CAPÍTULO 4. SOY GUAPÍSIMO

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Ari tenía razón. El resto de la tarde fue muy aburrido.

Damiano estuvo en su cuarto, aburridísimo, para después ir a hacer terapia en grupo con otros pacientes (ellos sí llevaron a sus amigos de confianza o familiares, él era el único que estuvo solo así que se le hizo más pesado).

En la cena, tampoco comío mucho. No tenía ganas de tocar la comida. No tenía ganas de nada en general, pero, al mismo tiempo, necesitaba con urgencia hacer algo que le distrayese, por lo que fue a su cuarto, y se puso a tocar la guitarra y componer hasta las dos de la mañana, hora en la que decidió que era buena idea irse a dormir de una vez.

Por la mañana, tras el desayuno, tuvo una nueva sesión con Marion, y, tras aquella horrible hora donde lloró casi todo el agua de su cuerpo, por fin, salió de aquel edificio. Victoria había ido a buscarle con su scooter, y le esperaba en al puerta, con el casco de la mano.

En cuanto le vio, corrió a abrazarle. - ¡Dam! ¿Qué tal el primer día?

- Horrible. - Suspiró el chico. - Me he aburrido más que nunca.

- Bueno, seguro que os ponen a hacer algo en seguida, ya verás... Venga, móntate. - La chica le ofreció el casco. - Vamos al estudio, tenemos que ensayar.

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Fue una mañana difícil. De esas en las que no puedes acabar de tocar ni una sola canción porque no tienes fuerzas.

Damiano notaba los nervios de sus compañeros de banda, pero ninguno dijo nada al respecto, y se pusieron a hablar de cualquier otra cosa, temas que el chico fingía escuchar. Nadie quería que él se sintiese peor. Pero lo cierto es que daba igual: él mismo sabía que había hecho un ensayo de mierda, por lo que nada le iba a hacer sentir mejor. No conseguía distraerse, solamente era capaz de pensar en cómo harían el ridículo el día de la presentación de San Remo si seguían así.

Victoria le dejó en la clínica, viéndole subir los escalones, realmente preocupada, y rezando porque aquel lugar no acabase con su amigo.

El chico a penas comió nuevamente, las tripas le rugían a este punto, pero no quería comer. No le entraba la comida. Era verla y tenerle asco, observar a la gente de su alrededor masticar y tragar le ponía realmente incómodo.

Subió a su cuarto, y se metió a la ducha, necesitaba despejarse un poco.

Pero lo que vio reflejado en el espejo cuando salió de la ducha, no le gustó nada. No sabría decir qué era, su nariz, su tripa, sus brazos, sus ojos, su pelo, o todo el conjunto de sí mismo, pero no le gustaba.

Lo odiaba tanto, que se echó a llorar, olvidándose de la hora que era, haciendo que, cuando Ari llegó, vestida con un cardigan ajustado de lana de color salmón con unas líneas no muy definidas azul marino, escote en pico con un borde de pelo marrón, al igual que los puños de la prenda, una mini falda a juego con agujeros dejando mostrar sus muslos, un collar rosa en el que ponía Love, unas orejeras blancas, unas botas de plataforma blancas también y un bolsito del mismo color, le pillase aún secándose las lágrimas, con la toalla alrededor del cuello, únicamente. - ¿Estás bien?

- Yo... Tengo que cambiarme. Perdón. - El chico cerró la puerta del servicio, dejando a la rubia del otro lado, extrañada.

Ari llamó a la puerta. - Damiano... ¿Qué te ocurre? ¿Ha pasado algo? - El chico no respondió, solamente se puso sus calzoncillos, en silencio. - Si no me dices nada en tres segundos, voy a entrar.

- No. No entres.

- ¿Por qué no? Ya te he visto desnudo.

- Pues no quiero que me vuelvas a ver desnudo. Ni tú ni nadie.

LA FORZA DEL COMBATTENTE - Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora