CAPÍTULO 02

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Victoriosa

Andrew.

Acomodo el desastre de papeles que tengo en el escritorio dándole un sorbo a mi vaso de whisky.

Un hombre se posa en el umbral de la puerta. La estrella en la solapa del traje me indica que es un soldado que entras cuando se lo indico con un leve asentimiento de cabeza.

—Comandante —se pone firme con la mano en la sien.

—Descanse —ordeno y él obedece— ¿Alguna novedad?

—Doble homicidio ayer en el cementerio Kensal Green.

—¿Alguna pista?

—Tenemos una leve inclinación hacia la mafia ya que ahí enterraron ayer a Laurencio Hamilton. El jefe de la mafia negra.

Me rasco la punta de la nariz «¡Malditas mafias!» Son como las plagas, nunca dejan de joder.

Me levanto de la silla, estoy hastiado y con ganas de follar. Camino por lo pasillos y no voy a negar que mi ego se escala el Empire State cuando todos de detienen y me dedican el saludo protocolar pero ya me hace falta un descanso.

Creí que mi cargo de comandante sería igual de efímero que una botella de ron barato en medio de alcohólicos pero tomaré mi descanso cuando acabe con la jodida mafia que quiere tocarle los cojones a todos.

Me detengo frente al campo de entrenamiento, la placa que reluce en la pretina del pantalón de cada uno indican que son tenientes que trotan en un mismo ritmo tras su capitán.

La Élite Militar Gubernamental solo posee los mejores soldados. Todos con capacidades extraordinarias que matan cuando tienen que matar sin mearse en los pantalones. Gente de todo el mundo envía su formulario esperando ser aceptado año tras año. De cien mil personas solo escogemos diez o más dependiendo de la habilidades y destrezas que se requieren.

Luego tienen que someterse a un arduo entrenamiento solo para ejercer el puesto de cadete. Para ascender a cargos más altos como teniente, tienes que aprobar un largo examen y entrenamiento con un 100 perfecto, de lo contrario, no me sirves para una mierda.

Mientras más alto el rango, más largos y fuertes serán los exámenes.

—¡Atención soldados! —le exige un capitán a su tropa— ¡Firmes!
La sincronización de los soldados hace que curve mis labios en una media sonrisa.

—¡Al dedicar el debido saludo quedan al mando del Comandante!

—¡Élite Militar Gubernamental! —dicen todos al unísono con una mano cerca de la sien— ¡Tropa dieciséis-b. Buenos días mi comandante!

Doy un paso hacia delante.

—¡Descansen!

Obedecen posando sus manos detrás de su espalda baja haciendo un puño con la mano derecha mientras sujetan la muñeca de ese brazo con la mano izquierda.

—La mafia negra se levantará en cualquier momento —hablo claro y firme caminando de un lado a otro lentamente— Y hay que estar preparados para cuando eso suceda.

EFÍMEROS (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora