperando en el vestíbulo ya.

- Ah, sí. Bueno, tengo que...

- Lo sé. Nos vemos después de comer. - Damiano asintió, para irse. Al doblar la esquina, pudo ver cómo Ari se metía dentro de la consulta de Marion, ¿iban a hablar de él otra vez?

Cuando llegó al vestíbulo, su mánager le estaba esperando ya, intranquilo por tener que estar allí, pero le daba igual ya a ese punto. En ese momento, toda su atención estaba volcada en su amigo, Thomas, ya que era su cumpleaños. Su veinte cumpleaños, por fin. No iban a poder hacer mucho debido a su situación, pero, el saber que en el estudio iban a estar trabajando juntos, y que a la tarde el chico iba a ir a verle junto con el resto de sus amigos... Era suficiente. Estaba emocionado, puede que incluso más que el rubio, conociéndole.

----

Tras una mañana bastante divertida, aunque poco productiva, en el estudio, llegaron las dos menos cuarto, hora de irse a comer. Los chicos iban a comer todos juntos, pero a Damiano le toaba volverse a la clínica, para que controlasen lo que comía. - ¿Estás seguro de que no puedes venir? - Preguntó el rubio, haciendo un puchero. - Vamos a ir a ese que te gusta tanto en Plaza España.

- Tío, ¡no le des envidia! - Dijo Victoria a su amigo, mientras le pegaba una colleja. - Ve a la clínica tranquilo, anda. Nos vemos a las cinco.

- Sí, claro. - Damiano se levantó, y salió de la sala del estudio, pero la mano de Ethan le frenó. - ¿Qué ocurre?

- ¿Tienes la guitarra en la clínica?

- ¿Qué? - Damiano se quedó unos segundos en silencio, mirando a su amigo, hasta que se acordó de golpe: la puta guitarra. - ¡No, mierda! ¡No la recogí de la tienda!

LA FORZA DEL COMBATTENTE - Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora